martes, 29 de enero de 2008

Sólo podrás llorar

Julián no pudo contenerse y comenzó a llorar.
Desde que conoció la noticia vio derrumbarse a su entereza.
Ya a sus 52 años creía que había conseguido domar hasta un punto la vida que no le daría malas sorpresas, o eso creía. Más que malas sorpresas, pensaba que ya nada podría hacerle daño después de tanto dolor acumulado.
Parecía que la creencia de "siempre le pasará a otro, a nosotros ya nos ha tocado demasiado" regresaba a su cabeza.
Por desgracia, se equivocaba.
Su esposa se lo dijo aprovechando que sus hijos no estaban.
En un principio no lo creyó. - ¿Cómo? Pero si es tan joven...
Ella asintiendo llorosa acarició su hombro.
Él, tembloroso, cogió el teléfono y marcó un número, 91 892...
- Hermano, acabo de saberlo, voy a tu casa.
Días interminables. Muchas veces al llegar de trabajar se quedaba quieto, en el umbral de la puerta y observaba a su hija estudiar bajo la luz de la lámpara, ya casi hecha un mujer. O miraba a su hijo de aquí para allá preparando sus oposiciones a policía, con lo flacucho que había sido siempre y lo fuerte y sano que le veía ahora. Cómo pasaba el tiempo tan rápido...
Pasaron seis meses, y su hermano fue ingresado en el hospital. Él se había acostumbrado a hacer el trayecto hasta el clínico cuando le acompañaba a las sesiones de quimioterapia. Recordaba con angustia el olor de aquellos pasillos y no borraba de su mente ver a su hermano postrado en el baño vomitando y maldiciendo "esta quimio me va a matar, no lo hará el cáncer, me matará la quimio ya lo verás"
Aún así no lo creía. ¿Cómo él? ¿Cómo un chico tan joven con sólo 39 años? La esperanza jamás le abandonaba, ni siquiera cuando esa imagen parecía obligarle a creerlo.
Ni siquiera cuando empezó a perder el cabello y tuvo que llevarle su máquina de afeitar para raparle. Él solía bromear diciendo que no le cortasen el pelo, que le pasaría como a Sansón y acabaría perdiendo fuerzas. Todos reían pero aquel silencio precedido por risa algunas veces dolía demasiado.
Nunca fueron hermanos muy unidos. Su diferencia de edad era bastante grande y sus padres tuvieron que tirar de él, por ser el mayor, para cuidar a su hermano.
No disfrutaron de confesiones secretas o amorosas, tampoco compartieron increíbles momentos juntos pero eso les parecía insignificante. Su fraternidad se basaba en "estoy aquí, sólo dímelo" y cada uno vivía lo mejor que podía.
Ahora le veía y sentía miedo a quedarse solo. A sus 52 años veía como aquella persona que agonizaba en esa cama era la única que quedaba en la tierra de su misma sangre, sin contar con sus hijos. Le avergonzaba sentir el miedo, pero hacía noches que no dormía pensándolo.
El fantasma de la soledad le recordó a su nuera. No hacía más de 11 años que llevaría casada con su hermano y realmente nunca habían profundizado mucho, hasta ahora. Él temía quedarse solo, pero ¿y ella?, ¿y ella y ese hijo maravilloso que tenían?
Todos, egoístamente, rehuían el pensamiento de que podía salir todo mal porque la muerte siempre hace daño, hace llorar y nadie quiere sufrirlo. En fugaces momentos de lucidez se sentían optimistas y se aferraban a cualquier mejora por pequeña que fuese, "hoy está más animado" "dice que tiene hambre"...
La noche que les dijeron que estaba empeorando y no sabían predecir cuánto tiempo seguiría con vida, Julián preguntó a su nuera donde estaba su sobrino. En un momento de terrible dolor su cabeza sólo le había traído la imagen del niño ajeno a todo.
- Lo sabe- respondió su nuera conteniendo las lágrimas - le he dicho que su papá se va al cielo y está en el hospital porque tiene que prepararse para el viaje.
Sonó la alarma de la habitación y los médicos y enfermeras entraron rápidamente.
Le estabilizaron y pidieron reposo para el enfermo.
- Es terminal..., lo sentimos.
Su nuera le abrazó y le pidió que esa noche le dejase a ella quedarse por si se moría, quería estar con él hasta el final.
Accedió y se marchó a casa para acostar a su sobrino.
Cuando llegaron la suegra de su hermano se encontraba en el salón, medio dormida.
- ¿Y el niño?- preguntó su esposa.
- Le dije que veníais y se fue corriendo a su cuarto, esperad que voy a buscarle.
Acababa de levantarse la anciana cuando el pequeño apareció por la puerta.
Julián se quedó inmóvil al verle. Su pelito castaño y sus ojos negros, iguales que los de su nuera pero el gesto de la boca era indéntico a su padre. No levantaría 1 palmo del suelo.
Parecía que había intentado con esmero abrochar los botoncitos de su abrigo, colocando en el ojal del primero el segundo botón y así los demás, pero qué más se le puede pedir a un niño de 5 años. Sus pantalones de pijama se asomaban por debajo de su chándal del colegio, con rayas azules y rojas. Aún se preguntaba Julián cómo había conseguido atravesar el pasillo sin caerse, cuando los cordones totalmente desatados eran arrastrados por el suelo y las zapatillas se le salían continuamente de los piececitos.
De su espalda, colgaba una diminuta mochila de pikachu.
Todos atónitos le observaron y Julián le dijo:
- Pero bueno, ¿te has vestido tú solito? Pero con lo tarde que es, ¿dónde te crees que vas forastero? - e intentando mostrar algo de alegría sonrió al pequeño, aunque por dentro su corazón estuviese envejeciendo de tristeza al pensar en su hermano.
Y colocando su mochila en su espaldita dijo:
- Me voy de viaje con mi papá.
Julián no pudo contenerse y comenzó a llorar.

