jueves, 30 de diciembre de 2010

Adiós 2010

- Mamá, tengo miedo.
¿Qué pasaría si el año se va, porque ya se tiene que ir, porque no le quedan más días y todos estamos preparados para despedirlo...y no viene el siguiente? ¿Qué pasaría?

- Vendrá, seguro que llega.

- Pero mamá, ¿y si se le olvida venir? ¿o no quiere venir porque todo el mundo está enfadado?
-Vendrá.
- ¿Por qué estás tan segura?

- Porque hablé ayer con él. Vino a verme, mientras papá y tú jugábais afuera. Estaba disgustado, porque su primo, el 2010, le había dicho que sus días fueron duros y difíciles y que le deseaba suerte. Entonces le tranquilicé, le prometí que todos éramos buenos y teníamos muchísimas ganas de conocerlo.
- ¿Y qué te contestó?
- Que entonces vendría, con mucha, mucha ilusión.
- Gracias mamá
- Vámonos hijo mío, que antes de que acabe el año tienes que aprender a sentir el viento al galopar.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Kings and queens

Cuenta la leyenda que un día parecido a éste
los jóvenes decidieron plantarle cara al mundo.
No importaba el color.
De la piel, de la voz, del pelo.
El grito fue claro: Basta.
Y para vencer la batalla formaron un ejército rodado.
Altos, bajos, veloces y lentos. Todos.
Y si uno no podía, otros lo llevaron.
Sus armaduras eran ligeras, como la alegría
inquebrantables como la fe
y poderosas, como la palabra.
Se vistieron de colores, con máscaras, con plumas, desnudos, con agua.
Y rodaron, calle abajo, mundo abajo, calle arriba, mundo arriba.
Y hablaron entre ellos, aún sin entenderse, con el idioma de la tierra.
Nunca creyeron en los reyes ni en las reinas,
pero aquel día cuentan
que todos lo fueron.
Por eso hoy, hijo mío, tú puedes decir sin miedo que eres dueño de tu vida y que eres libre.

martes, 21 de diciembre de 2010

Hoy te diré dos cosas

Lo que hoy quiero decirte, lo diré sin palabras.
Para que lo escuches con los ojos,
y lo veas, con el alma.




jueves, 16 de diciembre de 2010

Exámenes......

Mamá, papá....
voy a dejar de estudiar.

¿Por qué?



Porque no os imagináis cuánto me pesa ya la cabeza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La princesa muda

Me ocurre muchas veces, sobre todo en época de exámenes, que antes de dormir me sorprendo recordando aquellos cuentos que solían contarme de pequeña.
Supongo que es una forma de evadirme de este miedo a crecer que nunca perderé.

Ayer volví a verme sentada en la cama, en casa de los abuelos, sumergida en la historia de "La princesa muda" (seguro que tú, MAN, sabes cual es).

Recordé exactamente el cabello pelirrojo de la muchacha y de como la sirvienta la peinaba durante horas.
Entonces ella quiso tener un piojo y la pobre mujer tuvo que quitarle uno a un mendigo y se lo puso en el pelo.
Y ella le cogió tanto cariño que lo cuidó como a un bebé, por lo que el piojo llegó a alcanzar el tamaño de un cochinillo.
Entonces el rey lo mandó matar... (pobre piojo, recuerdo que me dio muchísima pena).

Y con su piel hizo un pandero y dijo que quién adivinase de qué estaba hecho tendría la mano de la princesa (que era tonta y caprichosa, todo hay que decirlo).
Y nadie lo acertaba, claro está.
- ¿De qué está hecho el pandero?
- De piel de cordero, alteza.

Nada... y la otra se reía en la habitación, porque ninguno acertaba.
Entonces llegó un príncipe guapísimo (y muy buena persona, que eso siempre se lo saltan)
y ella, al verle desde el balcón, quiso que él acertara y le gritó:

- ¡Escuche caballero! ¡De piojo es el pandero!
Pero él no lo oyó...y dijo otra cosa.

Pero ¿quién sí lo oyó? Menudo disgusto para la princesa.... pues fue un mendigo muy viejo, que se presentó y dijo
- ¡De piojo es el pandero!
Y ala, ya teníamos boda.

Sí, son días difíciles, días para no perder el tiempo... pero a veces necesito volver allí, a esa casa, a esa cama, con mis cuentos...

http://picasaweb.google.com/ladeossa/LaPrincesaMuda#5183451599085480338

Quién quiera saber su final, ahí lo encontrará.

sábado, 11 de diciembre de 2010

¿Tú crees en la política?

- Papá, tengo que hacer una encuesta a mi familia sobre España. A ver... ¿tú crees en la política?
- Difícil cuestión... primero pregunta a los demás y cuando termines vienes, que tengo que pensarlo bien.

- Abuelo, escúchame un momento, ¿tú crees en política?
- Mira hijo, ves ese papel de ahí, léelo y me dices qué pone.
- Pone que estás gordo y tienes que hacer régimen.
- ¿Gordo yo? ¿Lo ves? La culpa la tiene Zapatero.
- Entonces ¿crees o no crees?
- Estábamos mucho mejor antes cuando no había tanta tontería con....

- Abuela, el abuelo dice que el culpable de que esté gordo es Zapatero...
- No le hagas caso, ya desvaría, con lo buen hombre que es este presidente, mira, a mí me da mucha lástima todo esto, los pobres trabajadores, pero ¡coñe! no debe ser fácil ser presidente tampoco, ¿no crees tú mi niño?
- Entonces, ¿tú crees en política?
- Yo creo en la familia, creo en los valores tradicionales, en dejar las leyes como están, que están muy bien.... y menos "gays" o "güis" o como sean y aquí nada de abortos, porque vamos...
- Entonces.... ¿eres reaccionaria?
- ¡Ay! ¡No digas eso niño! Soy tradicional, como fueron mis padres.
- Vale, gracias abu

- Juli, ¿me dejas pasar?
- ¿Qué pasa enano?
- ¿Tú crees en la política?
- Sí, aunque ahora todo es una mierda. Los políticos pierden los ideales cuando alcanzan el poder y se centran más en "joderse" unos a otros que en arreglar los destrozos. Es un continuo "saca-votos" y caretas, miles de caretas. La política da asco, acaban vendiéndose, perdiendo su honestidad y nunca son realmente sinceros... ¿te he respondido?
- Vale, sí... ¿entonces tú eres anarquista?
- ¡Qué dices tío! No te enteras de nada... Mira, déjalo, tú pon que yo pienso que estaríamos mejor si fuera una República...

- Ana, ¿te molesto?
- Dime peque
- ¿Tú crees en la política?
- Creo en la democracia, en la libertad religiosa, en la mujer, en el hombre y creo los ideales políticos, no en la política.
- Mmmm... ¿entonces?
- Entonces.... soy... una votante más que aún tiene fe en que exista el autogobierno.