domingo, 27 de enero de 2008

NO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO

http://www.youtube.com/watch?v=Cb8KNL1tGZw

Es sentir que te da miedo la vida, al oír que él ha vuelto al hogar.
Y tú aquí preparando su comida pero él la desprecia, "te vas a enterar" "te vas a enterar".
El dolor es la herida en tu rutina y llorar es el pan de cada día.
Y los niños te susurran a escondidas: ya no más, ya no llores mamá, aprende a volar, aprende a volar....
Hay que volver a empezar y rehacer tu vida, es la oportunidad de vivir por ti misma, ahora no te la pueden quitar. Hay que volver a empezar y ser como eras antes, aun es tiempo de hallar el amor que no encontraste, ahora no, no te puedes parar.

Un fragmento de una canción increíble que se cantó hace mucho tiempo, pero cuyo tema, por desgracia, sigue latente hoy en día, y si no es aquí, es aquí al lado, y si no es al lado es cruzando el mar.
Estamos hartos de las noticias tristes, y nos enfurecemos cuando dicen "una más..." ¿Qué nos ocurre? ¿Qué está pasando? Y el ser humano vuelve a perder su belleza y muestra su cara más oscura. Podrían decirme que muestra su cara más animal, pero señores, ningún animal maltrata y llega a matar, claro que no tienen razón y se mueven por instinto, peor me lo ponen porque ni el instinto que es natural incluye este machismo a ultranza.
En lo que llevamos de año ya han muerto 9 mujeres, ¿qué sientes al leer esto?
Yo tristeza, y un corrosivo dolor que me repite "es la degeneración".
Queda mucho pensamiento equivocado que cambiar, queda mucha educación en la igualdad, y no sólo aquí en tu país, tiene que ser en todo el mundo.
Puedo entender que una mujer tape su cabello por su tradición cultural y religiosa pero no entiendo, y es mi opinión, que tenga que salir a la calle tapando su cuerpo entero excepto sus ojos con un burka.
Puedo entender que la infidelidad sea, en algunos países, un pecado que deba castigarse, pero no comprenderé jamás por qué cuando un joven lo hace sea su hermana quien sufra 5 violaciones de 5 hombres diferentes.
Puedo entender y respetar las tradiciones de cada región, pero jamás respetaré la ablación de las niñas africanas o la lapidación de las mujeres adúlteras.
El papel principal que la mujer tiene en este planeta es sonreír.
Ya basta.
Y algo podremos hacer, aunque creas que por mucho que no te guste tú no puedes hacer nada, si puedes. Empieza por no hacer bromas ni contar chistes machistas, el cáncer hace el mismo daño que una muerte por violencia de género y nadie cuenta chistes sobre ello.
Educa y déjate educar, la igualdad no es sólo una palabra que relaciones con derechos, va más allá y sólo se predica desde el corazón.
Podemos hacer mucho, como siempre digo es hora de cambiar el mundo y todos somos parte de la llave que moverá la cerradura.

sábado, 26 de enero de 2008

Gracias, de nuevo.







Heart, don't fail me now.
Courage, don't desert me.
Don't turn back now that we're here.

Corazón, no me falles ahora.
Valor, no me abandones.
No daremos la vuelta ahora que estamos aquí.


(BSO Anastasia - A Journey to the past)





No tengo palabras para definir lo que me está sucediendo.
No es por crecer, no es por cambiar, no es por seguir... es porque estoy rodeada de personas que hacen de este planeta el mejor lugar para vivir, el hogar más confortable y cálido, la pradera llena de flores y árboles con sombra, la playa virgen, las montañas grandiosas, ese valle, esa cascada, todo lo que consideres bello de esta esfera perfecta llamada Tierra, es lo que metafóricamente tengo aquí ahora mismo en mis manos.

La vida no es fácil, por eso tienes que darle tú el sentido y vivir cada momento para transformalo en una experiencia, guardada como recuerdo en tu corazón, porque cuando mueras y vayas a dónde tú desees ir, eso será tu billete, eso será tu equipaje, eso será tu compañía.

Siempre lo vi en las películas: sorpresa, lágrimas, risas.
Cuando abrí la puerta y escuchando aquella melodía vi vuestras caras, creí que era un sueño, pero fue real.
Ayer pude vivirlo y creo que todavía me tiemblan las piernas al recordarlo.
No puedo decir nada porque no sé como definirlo, más bien porque me sabe a poco deciros solamente gracias.

Ese día ha quedado grabado en mi memoria para siempre y nunca podré dejar de agradecéroslo.
Porque después de mucho tiempo me puse a llorar y no fue por tristeza.

Porque mientras os observaba riendo, hablando, haciendo fotos, comiendo y brindando me desbordaba el cariño.

Porque los motivos para no rendirse se multiplican.

Porque si me dijesen "Define Amistad" lo único que tendría que hacer sería pronunciar uno a uno vuestros nombres.






jueves, 24 de enero de 2008

18

Y se detiene.

Ha caminado durante mucho tiempo y hoy alcanza la frontera del camino, esa que divide en antes y el después, una línea invisible pero táctil, que brilla ahí, pintada en el suelo, con un fulgor extraño el cual invita a traspasarla pero sin abandonar a este lado, el miedo que da hacerlo.

Su vestido rojo cubre su inocente cuerpo hasta las rodillas, dejando al aire su espalda.

Su cabello castaño ondea con la leve brisa, y ella cierra los ojos e inicia una danza, y baila, baila sonriendo a la nada.

Después vuelve a abrirlos y siente un escalofrío desde el cuello a la garganta.

Piensa que parece que fue ayer cuando abrió la puerta y emprendió el camino, sin preguntarse nunca por qué estaba ahí, o por qué lo hacía, sencillamente sabía que debía recorrerlo aunque desconociese el fin del trayecto.

Además nunca había estado sola. Cada decisión tomada había sido fecundada con mimo entre cientos de gigantes, siempre fue guiada por la senda, fue premiada por sus logros y recibió castigos por sus faltas. Así se fue forjando hasta ser lo que es hoy.

Se da la vuelta y ve como todos están ahí dándole ánimos.

Suspira, y colocándose un mechón tras la oreja recuerda los primeros kilómetros, cuando no conocía nada del mundo y todo le parecía una fantasía; recuerda los siguientes kilómetros, cuando aprendió a no fatigarse caminando y a llamar a cada cosa por su nombre; y los siguientes, cuando se unieron cientos de personas a su viaje, unos antes otros después, unos continuaron otros lo abandonaron, pero todos dejaron sus huellas en él.

Ha llegado el momento.

Coge aire y mira sus manos, como si de alguna manera quisiera decirles que tendrán que hacer un trabajo mucho más duro.

Mira sus pies y les avisa de que el camino se hará más costoso y ya no podrá subirse a hombros de un gigante, tendrá que aguantar el cansancio.

Siente el corazón, más viejo que ayer, le habla su razón, más sabia que ayer.

Y sabe que a partir de ahora ella es todo lo que hay en ella, responsable de cada paso que de, cada acción que realice, cada sueño que persiga.

Toma aire, inunda sus pulmones de oxígeno y da un paso al frente.

Aplausos...



Y es que 18 años no se cumplen todos los días.






domingo, 20 de enero de 2008

Muerte en vida

Parece mentira, ya son las 02:17.
Aquí sentada en el umbral de la puerta sigo con la mirada fija en el final de la calle.
Hace más de 34 minutos que no pasa un sólo vehículo, ni siquiera se oye el ruido de algún motor en la carretera cercana, ni el movimiento del trigo al pasar los coches, "la reverencia del trigo" como dices tú. Mis manos y pies se han entumecido, debe haber unos 3 o 4 grados, pero hace rato que he dejado de sentir el frío, y me pregunto si tú también estarás helado, ¿se te habrán enrojecido ya las orejas? ojalá alguien se haya dado cuenta y lleves un gorro puesto, o mejor aún, estés en un lugar cálido, dormido ya, porque como muy tarde a las 22:30 ya empiezas a bostezar y se te cae la cabeza. Cómo aquella vez que del sueño que tenías te diste con la cabeza contra el lavabo, lo que te dolió y el enorme chichón que no se te quitó en 3 semanas. Luego todos nos reíamos mucho recordándolo y tú te enfadabas...
Llevo tu foto en un colgante, me lo hicieron ayer en una tienda, es muy bonito, plateado y con una tapita que se abre y se cierra, y he colocado la foto que nos hicimos el año pasado, en la playa, cuando me picó la medusa y no te separaste de mi lado porque creías que me iba a pasar algo, pero aquí en el colgante es más pequeña para que quepa.
Qué sonriente estabas, espero que sigas sonriendo, y que no hayas adelgazado mucho, por favor espero que estés comiendo bien, con lo tiquismiquis que tú eres para las comidas...es importante que te alimentes que sino te pondrás enfermo, como cuando tuve que llevarte al hospital porque te mareabas y el médico nos dijo que era falta de hierro, ¡qué rápido empezaste a pedirme lentejas!.
Ya son las 02:42 y te echo de menos.
Extraño el olor de tu piel, y el brillo de tus ojos, tu pelo corto y rubio que ya se está oscureciendo, tu sonrisa, con esos dientes tan blancos que nunca sabes lavarte bien y tiras la mitad de la pasta por el desagüe, tu voz, esa voz que ya no inunda mis oídos cuando llegas a casa a la hora de comer, y ese abrazo, ¡ese abrazo en el que nos fundíamos los dos!, ojalá pudiese abrazarte hora mi vida...¿¡dónde estás!?
¿¡dónde estás!? ¿¡dónde estás!? ¿¡dónde estaaaaaaaaaaaaaaaaaas!?
Tu padre acaba de despertarse y encender la luz. Tardará 2 minutos en ver que no estoy en la cama y salir sin ponerse el abrigo a la puerta porque sabe que igual que ayer, he salido aquí.
No entiende que no puedo dormir si no sé dónde estás, ni con quién estás, y mañana les dirá a tus abuelos que está preocupado por mí, que no como, que no quiero hacer nada.
Mi vida, yo sólo quiero que vuelvas conmigo.
No puedo dejar de pensar en aquella mañana en la que saliste a jugar aquí, en este bordillo donde estoy yo, y cuando salí para ver cómo estabas, habías desaparecido. ¿¡ Por qué dios mío?! ¿¡ A dónde lo has llevado?!
Sólo pido una señal, que alguien me diga que estás vivo mi niño, que te tratan bien, que no tienes miedo...
Papá acaba de salir y se ha sentado junto a mí. Los dos nos hemos abrazado y hemos llorado juntos. No entiendo que mal pudimos hacer para merecer este castigo.
Mañana los policías volverán a buscarte, ya lo verás cariño mío como mañana te encontrarán.
Y estaré esperándote en casa ansiosa por llenarte de besos mi vida, y papá te llevará al río a pescar y los domingos iremos a la ciudad a la feria, te lo prometo, sólo tienes que volver.