- A ver, Jaime, ¿tú crees en la política?
- ¡bubububububububu!

- ¿Qué le preguntas al bebé hijo?
- Nada mamá, dime, ¿tú crees en política?
- ¿Y esto a que viene?
- Es para el colegio...
- Pues no sé hijo, ahora mismo no creo. Tu padre en paro, pagando dos carreras universitarias a base de becas, tú en el colegio y sin comedor, el bebé, los abuelos ya casi no tienen su pensión, tenemos deudas, hipoteca, las vacaciones se pasan aquí, el mercado cada día está... ¡es un abuso!....
- Mamá, mamá...¡no te enfades!
- Ya hijo, ya.... pues eso, que no creo, que estoy harta de todos.


- Terminé papá
- Y bien Manu, ¿qué conclusión has sacado?

- Pues.... que el abuelo es franquista, la abuela es reaccionaria, Julián es anarquista, pero el dice que es republicano y Ana es idealista.
El pequeño Jaime todavía no sabe dónde se ha metido y mamá es apolítica.
- Ya veo...
- ¿Y tú papi? ¿tú crees en la política?
- Yo sí hijo, hay que creer en todo.
- ¿Entonces eres creyente?
- Sí, eso es, soy creyente.
- Gracias papá.

- Espera, Manu ¿y tú? ¿tú que piensas de la política?
- No sé... creo que yo soy como tú papá, soy creyente.
- ¿Ah sí?
- Sí, pero yo soy más de los Reyes Magos.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Paule

Eran personas en un sala. Podrían ser personas totalmente normales, podrían ser asesinos o amigos charlando.
Paule era la más joven. Su historia era de las más graves, por eso cuando Yun la observaba sentía verdadera lástima por ella.
Luego estaba él, el hombre corpulento, ese que tenía una mancha negra en la mejilla.
Y los demás.
Todos, igualmente, estaban algo tristes aquella mañana.
Cuando la anciana Ms. Elles entró se levantaron, con sonrisas ensayadas y movimientos sincronizados.
Se sentaron cuando ella lo hizo.
A su pregunta de cómo se encontraban aquel día de primavera ninguno respondió, no tenían ganas.
Era común. Así empezaban las sesiones, primero silencios inapetentes y luego monosílabos que dejaban paso a dos horas de intensa conversación, dónde unos siempre intentaban tener protagonismo y otros sencillamente escuchaban.

El anciano Josef repetía de nuevo cómo la última semana había estornudado y tosido durante días enteros por culpa de las gramíneas, el polvo, los olivos del paseo de su calle, el pelo del gato de su vecina, el pelo del hámster de su nieta y el pelo del hurón del joven al que le alquilaba el piso.
Después, una mujer de mediana edad asentía satisfecha al explicarles cómo ella luchaba día a día con su alergia a todos los alimentos conocidos: frutas rosáceas, rutáceas y exóticas, carnes de cerdo y de ave, leche y cereales y por supuesto, mariscos y frutos secos.
- Es cuestión de luchar contra los obstáculos y no dejar que ellos te puedan derrotar - afirmaba.
Entonces el hombre de la mancha negra en la cara solía bufar, cambiando de postura y decir algo pesimista, bien porque así lo sentía o bien por fastidiarla.
Aunque ella nunca solía picar de su anzuelo.
Entonces Yun hacía desvanecerse a la tensión con sus chistes sobre sus propias experiencias, sobre cómo descubrió su alergia al látex y cómo, desde entonces, fregar platos y hacer el amor eran para él actividades muy entretenidas.
Todos reían en ese momento, incluso Paule.
Ella era de las que escuchaba y evitaban hablar. Su historia era peculiar y triste, tanto que veía muy lejos el día en que pudiera bromear sobre ello. Seguramente nunca podría.
El hombre de la mancha en la cara lo entendía muy bien, por eso cuando le preguntaron qué le había traído allí sólo respondió: si me da el sol, me muero.
Y desde ese momento la gente del grupo dejó de fijarse en su piel, totalmente cubierta de manchas marrones, mucho más grandes según iban ascendiendo por su cuello y su cara.
Y así, cuando vio que Paule no quería hablar, le puso la mano en el hombro y la tranquilizó.
Al acabar la sesión todos se despidieron y la anciana Ms. Elles pidió a Paule que se quedara un momento.
- Has estado callada - le dijo con su voz de abuela.
- No tengo ganas de hablar hoy - respondió.
- ¿Por algo que quieras compartir conmigo? - preguntó esta vez.
- Ayer Jady estuvo llorando toda la noche y no pude cogerlo en mis brazos.
- Entiendo...¿quieres que hablemos de ello? - insistió.
- No, es tarde, tengo ganas de volver a casa.

La clínica cerró, como cada viernes y Paule volvió a casa.
Iba tranquila, el tiempo allí era seco todo el año.
Cuando llegó a a casa la esperaba su marido, sonriente, con el pequeño en brazos.
- Mira Jady quién está aquí - susurró.
Y el pequeño pataleó entusiasmado al ver a su madre, extendiendo su brazos regordetes hacia ella.
- Hola mi vida...

Para Paule lo peor de su historia no era tener prohibido beber agua ni zumos de frutas.
No era la única ducha permitida a la semana, de diez segundos.
Ni si quiera el momento en el que le dijeron que la causa había sido una sobredosis de penicilina, que era algo muy poco común, sólo lo padecían 30 o 40 personas en el mundo.
No pensaba en el momento en que, al salir de la ducha aquel día, su cuerpo enrojeció entero y cayó al suelo, postrada por el dolor y el picor.

No.
Lo peor de su historia era mirar al pequeño Jady y saber que cuando él más la necesitaba no podía acudir, pues sus lágrimas no sólo le hacían daño en el alma, sino también en la piel.

martes, 7 de diciembre de 2010

Cookies II

Mi mamá ha hecho galletas con trocitos de naranja.
MAN ha llamado y me ha contado que ella hizo una galleta gigante y luego la cortó porque no sabía como hacer las galletitas pequeñas.
Mamá y papá me han reñido por comer las galletas calientes.


Como nos gustan las galletas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Hueles a lluvia, Navidad

¿Qué le voy a hacer?
Si estamos a 6 de diciembre,
si llevo estudiando desde las 7:30 de la mañana (con un ojo abierto, el otro cerrado, un ojo abierto, el otro cerrado...)
si echo de menos no estar ahora mismo en el hospital de aquí para allá llevando la bata como "Superman" y enriqueciéndome con las vidas de los que allí se encuentran.
¿Qué le voy a hacer?
Si desde hace media hora dos niños se han puesto a canta villancicos debajo de mi balcón.

Pues nada, ¿qué le voy a hacer?
dejo los apuntes y me pongo a cantar con ellos.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Sonreí

Sobrevolaron cuervos su pequeña barca,
y tiburones dentudos la rondaron.
También molestaron moscas enclenques,
y grandes focas marinas.
Hubo tormentas continuas,
truenos y remolinos gigantes.
Pero nunca lograron destruirla.
Intentaron miles de estrategias, mas fue imposible.
Pues contra los cuervos lucharon las nubes,
y las ballenas y los delfines y los "de delantes".
Y hubo muchos soles.


A fin de cuentas, había echado azúcar suficiente.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Puente de diciembre

El reloj digital de la mesilla sonó a las 7:30.
En ese momento, si hubiera sido un día cualquiera, Domos habría despertado.
Pero no. Domos decidía dormir. Domos decidía no trabajar.

Y su decisión costaría millones de euros y afectaría gravemente a la vida de millones de personas.

Cuando se levantó por fin a las 10:00 de la mañana, estaba nervioso.
Se sintió extraño al sorprenderse a sí mismo alejándose de la ventana para no ser visto por nadie de la calle. Quizás se sentía más culpable de lo que pensaba.
Ahogó el malestar en el café y encendió la radio mientras le temblaba suavemente el pulso.
"caos, locura, gritos, quejas, ultimátums del gobierno, ayuda militar, desastre....."

Domos tragó saliva. No, no se sentía bien. Sabía que no debían haberlo hecho.
Encendió el televisor del salón y las imágenes fueron mucho más impactantes que las palabras.
Tuvo que apagarla rápidamente, pues algo le golpeó fuertemente el pecho.
Se dejó caer como un peso muerto en el sofá y notó como le caían gotas de sudor frío por el cuello.
- ¿Qué hemos hecho? - se preguntó en voz alta, poniendo los ojos en blanco.

Y comenzó a gritar.- ¡¡¡¿ Dios mío qué hemos hecho!!!?

Aquel día hubo accidentes de tráfico, hubo peleas sangrientas de madrugada, hubo alguna caída tonta y casos de hipotermia por dormir en la calle. Hubo traumatismo por resbalones y por consumo de sustancias. Hubo violencia de género.
Aquellas 24 horas hubo dolores de estómago, neumonías y cánceres óseos muy dolorosos.
Hubo ancianos inmunodeprimidos y esquizofrénicos alterados rompiendo todo a su paso. Hubo muertes, muchas muertes, decenas, cientos, miles de muertes.
Mucha sangre, mucho dolor, mucho sufrimiento.

Y ni un sólo médico/a, enfermero/a o auxiliar que pudiera frenarlo.
Aquel día se recordaría siempre como "el fatídico día en el que la sanidad sufrió un parón por huelga total de todos sus trabajadores" y también por el número de fallecidos que produjo.
Los hospitales vacíos, camas llenas de pacientes sin medicación ni atención, familiares desesperados por salvarles la vida, ni una sola ambulancia en marcha, ni un solo centro abierto.
Ningún recién nacido atendido, miles de incubadoras apagadas.
Muertos, muertos, muertos.
Por eso Domos, enfermero desde hace 30 años, supo que se habían equivocado.

Y mientras tanto, en medio de la hecatombe,
en un rincón remoto del país, en una torre muy alta,
un hombre de la misma edad que Domos se preguntaba:

¿Y qué pasaría si lo hiciéramos nosotros?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

HIV

No al sida. Sí a la vida.



Basta de ignorancia
Súmate al grito de "PREVENCIÓN"



Sí a la vida.
Sí a la prevención.
No a la ignorancia de los que predican que el preservativo es insuficiente.
Lo que es insuficiente es la inteligencia de aquellos que aún niegan esta enfermedad.

Sí a los médicos y científicos que dedican su vida a estudiarlo.
Sí a los que lo padecen y no se rinden.
Sí a las ONGs, sí a BASIDA.

No, no se contagia con los besos. A menos que bebas 2 cubos de saliva.
No, no se contagia por el aire, ni por el agua, ni con un abrazo.
Sí, a la prevención y la inversión en investigación y recursos.
Sí, a la vida.
No al sida.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Alguien no vio nevar

Hoy Sonia comenzó a llorar de repente, apoyada contra la pared.
Todos hablábamos, inmersos en los ordenadores, redactando historias, compartiendo anécdotas, preguntándonos dudas.
Y no nos dimos cuenta.
Lloraba silenciosa, como lloran los adultos, para no ser vistos. Son esas lágrimas que drenan tristeza, porque la impotencia ya escapó por la piel.
Y lo hacia sin ruido, con calma, con paz. Rompiendo lentamente nuestras escafandras, adentrándose en los ojos y después más adentro.
Por respeto, tuvimos miedo de preguntar. A menudo los problemas personales nos desobedecen, y cuando los aparcamos fuera, junto al coche, se meten dentro con nosotros y no se van nunca.
Por eso todos pensamos que sus lágrimas eran circunstancias malas que no debíamos arañar.
Algunos nos acercamos, preguntando un ¿estás bien? y ella se limitó a sonreír, a secarse la cara y a decir que sí.
Y así, poco a poco, la sala se fue vaciando y todos acabamos la jornada de cada día.
Los "pollitos blancos" volvíamos a casa.
Pero ella siguió allí, apoyada contra la pared, sujetando el fonendo en una mano y la libreta en la otra.
Mientras tanto, a pocos metros de allí, un joven dos años menor que ella había dejado de mirar por la ventana, ya no vería los copos de nieve caer sobre el suelo sin llegar a cuajar.
Hoy había empeorado demasiado, un granito más en su reloj de arena.
Así, mientras lentamente fue sintiendo un alivio total de su dolor, uno de sus últimos pensamientos fue para aquella muchacha de cabello negro que siempre tuvo una sonrisa para él.

Sonia siguió llorando, preguntándose cómo la vida podía llegar a ser tan cruel y, en el mismo instante que él cerró los ojos para siempre, ella supo que nunca volvería a ser la misma.

domingo, 28 de noviembre de 2010

"Bubeaños beliiz"

Ayer fue el cumpleaños de "la tercera M".
Espero que todos lográsemos que fuese de nuevo un día perfecto para ella, aportando nuestros pequeños granitos de arena.
Sólo quiero que ella sepa cuánto la quiero y cuánto la necesito.
Y cuánto le agradezco que siempre esté ahí.
Eres un poco más viejita, pero cómo naciste con el don de la inocencia
cada año cumples la mitad
por eso tu risa siempre será de niña pequeña.
Te quiero "salchichita".