Cada día en España desaparecen personas. Niños y adultos son tragados por la tierra y nadie sabes cómo, cuándo o porqué. Ves la noticia en el telediario y das gracias porque tú nunca lo has vivido pero ves a esos padres, hermanos o hijos y dices: "pobre gente" pero cuando la sección de noticias pasa a la sección de deportes tu mente borra ese momento de malestar para dejar paso a lo demás. Pero ese padre, madre, hijo, familiar, sigue ahí, cuando la cámara deja grabarle sigue llorando, incluso llora más porque otro día más se va a dormir sin saber nada. Y es que nadie sabe lo que es vivir en la angustia, saber que desconoces si os volveréis a ver.
Hoy hago un llamamiento para que luchemos contra esas mafias que trafican con órganos de niños secuestrados, contra aquellos hombres que secuestran a mujeres para violarlas, contra los pedófilos, contra los que rompen vidas sólo por cobrar dinero a cambio de una vida.
Y me dirás, ¿pero yo que puedo hacer?
Basta con que te fijes en la foto que esa madre llorando enseñe por televisión y luego busques esa cara en los niños de la calle, que sospeches de una persona que no deja de mirar a unos niños jugando en el parque, que denuncies a aquel o aquella que intente tocarte en cualquier momento.

La llave para cambiar el mundo está en nosotros, la cerradura solo se girará si somos muchos los que hacemos fuerza.

sábado, 19 de enero de 2008

Río abajo lo veré

Lo que me gusta más del río es que nunca es igual que ayer, sus aguas siempre fluyen sin descanso, si en paz deseo yo vivir un precio he de pagar, no saber lo que este río está ocultando.
Río abajo lo veré, sé que río abajo lo veré.
Me asomaré, río abajo lo veré.
Lo encontraré, libre ya por fin.
No sé porqué...algún sueño debe haber, río abajo esperará...por mí, sólo por mí.
Lo escucho allí junto al ciprés, tras la cascada sin final, sutil sonido que distante llama,
he de ignorarlo por un hombre que me dé seguridad, a pesar de lo que me diga mi alma.
Río abajo lo veré, río abajo lo veré.
Me asomaré, río abajo lo veré.
Lo encontraré, libre ya por fin.
No sé porqué...algún sueño debe haber, río abajo lo veré....


¿Te suena esta letra?
¿La recuerdas?
Una pista: Pertenece a una película.

Cuando la viste por primera vez serías un niño o una niña, y esta canción sólo significaba un rato de música que amenizaba la película y era placentero poder escuchar una voz tan bella como la de Gema Castaño.
Escúchala de nuevo. Verás que ahora si te paras a comprender, a hacer tuya cada palabra que esa india de gruesos labios cantaba mientras buscaba el sentido de su vida.
¿Acaso no buscas tú el sentido de la tuya?


¿Qué camino elijo yo?
¿Ser tenaz como el tambor?
¿Debo unirme a Kocum?,
¿He de olvidarme de soñar?
¿O aún creer que me espera un sueño?
Río abajo lo veré.

Vive la vida, vive ese río, navégalo, tienes mucho que descubrir mucho que encontrar y nunca es tarde para embarcar.... río abajo lo verás. Podré ser muy infantil porque me gustan las letras de películas para niños, pero una de las virtudes de Disney es que las canciones esconden mensajes que los niños no llegan a captar, pero los adultos podemos aprender.

http://www.youtube.com/watch?v=hVVSpA5kfHA

jueves, 17 de enero de 2008

La ciudad


Me gusta subir a la azotea cuando el sol está a punto de esconderse bajo el horizonte. Parece que, por unos minutos, mientras me encaramo a la barandilla de ladrillos, la ciudad se detiene para tomar aliento. Entonces suelo preguntarme hacia dónde voy, porque venir, sólo vengo de un sitio. Imagino mi vida, me pregunto si soy feliz, y mirando hacia abajo veo pasar continuos puntitos, personas, hombres y mujeres con diferentes vidas y entonces me da por pensar ¿qué será de ellos?.