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cuando no puedo dormir

Recostado en la escalinata del Templo de oro, el joven Glauco observaba el horizonte. Presentía que algo malo iba a suceder.
Los dioses llevaban tiempo ofendidos por las acciones de los reyes atlantes, pues habían ido convirtiéndose en gobernantes soberbios y ambiciosos, que parecían estar dispuestos a controlar el mundo a base de conquistas.
Y aquello no podía aceptarse de los hijos de Poseidón.
En el otro lado, a unos kilómetros desde dónde el muchacho se alzaba, la bella Medea lo observaba, de pie bajo la sombra del Templo de plata, consciente de que sobre su amada isla se cernía un halo de oscuridad.
Y, allí abajo, la población continuaba su ajetreada monotonía, ajena a la inminente tragedia.



A veces, cuando no puedo dormir, me voy a las Torres de Hércules y desde allí me lanzó al mar, en busca de la ciudad perdida.
Y guiada por Glauco y Medea surco las calles y paseos hundidos, visito los templos de oro y de plata que se construyeron en honor a Poseidón y me duermo escuchando una y otra vez cómo ocurrió aquella catástrofe.
Y siempre, cuando tengo que regresar a casa, ambos me hacen jurar que jamás contaré a nadie dónde se encuetra La Atlántida.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

H

He conocido a un nieto que todos los días se levanta antes que su abuela para despertarla, después la coge entre sus brazos y la lleva hasta el baño, para hacerle su aseo. Luego la sienta en la cocina y le da el desayuno, aunque no siempre puede porque ella no se deja. Más tarde, vuelve a llevarla en brazos hasta la cama y allí la deja reposando, con el oxígeno puesto y nunca consigue robarle una mísera sonrisa.
Pero ahí está, cada día. Ella tan diminuta, tan bajita como un niño de 8 años. Y él, su nieto, un joven de 28, que vive para darle vida a ella.

También he conocido a un matrimonio que lleva toda la vida unido, que posee ese envidiable amor que todos anhelamos.
Él es gordito, con gafas de esas antiguas...antiguas y lleva ropa de esa antigua...antigua.
Ella está muy enferma, con alzheimer, con una fractura en la pierna que le impide caminar y con esas cuarenta mil enfermedades que tienen algunos viejitos.
Y ahí está él, que carece de muchos conocimientos, pero es el mejor médico/enfermero/rehabilitador/terapeuta/cocinero/auxiliar/asistente con el que su esposa podría soñar.
Y, mientras ella descansa en su mundo de demencias y confusión, él deambula por el hospital, nervioso, preocupado, porque sólo desea que se ponga un poquito mejor, para irse juntos a casa, para no tener que regresar sin ella.

Conocí además a una mujer de 75 años que era realmente agradable y rezumaba positividad por todo su ser.
Cuando le pregunté si no le importaba que le hiciera yo la historia clínica, sonrió ampliamente, invitándome a sentarme en su cama y comenzó a explicarme qué siente uno cuando el corazón deja de funcionarle bien.
Y así estuve más de una hora, con ella, llamándonos de tú, "porque si me llamas de usted me haces sentir vieja".

Y también a otro señor, que parecía que tenía demencia y resultó que estaba depresivo porque no veía casi a sus hijos y acababa de quedarse viudo, sólo necesitaba que alguien se diera cuenta de su tristeza y lo tratara. Y así fue, ha pasado de no querer comer a decir que la comida del hospital es lo más bueno que ha probado nunca, exceptuando la comida que le hacía su difunta, claro está.

Y sigo acordándome de "Paqui", del hombre que no me respondió al entrar, me acuerdo de cada rostro y cada momento, de sus gestos y sus miradas, sobre todo de sus miradas.
Si alguna vez dudé de querer seguir con esto, fue efímero.
Porque no tengo que esperar a fin de mes para sentir como se llena mi vida.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Los consejos de Esculapio

¿Quieres ser médico, hijo mío?
Aspiración es ésta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia.
Deseas que los hombres te tengan por un dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el temor. Pero ¿has pensado en lo que va a ser tu vida?

Tendrás que renunciar a la vida privada: mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta estará siempre abierta a todos.
A toda hora del día y de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus aficiones, tu meditación;
ya no tendrás horas que dedicar a tu familia, a la amistad, al estudio. Ya no te pertenecerás.

Los pobres, acostumbrados a padecer, te llamarán sólo en caso de urgencia.
Pero los ricos te tratarán como un esclavo encargado de remediar sus excesos: sea porque tienen una indigestión o porque se han resfriado, harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor molestia.
Habrás de mostrarte muy interesado por los detalles más vulgares de su existencia; habrás de decirles si han de comer ternera o pechuga de pollo, si les conviene andar de este modo o del otro cuando salen a pasear.
No podrás ir al teatro ni ponerte enfermo: tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos.
Buscabas el trato de hombres de talento, de almas delicadas, de ingeniosos conversadores.
En adelante, no podrás desechar a los pesados, a los cortos de inteligencia, a los altaneros, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado: prolongarás vidas nefastas y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir o denunciar acciones indignas de las que serás testigo.
Crees firmemente que con el trabajo honrado y el estudio atento podrás conquistarte una reputación: ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las chácharas y a los gustos de tus clientes.
Los habrá que desconfíen de ti si no gastas barba, otros si no vienes de Asia; otros, si crees en dioses; otros, si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez: tendrás que adoptar la actitud de un augur.
Eres activo, sabes lo que vale el tiempo.
No podrás manifestar fastidio ni impaciencia: tendrás que escuchar relatos que arrancan del principio de los tiempos cuando uno quiere explicarte la historia de su estreñimiento.
Los ociosos vendrán a verte por el simple placer de charlar: serás el vertedero de sus nimias vanidades.
Aunque la Medicina es ciencia oscura, que, gracias a los esfuerzos de sus fieles, se va iluminando poco a poco, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder tu crédito.
Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees, para curarla, un remedio que no falla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita.
No cuentes con el agradecimiento de tus enfermos.
Cuando sanan, la curación se debe a su robustez; si mueren, tú eres quien los ha matado. Mientras están en peligro, te tratan como a un dios: te suplican, te prometen, te colman de halagos.
Apenas empiezan a convalecer, ya les estorbas.
Cuando les hablas de pagar los cuidados que les has prodigado, se enfadan y te denigran.
Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen.
No cuentes con que este oficio tan duro te haga rico.
Te lo aseguro: es un sacerdocio, y no sería decente que te produjera ganancias como las que sacan un aceitero o el que se dedica a la política.
Te compadezco si te atrae lo que es hermoso: verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana. Todos tus sentidos serán maltratados.
Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas; tendrás que palpar tumores, curar llagas verdes de pus, contemplar orines, escudriñar los esputos, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios.
Cuantas veces, en un día hermoso y soleado, al salir de un banquete o de una representación de Sófocles, te llamarán para que vayas a ver a un hombre que, molestado por dolores de vientre, te presentará un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: Gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo.
Recuerda entonces que has de agradecerlo y mostrar todo tu interés por aquella deyección.

Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por la mañana, desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores, olvidados por los muebles parte de sus atractivos.
Dejarán de ser diosas para convertirse en seres afligidos de miserias sin gracia. Sólo sentirás por ellas compasión.
El mundo te parecerá un vasto hospital, una asamblea de individuos que se quejan.
Tu vida transcurrirá a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y las almas, viendo unas veces el duelo de quien es destrozado por la pérdida de su padre, y otras la hipocresía que, a la cabecera del agonizante, hace cálculos sobre la herencia.
Cuando a costa de muchos esfuerzos hayas prolongado la existencia de algunos ancianos o de niños débiles y deformes, vendrá una guerra que destruirá lo más sano que hay en la ciudad. Entonces te encargarán que separes los menos dotados de los más robustos, para salvar a los enclenques y enviar a los fuertes a la muerte.
Piénsalo bien mientras aun estás a tiempo.


Pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si, sabiendo que te verás muchas veces solo entre fieras humanas, tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido,
si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final; si ansías conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino, entonces, hazte Médico, hijo mío.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Estudiar atonta

No entiendo por qué en clase y en los libros dicen que fue catastrófica la peste negra.
Con lo tierna que parece la yersinia pestis,
yo no me lo creo.





Confirmado: estudiar atonta y mucho, voy a pegarme golpes contra la pared ahora.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dona. Muller. Emakumea.






Hoy antes de irme a dormir sólo diré
que venero a la mujer.

Por madre, por humana, por bella, por mágica, por única, por poderosa, por mártir y por luchadora.
Y nunca terminaría de alabarla.
Venero a la mujer por su cuerpo maravilloso, continente de vida, por sus formas miles, sus cambios y su envejecimiento.
La admiro por su constante pelea por ser respetada, por su incansable objetivo de ser considerada igual al hombre.
Por su capacidad para aguantar, aprender y esperar.
Por sentirse orgullosa
y no tener miedo.
Venero a la mujer y esta noche, de nuevo, daré gracias por tener la suerte de poder hacerlo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Vámonos


Abuelo, ven, ven y llévame a dónde estás tú, aunque sea sólo durante un rato pequeño.
Quiero visitar el lugar en el resides desde hace ya mucho tiempo, porque me han dicho que allí todo el mundo es feliz.
Quiero conocerlo, verlo con mis propios ojos y creérmelo.
Y, si me dejas, ocuparé poco espacio, con un libro en las rodillas, sólo quiero tu paz.
No haré ruido, para que no nos pillen y te prometo que no le contaré a nadie que fui.
Incluso cerraré los ojos cuando, de tu mano, viaje hasta allí.
Abuelo, sabes que nunca te miento cuando hablamos.
Tú siempre vienes, te sientas en los tejados, te subes en el techo del vagón y bailas en la tarima de la clase cuando ves que estoy apunto de dormirme.
Tú viajas con mi hermana en los aviones y le susurras que aunque llueva en el norte no debe entristecerse.
Porque tú eres la lluvia.
Tú hablas con las cigüeñas y les enseñas a no perderse cuando migren lejos.
Por eso todas llevan en el cuello una brújula colgada.
Tú vienes y vas, y te escapas y vuelves.
Dime, ¿por qué yo no puedo ir un día contigo?
Espero que hoy, cuando despierte de madrugada y me embriague el olor a folios antiguos y a caramelos de menta,
haya una nota tuya en la mesa que diga: "Vámonos ojos como dos cajas de betún de a duro".

martes, 16 de noviembre de 2010

Noviembre

Hubo tiempo que pensé que era la persona más desafortunada del mundo.
Y me sentía cansada al despertar, cansada al ir y al volver en el tren.
Realmente me creía la persona más agotada de todas.
Qué tonta y egocéntrica fui.
No me daba cuenta de que somos todos los que estamos un poco cansados, de todo.
De la rutina, de los esfuerzos, de los retos y los obstáculos.
No era consciente de que es todo el mundo.
Sino mira, hasta las papeleras se toman un respiro.

domingo, 14 de noviembre de 2010

jueves, 11 de noviembre de 2010

Paqui

Desayunó, como todos los días. Y miró por la ventana.
Vio a los niños atravesando la puerta del colegio y a las monjas tendiendo las sábanas en la azotea.
Después se duchó y más tarde se entretuvo leyendo uno de los libros de la estantería del salón, aquellos que su padre les dejó al morir y recordaba haber visto siempre, empolvados sobre los mismos estantes.
A mitad de la lectura se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, aquello no la satisfacía.
Regresó al baño y se miró al espejo.
Su cara desmaquillada había ido arrugándose con los años y no le importaba. Cuando veía a las demás mujeres, también llenas de arrugas y más viejas que ayer, no se comparaba. Ni siquiera cuando se encontraba con alguna que intentaba tapar el tiempo con inyecciones cada 3 meses.
Realmente le daba igual, todo le daba igual.
La vida ha sido satisfactoria, pensaba ella.
A sus 59 años conservaba la figura, aunque nunca había hecho deporte
y cocinaba bien, aunque jamás mostró interés por aprender recetas nuevas o simplemente por adquirir más refinamiento culinario.
Simplemente cocino y lo hago bien, pensaba ella.
Su trabajo era normal y llevaba en ese puesto 31 años, como encargada de la planta de textiles, que empezó siendo un proyecto pequeño con cuatro mujeres cosiendo, entre ellas su propia madre, para convertirse en una empresa de más de 700 trabajadoras.
Me da dinero y pocos dolores de cabeza, pensaba ella.
Pasaban los minutos y allí seguía de pie, frente al espejo, divagando.
Al salir por la puerta reparó en el pequeño botecito amarillo con la etiqueta blanca y sonrió con desgana.
Lo tomó con la mano izquierda y fue a la cocina.
Allí sacó del armario de la limpieza los guantes, la lejía, el cubo y estropajos.
Y, con sumo cuidado, se metió el botecito en el bolsillo y empezó a limpiar la casa entera.
Una vez hubo acabado se sintió bien, feliz.
Se sintió realizada, fuerte.
Se sentó en una silla dejando en el suelo los trastos de la limpieza y observó la estancia.
El olor a limpio y el brillo le sacaron una sonrisa, esta vez plena.
Pero fue en cuestión de segundos cuando se le nubló todo.
Así de fácil y descriptivo.
El olor a limpio empezó a incomodarla demasiado, hasta un punto que se le hacía insoportable.
La habitación le daba vueltas y sentía un deseo irrefrenable de destruirlo todo.
Las fotos de la pared parecían hacerle burla y la luz se evaporaba dejando una oscuridad fría por toda la casa.
Llena de desesperación apoyó la cara en su regazo y comenzó a jadear.
En ese momento sonó el teléfono, a la misma hora, como cada día.
Supo quién era y para qué llamaba.
Y ser consciente de ello, sin quererlo, la hundió aún más.
Se levantó y respondió.
- Paqui, hija, soy yo.
- Ya, ya lo sé.
- ¿Qué tal? ¿Cómo vas?
- Bien
- Bueno...¿has desayunado?¿Vas a salir?
- Sí y no sé, no sé que haré, no me apetece hoy.
- Bueno...si quieres me paso a verte un rato y...
- No, no quiero, ¡no soy una criatura a la que debas vigilar! ¡Si quieres sentirte realizada como madre y educar a alguien hazlo con tus hijos, no con tu propia hermana!
- Paqui, por favor, sabes que esto es importante para todos, entiéndelo, yo no busco nada más que tu bienestar y...
- Bueno, sí, que estoy bien, ya está, me pillas en mal momento andaba limpiando. Luego cuando vuelvas a llamarme dentro de 1 hora hablamos más.
- Vale, de acuerdo, si necesitas algo ya sabes, llámame a mí o a Pedro, que hoy libra ¿vale?
- Adiós