A menudo nos cruzamos con personas e imaginamos quienes serán, dónde vivirán, a qué se dedicarán, y todo con sólo ver su ropa y su cara. Nunca sabes si has acertado porque seguramente nunca volváis a encontraros pero te vas alejando, mientras vuestras espaldas se dicen adiós, creyendo que esa persona era y será lo que pensabas.

Aquí todo parece minúsculo y el aire negro puede verse formando una cúpula en medio de la calle principal. Las aceras grises quedan ocultas bajo los pies de miles de transeúntes estresados y depresivos que sueñan con ganar dinero para comprar un poquito de felicidad. A veces me dan ganas de lanzarles poemas desde aquí arriba, pero sé que de cada 10 sólo dos se pararán a recogerlos, uno para ver qué es ese papel y luego sin tan siquiera leerlo, arrojarlo de nuevo al suelo, otro quizás para leerlo pero tampoco entenderá qué quiere decir.

Me gusta esperar a que se enciendan las luces que inundan la noche. Unos segundos antes imagino que se apagan todas de golpe, incluso dibujo en mi mente a los ciudadanos en atascos, tiendas, edificios y calles gritando y corriendo asustados, en plena oscuridad, nombrando no sé qué de un repentino caos y un terrible descontrol, como si se tratase de una hecatombe. Entonces imagino como uno a uno se irían deteniendo y callando al ver el intenso fulgor de las estrellas. Claro, como ninguno habrá visto nunca antes una estrella...

Cuando se encienden las luces estiro las piernas y bajo de la barandilla. Suele hacer frío y el ruido de la calle cambia los pitidos por el silencio. Me gusta mirar hacia arriba y ver cómo la cúpula de aire negro se funde con el cielo de noche, como si se escondiera para no ser descubierto y aniquilado.
Miro mis manos, veo como envejecen día a día y me gusta.

El ser humano se queja de no ser feliz y de vivir para trabajar, o de no vivir, pero olvida lo maravilloso que es estar aquí, sin motivo, tener un cuerpo que es sólo nuestro, ser dueños de una máquina maravillosa capaz de hacer cosas tan magníficas cómo sentir la aspereza de un ladrillo con la piel de la palma de la mano.

Me gusta caminar descalza hasta la puerta y girarme para ver a lo lejos puntitos de luz, y pensar que a millones de kilómetros de mí hay personas, en otros lugares, con otras vidas, que comparten conmigo la increíble oportunidad de existir en este bello planeta.

Me gusta mi ciudad...y cerrando la puerta espero ansiosa a que llegue de nuevo la hora de volver a la azotea, porque me gusta ver cómo se detiene para tomar aliento, cuando el sol está a punto de esconderse bajo el horizonte.


miércoles, 16 de enero de 2008

Mensaje en una botella


Querido desconocido:

Esta carta sin destino lleva tu nombre invisible,
te pienso mientras la escribo,
aunque desconozca si existes.

Te imagino imperfecto,
soñador imperturbable,
tu cuerpo inmensa muralla, de brazos dos lazos que empujan mis alas,
que cosen heridas dolientes de sangre.

Tu cuerpo la alegría, cultivado de defectos,
esos que se equilibran con tus virtudes, esos que me enamoran con sólo sentir un beso.
Tu alma el barco de madera que surca la vida,
esa que ahora es tuya y quizás en un futuro fluya junto a la mía.



domingo, 13 de enero de 2008

Destino


Se conocieron en el barrio. Él tenía 15 años, ella 14. Fue verla, y sentir que quería ver esos ojos todos los días de su vida. Sus amigos se burlaban de sus fantasías y le repetían que era un crío, que se dejase de amoríos y se centrase en jugar al fútbol o hacer las típicas gamberradas de los chicos de su edad, pero él sonreía por dentro, como un loco, porque sabía que todos le envidiaban.

Ella ni siquiera sabía que él existía.

Pasó el tiempo, crecieron y para asombro de todos él nunca dejó de quererla. Las burlas se transformaron en frases como "ya son muchos años ¿por qué no te fijas en otras?" y él lo hacía pero ninguna era como ella.

El mismo barrio, el mismo pueblo, las mismas gentes. Llegaba tarde a casa sólo por verla cruzar el parque, por verla ir de la mano con otros chicos, por simplemente alegrarse sabiendo que ella estaba ahí.

Cuando decidió confesárselo, ella no le correspondió. Ya le conocía, incluso a veces hablaban, pero no le quería y no era culpa suya, su corazón no reservaba un espacio para él.

La noticia le desgarró el alma pero aún sabiendo que no debía hacerlo se engañó, y logró convencerse de que todo era mentira y ella realmente le quería pero le ponía a prueba, así que no la olvidó.

Un día se enteró de que ella iba a casarse. Con el corazón a 100 por hora y la rabia en cada poro de su piel fue a la iglesia, y la vio allí, más radiante y bella que nunca, saliendo de la mano con él.

Tristeza, dolor, nauseas, desesperación...todo se amontonaba en su pecho debilitándole. En un último intento se acercó entre la multitud que felicitaba a los recién casados y, tras darle la mano a él en señal de enhorabuena, se acercó a ella, a su oído diciendo:

"Sé que nada de ésto es cierto por eso te seguiré esperando, sólo tienes que buscarme, deja que tu corazón te guíe, yo siempre te querré"

Acto seguido acarició su cara, besó sus labios y salió corriendo ante la mirada atónita de todos los presentes que cesaron su algarabía al instante. Mientras algunos invitados le insultaban e intentaban perseguirle y él corría como un galgo calle arriba, el novio se acercó a ella y le dijo: "¿Quién era ése y por qué te ha besado?" Pero ella no pudo responder, simplemente sintió una punzada de dolor en el estómago, y su madre, al mirarla, leyó en sus ojos que daría cualquier cosa por no haber dicho "si quiero" aquella mañana de abril.

Pasaron los años, y esa muchacha de 20 años se marchó a vivir fuera del pueblo.

Él siguió su vida: continuó trabajando en el negocio familiar, viajó mucho y nunca dejó de pensar en ella.

Mientras, a cientos y cientos kilómetros de él, ella tenía un hijo y se sentía feliz hasta que su vida se transformó en un infierno. Su marido pasó de los "te amo" a creerse su amo, y hacer de su vida una esclavitud. Durante mucho tiempo tuvo que aguantar sus gritos, sus golpes, sus broncas y su falta de respeto y cariño, hasta que se cansó. Cogió a su pequeño y le denunció. Una vez divorciada, volvió al pueblo con su familia y aquel joven que un día besó sus labios y salió corriendo, seguía allí.

Mirando a su hijo se preguntaba si realmente existía el destino. Cuando tenía 14 años un chico de 15 le enviaba flores por su cumpleaños, le escribía poemas y siempre estaba ahí cuando menos lo esperaba para acompañarla a casa o dejarle su chaqueta quedándose congelado en mitad de la calle. ¿Por qué no se dio cuenta? Porque era demasiado joven, era sólo una niña, si, quizás era el amor de su vida pero ¿qué iba a hacer si aún le quedaba tanto mundo por conocer?

Tenía miedo. Ahora sabía que le quería, que era el hombre que la hacía feliz pero no podía irrumpir en su vida, ya no, sólo recibiría la respuesta de "¿cómo puedes ser tan egoísta, de verdad pensaste que te seguiría esperando?"

Y muchas veces quiso ir a verle, sólo a verle, pero le daba miedo.

Él había aprendido a vivir con su recuerdo, a seguir su camino de manera estoica, sin dolor ni placer, sin nada más que comida para comer, ropa para vestir, amigos con los que conversar y una cama para dormir. Pero cuando se enteró de que ella había regresado, dejó todo y salió corriendo, como hizo una vez, para encontrarla. En ese mismo instante ella decidió ser valiente e ir a verle, aunque no pudiese decirle la verdad.

En mitad de la calle se reencontraron. Más viejos, menos vivos pero igual de enamorados. Sobraron las luces, sobró el aire, faltó la música de fondo.

"Te encontré"

"Nunca dejé de esperarte, sabía que volverías"

Se conocieron en el barrio.Él tiene 35 años, ella 34. Fue volver a verla, y sentir que quería ver esos ojos todos los días de su vida....

y los ve.




Tengo un amigo que cree en el destino, y yo también. Hoy me contó una historia real de dos personas que el destino decidió unir y que él conoce. Se lo dedico a ellos, sé que no es la misma al pie de la letra pero habla del destino, que, al fin y al cabo, es la mano que mueve nuestros hilos.

¿Por qué la ciencia no puede escribir poesía?


Las condensaciones de humedad agrupadas en cúmulos de diminutas gotas de agua dejaron paso a miles de ondas de corta longitud que, chocando contra partículas de polvo en millones de direcciones, llegaron a nuestros ojos en forma de color azul, mientras que las ondas producidas por la difracción de la luz solar que se desvían menos llegaron directamente a nuestros ojos desde el sol.


Y te preguntas por qué la ciencia no puede escribir poesía...


Las nubes de lluvia perdieron su color gris alcantarilla para emigrar a lo invisible, dejando paso a un cielo azul, espejo de mar, reflejo de agua, tejado formado por todas las lágrimas que caen de nuestras mejillas al suelo, para protegernos de la tristeza, para evadirnos del miedo. Mientras, los rayos de sol surcaban el aire adormecidos, enviados desde aquella estrella dadivosa, que nos da la mayor de las necesidades, la vida.


Dame un metáfora, y convertiré tu realidad en fantasía.



martes, 8 de enero de 2008

Más allá de una mirada


Como cada tarde atravesó el parque para llegar a la pequeña plazuela de bancos de piedra donde se reunía su grupo de poesía. Muchos de los que allí se acercaban sólo lo hacían para escuchar las lecturas, incluso algunos no sabían leer pero aquellos minutos parecían alejarles del mundo real, de la propia ciudad, e introducirles en la belleza de las rimas y de los versos.
Ella era joven y bella. Melena larga y castaña, ojos verdes, mirada intensa, sonrisa profunda.
Solía ser la segunda lectora y elegía a menudo escritos de Aleixandre porque era su favorito.
A veces leía sus propios poemas, entonces se ponía más nerviosa de lo normal, un miedo que desaparecía al desatarse los aplausos de los presentes cuando terminaba.
Muchos hombres se acercaban allí sólo por verla. A menudo la invitaban a tomar un café o a dar un paseo y ella siempre ponía excusas o conseguía rehuirles para irse a su casa.