La ansiedad había remitido ligeramente, pero todavía le daba vueltas todo.
Volvió a sacar el botecito de la bata y esta vez lo dejó en el sofá.
Después se metió en la cama y pasó así la tarde, sólo se levantó cada hora para hablar por teléfono.
Al llegar las tres de la madrugada se levantó. El turno de llamadas terminaba a las diez.
Fue a la cocina y volvió a sacar todos los productos de limpieza y con paciencia volvió a limpiar la casa entera.
Cuando se cansó se sentó en el sofá y su mirada quedó fija en la foto de la mesita de café.
En ella salían sus padres de recién casados.
Sin levantarse del sitio alcanzó la foto y la observó durante casi media hora.
Después la dejó con cuidado sobre el sofá, junto al botecito amarillo y se levantó.
El corazón le latía pesadamente, como si estuviera muy cansado o muy tranquilo.
Con gesto calmado colocó todos los productos de limpieza de nuevo dentro del armario, pero dejó uno fuera.
Lo llevó consigo al salón y se sentó en una silla.
Después pasaron unas 6 o 7 horas, no miró nunca el reloj.
Durante ese tiempo entró como en un trance, con los ojos abiertos y fijos en la pared, pensando en mil cosas y en nada a la vez.
Se sentía totalmente vacía y realmente enfadada con el mundo.
Al amanecer se despertó de su ensoñación y reflexionó sobre lo que había pasado.
Su cabeza comenzó a "funcionar", a trabajar de forma normal y el ser consciente de lo que había pasado, de que había pasado la madrugada despierta le hizo sentirse aún peor.
Comenzó a llorar y volvió a colocar la cabeza sobre su regazo.
En un arrebato de fuerza o quizás un momento en que su cabeza consiguió reunir la lucidez suficiente, se dirigió a por el bote amarillo.
- fluoxetina- susurró leyendo la etiqueta.
Pero entonces todo se nubló, no le dio tiempo a sacar la gragea del bote.
Se giró, todavía con ello en la mano y cogió la botella de lejía.
Entonces sonó el teléfono, pero esta vez no lo oyó.




Esta semana he conocido a una mujer que ha causado un fuerte impacto en mi vida.
Nuestra relación no puede llamarse como tal, porque realmente no creo ni que me recuerde, aunque yo a ella síy no creo que pueda olvidarla jamás.
La circunstancia que nos ha llevado a cruzar nuestros caminos es, como todo en esta vida, un capricho del destino: yo aprendiendo y ella como paciente.
Y todo porque decidió que no quería seguir viviendo e ingirió lejía, con la buena o mala suerte de no fallecer y acabar ingresada en un hospital, pues han tenido que quitarle el esófago y el estómago, totalmente destrozados.
Cuando nos miramos a los ojos, no vi nada en ellos y por desgracia es la segunda vez que tengo que enfrentarme a una mirada así.
Su rostro, sus palabras, todo en ella reflejaban algo, pero me era imposible entender el qué.
Quise sentarme con ella, preguntarle, pero cuando fui a hablarla me fulminó con la mirada.
En ese momento me sentí demasiado pequeña, demasiado ignorante, pues olvidaba que hay problemas que no se pueden solucionar con un gesto. Necesitan muchos gestos, durante mucho tiempo y no siempre funciona.
Cuando salí de su habitación sentí no haberla ayudado nada, pero tampoco sabía cómo.
Y al hablar con su familia me hundí, porque es tremendo el dolor que puede salir de un rostro o una voz sin energía que sólo dice: "ya no sabemos que hacer, es un sufrimiento continuo..."
Ojalá la vida fuera más fácil, ojalá los finales de las películas se cumplieran en la vida real o todos fuésemos actores y nada fuera real y ella al acabar el día pudiese volver a casa, sana y feliz.
Hoy te dedico mis palabras, aunque no te sirvan ni sirvan de nada, porque seguramente sólo me sirvan a mí para desfogar este nudo que me ataste al vernos.
Sólo espero que encuentres lo que tanto anhelas, y por fin dejes de sufrir.

sábado, 6 de noviembre de 2010

KIMBO

Queda poco para los exámenes y sólo siento que tengo poco tiempo, que duermo 5 horas y media al día, que se me acumulan los folios y no se queda nada en mi cabeza.
Siento que se mezclan las palabras, que los fármacos tienen nombres demasiado rebuscados,
que no es posible que existan tantas cosas y de esas cosas haya variaciones en más cosas, que a su vez se dividen en mil cosas.
A veces me derrumbo y creo que no puedo, que no valgo para esto.
Y siento que es demasiado difícil para mí.
Me miro al espejo y sólo veo ojeras y me voy y vuelvo a casa de noche.
A veces la motivación se pierde entre viajes de tren, redbulls obligados a las 10:00 de la mañana, dolores de espalda, lágrimas de rabia y papeles en la mesa.
Es entonces cuando pido algo que de forma certera me golpee y me devuelva a mi yo real, que me devuelva mi entereza y mi fuerza.
Algo que me recuerde porqué elegí esto.
Y, sin saber cómo, alguien desde algún sitio me comprende y me manda la señal.
Fue tan sencillo como escuchar desde mi habitación un anuncio en la televisión del salón, que había encendido mi hermana mientras planchaba.
Gracias, lo necesitaba.



Cuenta una leyenda africana que si cambias tu nombre por el de una persona enferma puedes salvarle la vida.


Cambiaré mi nombre por todos.