Un día llegó antes de empezar la reunión y encontró sentado en uno de los bancos a un joven de cabello negro. Lo que llamó su atención fueron sus ojos, dos grandes ojos grises que mantenían la mirada fija en ella. Se quedó parada devolviéndosela pero él siguió impasible, sin hacer ningún gesto. Fueron llegando los demás integrantes y oyentes y cuando volvió a reparar su vista en el banco, él seguía allí, con una media sonrisa, y con la mirada fija en ella. Con una mezcla de sorpresa e incomodidad se sentó en un banco opuesto y la reunión comenzó. Cuando le tocó iniciar su lectura volvió a mirarle y él seguía igual, con sus ojos fijos en ella.

"Amor demorado. Amor en los dedos que pulsa sin ruido, sin voces. Y yo te miro a los ojos, te miro y te oigo. Oigo el alma quietísima, niña, que canta escuchada. Amor como beso. Amor en los dedos, que escucho, cerrado en tus manos." Vicente Aleixandre. <<>>

Los aplausos inundaron la plazuela y él entre los demás la observaba, sonriendo. Al día siguiente se repitió la situación. Y al día siguiente. Día tras día cada vez que le miraba le sorprendía observándola. No era como los demás hombres que la acosaban a invitaciones y proposiciones alocadamente románticas. Él se limitaba a sentarse en el mismo banco, escucharla recitar mientras sus ojos grises se grababan sobre ella y antes de que pudiese mirarle de nuevo, desaparecía entre la gente sin dejar rastro. Una tarde decidió acercarse a él. Con la intención de que pareciese un encuentro fortuito, se sentaría a su lado y entablarían una conversación, así ella esperaría a que él hiciese algún comentario sobre lo guapa que era, lo mucho que le gustaba ir allí sólo para verla y luego intentar convencerla para irse juntos a tomar algo, cómo hacían todos lo demás. Mientras se acercaba a él sentía con más intensidad su mirada. Era diferente a todas las demás. Era pura, sin expresión, unos ojos que la desnudaban fugazmente.

Separados por un metro de distancia, tropezó sin querer con su tacón y cayó pesadamente sobre él. Éste, sobresaltado, no supo reaccionar y ella acabó tendida en el suelo. Fue en ese momento cuando la mirada gris dejó de observarla, porque no podía verla. Él, era ciego. Nunca la había observado fijamente, jamás había visto brillar sus ojos verdes, ni a su melena ondeando al viento. Nunca la había visto. Ni siquiera sabía que ella existía...Ahí, tendida en el suelo, sintió un dolor terrible en el corazón y más en el alma, por haber creído lo que no era.


- Lo..lo siento. He tropezado, ¿Te he hecho daño? son estos tacones que no los controlo y...
- No pasa nada, estoy bien espero que tú también. Creo que reconozco tu voz, eres...¿Eres la segunda lectora de poemas? ¿Te gusta Aleixandre...?

- Sí, sí, soy yo. ¿Pero cómo...?
- Desde que te escuché por primera vez me enamoró tu voz. Cálida y sencilla, con matices suaves. Esa belleza de acordes capaces de recitar versos de tal manera, que has conseguido que sienta todo lo que el poeta sentía al escribirlos, es más, incluso he conseguido ver cada instante de las historias. No sé cómo eres, ni quién eres, pero sé que tienes algo que te hace especial.

Por primera vez en su vida, se sentía querida de verdad. Más allá de su físico, alguien había reparado en su voz, vía de escape de todos sus pensamientos, emociones y dudas.


- Tú también me has enamorado. Desde que te vi ahí alteraste mi vida. No sé que es lo que me haces sentir, las ganas de sonreír o el perder el miedo si tú estás cerca. Creí, como una tonta, que me mirabas, y que lo hacías porque lo único que te interesaba era mi cuerpo, más allá de mi corazón. Me alegro de haberme equivocado, me siento afortunada, para mí no es ningún obstáculo tu ceguera para que yo pueda quererte, porque ya te quiero.

- Entonces... déjame que te diga...déjame...déjame...


"Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir, piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume, suave carnación que delicadamente te niega, mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose, ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables, dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega."


- Es Vicente Aleixandre. ¿Cómo lo has aprendido...?

- Aprendo todo lo que del mundo se me niega poder ver, escuchándote, porque tu voz es mi camino y tú la persona que me da fuerzas para seguir caminando.

martes, 1 de enero de 2008

Cuento del siglo XXI


- Mama cuéntame un cuento...

"En un planeta azul llamado Tierra, vivían diversas especies de animales y una de ellas, la más maravillosa de todas, eran los llamados seres humanos. Se denominaban personas y tenían diferentes tonalidades de piel, cualidades y maneras de comunicarse. Entre su multitud de rasgos diferenciadores del resto de seres vivos estaba el amor. Esos seres eran capaces de enamorarse unos de otros y desde el comienzo de los siglos había existido ese sentimiento. Pero atención pequeña, el amor había sido, era y sería siempre entre mujeres y mujeres, y hombres y hombres.