Dedicado a mis compañeros, porque la compresión y el cariño son esenciales para afrontar cada paso y sin duda sois expertos en eso.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

No despiertes

Hoy me quedaría aquí, a tu lado, mientras duermes.
Respiraría poco, suave, para que no despiertes. Porque la calma sale de tus pulmones y entra en los míos.
Emites una paz embriagadora, que nace de tu pecho y se te escapa por los poros de la cara.
Bostezas entre sueños y me como los pedazos de nubes que vuelan de tu garganta.
Saben a ti, a ti por dentro, a vainilla con canela.
Hoy me quedaba aquí, llamaría para decir que me puse muy enferma
y contaría todas tus efélides.
Aprendería de nuevo a observarte, repasaría otra vez cada detalle que te forma
y luego me entretendría dibujando tu figura en alguno de los folios de la mesa.
Respirando lento, siempre, para que no despiertes.
Hoy te miraría de nuevo, como te miré ayer, y antes de ayer,
y disfrutaría de ese golpecito aquí dentro, que empieza donde el corazón y sale por el ombligo.
Te arroparía una y otra vez, incansable,
para después acercarme a tu piel... y olerte.
Pero no puedo.
Hoy como ayer querría estar aquí cuando despiertes, pero tengo que irme al trabajo.
Y me llevo estas ganas de comerte a besos,
y me llevo tu olor en mis manos
y me guardo este deseo irrefrenable de que ahora mismo despiertes

lunes, 1 de noviembre de 2010

Tú me das el mundo

Se me escapan pétalos de la risa.
Cuando me tocas.
Cuando me llevas de la mano a dónde se va a no pensar.
Y bajas por la escalera silbando para que te siga.



Desconectas mis cables, aquellos que me atan a la urbe y me dejas descargada, para que me encienda de nuevo comiéndome la luz del sol.
Y te sientas... frente a mí.
Ojos verdes, sonrisa cerrada, pelo revuelto.
Y esperas. Esperas porque sabes que no me apetece hablar todavía, que me gusta cómo huele a lluvia.
Lo sabes y es por eso que callas, sabes qué diré dentro de unos minutos. Lo esperas.
Y sucede rápido, como suceden las cosas más intensas y más bellas.
Hablo, respondes, río, callas, me abalanzo a abrazarte y abres las manos atrapándome con ellas.
Hablas, escucho, hablas, callo, hablas, cierro los ojos, te enfadas, ríes y reímos.
Así son nuestras circunstancias,
iguales o diferentes a millones de parejas que en este mismo instante se aman.
Pero ellos no poseen el don de crear fantasía, como nosotros.

domingo, 31 de octubre de 2010

¿Qué es?


Enriquecerse es llegar a un lugar desconocido y aprender del mismo sin intención de alterarlo.
Es mirar unos ojos y desear protegerlos.
Y que ellos te cuiden a ti.

martes, 26 de octubre de 2010

26 de octubre

- ¿Estás preparado?
- No lo sé madre, me da un poco de miedo todo.
- Es normal, tranquilo, el temor es un síntoma bueno significa que estás humanizándote poco a poco. Eres especial, ¿has visto? estás consiguiendo avanzar en menos tiempo que los otros, porque tu corazón está lleno de ganas de empezar.
Mírate, parece que fue ayer cuando te encendiste de repente en el cielo, cuando se abrió tu semilla bajo la tierra... eras tan diminuto, tan luminoso. Tenías las alas más frágiles que había visto jamás, por eso no te permití volar hasta que no se fortalecieron bebiendo leche de mariposas y jugo de coco.
Luego volabas raudo e inestable, primero te dabas de bruces contra las vides riojanas y cuando lograste alzarte más alto, chocabas contra los cedros libaneses y con los naranjos valencianos.
Con los únicos que aprendiste a aterrizar fue con los plátanos canarios, por eso te dejaré nacer allí.
Ahora tus alas son perfectas, tienen todas las cualidades que te darán los instrumentos para llevar a cabo tu papel.
Acogerán a los que se acerquen a ti, calentarán a los desalentados y harán cosquillas a los que las toquen. De ese modo serás apoyo, serás medicina y serás risa.
- Tengo tantas ganas de empezar...
- No queda nada para que te vayas. He tardado mucho en dejarte ir porque temía que el mundo te alterase a ti, estabas demasiado inmaduro todavía. Eres tan bueno que pueden herirte con demasiada facilidad, por eso te daré paciencia, pero también la inteligencia suficiente como para no dejarte engañar. Tendrás también picardía y sobre todo alegría, tu cualidad más envidiable.
- ¿Sabes ya quién será mi madre allí a dónde voy?
- No, no lo sé, pero lo intuyo. Yo no puedo elegir a vuestras madres, sois vosotros quienes las buscais. Os une una magia, una energía especial, la misma que une a los seres humanos entre sí.
- ¿Y si me equivoco?
- No lo harás.
- Te echaré de menos madre, echaré de menos estar aquí. Me gusta cuando me acunas en tus mares y me bañas en los ríos, cuando me tumbas en las selvas y me soplas desde el oeste hacia el este. Echaré de menos tus labios cálidos del desierto y tus manos suaves de arena.
No será igual irme a dormir a las nubes del Tíbet sin ver tus ojos en los corales australianos.
Te extrañaré tanto.
- No, hijo, no sufras. Cuando seas totalmente humano no recordarás nada de lo que fuiste antes, no me recordarás a mí criándote ni esta conversación.
- ¡Pero yo no quiero olvidarte!
- Tampoco me olvidarás del todo. Cada vez que veas el mar estaré ahí y en las montañas, en esos lugares te daré mi paz y en cada minuto de tu vida terrenal te rodearé en todos los animales y plantas, creciendo contigo, respirando a tu lado y muriendo cuando tú mueras.
- Entonces pensaré constantemente en ti
- Y yo en ti, hijo. Es hora de irte. Se fuerte. A partir de ahora todo será muy diferente. Sufrirás, amarás, enloquecerás y disfrutarás de la experiencia de aprender. Vas al mundo para ayudarlos, para recordarles que son parte del planeta y deben cuidarlo, deben cuidarme y sólo lo conseguirán amando y amándose entre ellos.
- Te quiero madre
- Mucha suerte pequeño ricitos





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- ¿Cómo fue el parto doctora?
- Muy bien. Fue un niño, grandecito y sanote. Apunta en el parte la talla y el peso, ya está con la madre. Da gusto mirarlos, es puro amor. Ahora te firmo ahí abajo, sí, sí, hoy es 26 de octubre de 1989.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Mis tres pedazos de risa