Dejando a un lado el concepto de procreación, el amor surgía de manera natural de una mujer a otra y, por otro lado, de un hombre a otro. Las familias se formaban por dos madres y los hijos, o por dos padres y los hijos. Los niños eran fruto de la unión entre hombres y mujeres y todos vivían en paz, aunque muchas veces surgían conflictos de guerras entre países que terminaban con el paso de los años.

En una ciudad vivía un muchacho. Era panadero y trabajaba duramente con sus dos padres. Un día, mientras caminaba por la calle llevando una cesta llena de barras de pan, tropezó torpemente con un bordillo y cayó al suelo, entonces, una joven que pasaba a su lado se arrodilló a ayudarlo.

Todo ocurrió en un instante fugaz.

Un cruce de miradas.

Ella agachó la cabeza cómo si intentase ocultar algo y rápidamente introdujo las barras en la cesta. Él la imitó y sus manos se rozaron. La sensación que sintieron quemó sus pieles, elevó la temperatura de la sangre, les dio miedo.

Pero volvieron a mirarse y ella se levantó y desapareció, observándole, entre la muchedumbre.

Desde aquel día no pudo dejar de pensar en ella.

Por su cabeza revoloteaban millones de pensamientos. Unos eran de pasión, pensar en ella era sonreír tontamente y querer gritar y saltar y correr para verla de nuevo. Otros eran de deseo, de volver a rozar su mano y sentir esa sensación prohibida. Los demás eran de miedo y cuando estos se cernían sobre él se sentía sucio, se sentía mal. ¿Qué le ocurría?

Intentó fijarse en otros muchachos. Muchos eran guapos, atléticos, fornidos. Otros eran muy inteligentes y conversar con ellos era apasionante, pero nada. Sus labios probaron decenas de bocas y seguía sintiéndose vacío. Acarició la piel, intentó amar, pero no lo sentía porque su corazón se negaba a hacerlo.

Entonces pensaba en ella y todo florecía. Sólo con imaginar que la besaba le recorría un escalofrío por el cuerpo y se sentía verdaderamente vivo. Fue entonces cuando volvieron a verse en mitad de una acera abarrotada de personas. Ella extendió su mano y le hizo un gesto para que la siguiese.

Fue allí, escondidos en un callejón, donde desnudaron sus almas.

Cuando regresó a su casa quiso proclamar a los cuatro vientos que era feliz que había encontrado

el amor, pero no se atrevía. Durante meses siguieron viéndose a escondidas hasta que uno de sus padres les descubrió.

La noticia fue recibida como una desgracia para la familia. Sus dos padres le gritaron y le pegaron. Le decían que no comprendían que le ocurría mientras repetían palabras como "degenerado" "anormal" "diferente". Él sólo lloraba y les rogaba que le comprendiesen, sólo se había enamorado. Pero para ellos y para toda la familia era impensable que surgiese amor entre un hombre y una mujer, era anormal, era imposible.

Cuando el resto del barrio se enteró las bromas y las burlas fueron constantes. Durante un tiempo tuvieron que dejar de verse por miedo a ser agredidos y, cuando se reencontraron, sus corazones latieron al unísono y se fundieron en un sólo abrazo. Ella estaba más delgada, ojerosa, triste. Le contó que la habían echado de casa y que estaba sola. Con tristeza y rabia decidieron huir aquel día hacia las montañas y jamás regresaron a la ciudad. Sólo así consiguieron ser felices."


- ¿Te ha gustado el cuento mi vida?

- Si, pero no entiendo mamá. ¿Por qué la gente no entendía que un chico y una chica pudiesen enamorarse si eso es muy normal?

- Porque la gente se encierra en sus pensamientos y no es capaz de abrir su mente y ver más allá de lo que la cultura y la tradición han establecido, son incapaces de ver el mundo con el corazón.

- Pues no lo entiendo mamá, porque si los dos se quieren y quieren hacerse felices el uno al otro, ¿hacen daño a alguien amándose?

- Claro que no mi vida, no dañan a nadie.

- Que tonta era esa gente ¿verdad mamá? Cuando yo sea mayor respetaré a todos por igual.

- Espero que así sea pequeña.

- ¡Ya lo verás mamá!




En una de nuestras numerosas conversaciones de política y sociedad surgió este tema y una amiga mía para argumentar su opinión dijo una gran frase: "Imagina un mundo donde el amor natural, normal y puro sólo sea el homosexual y tú de enamores de alguien del sexo opuesto. ¿Qué sentirías? ¿Lo verías como algo malo o sucio o anormal?"

Tanto ella como yo seguimos pensando que queda mucho por hacer, muchas mentes por abrir, mucho por comprender y aceptar y demasiada tradición cultural impuesta que romper. El ser humano está en movimiento, si hoy amas a alguien de sexo contrario es porque tu corazón así lo decide no porque sea una ley establecida.

Sé tolerante, no eres lo suficientemente sabio como para juzgar sin unir corazón y razón, ve más allá, abre tu mente, no temas a lo que es diferente y enriquécete todo lo que puedas.