Hoy han terminado de robarme el corazón. Ha sido rápido, casi ni me he dado cuenta. Lo tenía bajo el pecho como siempre, protegido bajo el abrigo y el cinturón del bolso y aún así él supo dónde estaba y me lo arrebató.
Le bastó con coger mis dedos mientras jugaba con él, balanceándose risueño sobre el regazo de su madre, para después llevárselos a su cara y apretar su mejilla contra la palma de mi mano, cerrando los ojos.
Así terminó de robarme el último pedazo de este corazón, ese que ya hace mucho tiempo sus dos hermanas habían saqueado.
Porque esas tres almas son mucho más que tres niños, son mucho más que los sobrinos de Jesús, son mucho más que tres risas constantes.
Son dos ojos de cuarzo verde, dos ojos de chocolate con nueces y otros dos de verde oliva.
Tres miradas que te atrapan y te enganchan y jamás te sueltan.
Seis manitas rechonchas que me llevan de aquí para allá y pretenden enseñarme ese mundo que dejé olvidado cuando guardé los tebeos en la terraza.
Son mucho más que tres corazones latiendo, son mis tres pequeños tesoros.
Él, el que me sonríe y deja de llorar cuando le tomo en brazos, ella, la que viene corriendo al verme y luego se muere de vergüenza,
y aquella, que me besa en la boca, me coge de la mano y se me sienta encima para cantar canciones inventadas.
Es por eso que hoy llego a casa tan llena de vida,
y no me doy cuenta de que mi corazón ya no está aquí debajo.
Para Y, L y C.

domingo, 17 de octubre de 2010

Hoy el Vaticano canoniza a una monja española y yo me pregunto: ¿para qué?
Realmente si esa mujer vivió por y para los demás supongo que lo hizo de corazón, no por buscar el reconocimiento social ni la admiración de nadie. Con esto no quiero decir que no lo merezca, pero se supone que para canonizar a alguien se deben presentar libros y libros que hablen de quién fue y de todas las buenas acciones que hizo, sin contar con que primero debe pasar por la beatificación, que no tiene otra base que contar los "milagros" que hizo, por lo menos dos
y yo creo que muchos de los que estén leyendo esto sonreirán conmigo al pensar en lo que hoy en día se considera milagro.
De nuevo me miro al espejo y me pregunto porqué muchas personas regalan su fe, que es un bien escaso y muy preciado en estos tiempos que corren, a entidades que más que religiosas parecen empresas.
"Se venden rosarios bendecidos por el Papa a 8,50 euros."
Sí, de nuevo tengo la sensación de que Jesús, sentado en una nube tocando la guitarra, tiene ardor de estómago.
Mientras tanto hoy me he llenado de alegría,
porque pensé que iba a entristecerme el hecho de no comer más sandía,
pero había olvidado que me encanta el sabor de las mandarinas.

sábado, 16 de octubre de 2010

Coger el sol








Existen miles de blogs dedicados a coger el sol con las manos y me encanta perderme por ellos descubriendo a personas que ven desde nuevas perspectivas y roban imágenes tan originales como éstas.
Me encanta, porque hoy me muero de ganas de sonreír.
Esa agradable la sensación de tener el sol entre las manos.

lunes, 11 de octubre de 2010

Encuentros

- Hola, ¿qué eres?
- Una mariquita, igual que tú.
- No, no lo creo.
- Sí, si lo soy ¿no lo ves? Soy de color rojo con puntitos negros.

- ¡Qué no, qué no!Que no puedes ser una mariquita como yo, porque tienes cuatro patas
- ...

- Y eres demasiado grande
- ...

- Y haces mucho ruido cuando te mueves
- ...
- Y...

- Vale, de acuerdo, tu ganas. No soy una mariquita, pero me gustaría serlo
- ¿Y por qué?
- Porque, siendo como soy, no me gusto

- ¿Por qué no te gustas?
- Porque soy verde amarillento y tengo ojos giratorios, que me marean al observar a los demás.
Y mi lengua es demasiado larga y cuando intento hacer amigos todos salen corriendo y me llaman feo. Si fuese mariquita todos me dirían que soy bello.

- Ahí te equivocas. Como mis colores son llamativos y fuertes muchos animales tienen miedo de que sea venenosa y no me hablan. A veces me siento sola.
- Pues yo creo que eres muy bonita mariquita.
- ¿No te doy miedo?
- No, nada. Creo que eres muy graciosa caminando entre las hojas.
- Pues yo creo que tú eres muy divertido girando los ojos.

- Entonces, ¿no me dejas que sea como tú?
- Sí te dejo, pero deberías aceptarte tal y como eres. Tienes defectos, como yo, pero también haces cosas que yo no sé o no puedo lograr, siéntete orgulloso de ello.
- Gracias mariquita.
- De nada camaleón.



Encontré esta foto en el siguiente enlace y me encantó.

http://www.fondosgratis.com.mx/items/arte/digital/4097_no-seas-una-copia/

sábado, 9 de octubre de 2010

Hoy has venido

No es lluvia. Hoy no es lluvia. Parece que sí, que es igual que siempre, que es agua cayendo hacia abajo, agua que viene de las nubes, que quiere quedarse arriba siendo etérea, pero no puede resistir y se desploma.
Pero no hoy.
Hoy se escucha un silbido familiar, que surge de repente y te coge por la espalda y te abraza por detrás.
Hoy no es lluvia, es otra cosa, no sé que cosa, pero definitivamente no es lluvia.

Me he quedado quieta, muy quieta, frente al cristal. Quería captar una sola gota para verla de cerca.
Empecé por las que se movían a lo lejos, pero eran demasiado rápidas.
Seguí por las que venían más cerca, pero se confundían unas con otras.
Terminé por escoger a las que se chocaban contra mi ventana.
Y lo vi.
No eran gotas, ni mucho menos.

Eras tú, abuelo.
Me ha encantado volver a verte.

jueves, 7 de octubre de 2010

Un cuento, papá

Cerró su taquilla y le asaltó una opresión fuerte bajo el pecho.
Recordó la mirada de sus compañeros, cuando se enteraron de que el trabajo se incrementaba y tendrían que invertir más tiempo y esfuerzo.
Se pasó la mano por la cabeza, mirándose al espejo. No le gustaron las arrugas que comenzaban a cubrir su rostro.
Miró el reloj de la pared. Todavía no había terminado sus tareas y ya habían pasado veinte minutos de las nueve.
Pensó en su mujer, en todo el tiempo que llevaba sin poder ir con ella a cenar una noche fuera de casa.
Y en los años que llevaba sin poder irse de vacaciones.
Recordó cómo era cuando empezó aquello, tan joven, tan inconformista y tan entregado y cómo su padre le decía: "No vivas por encima de tus posibilidades, todo irá llegando" y así lo hizo, sin perder nunca la fe en lo que hacía.
Por eso le dolía tanto el pecho.
Imaginó cómo sería el mundo si todos fuésemos libres, imaginó qué ocurriría si en algún momento él y todos los demás compañeros decisiesen dejarlo todo.
Y supo que jamás sería capaz de irse de allí. Porque le necesitaban.

Al salir fuera el aire le golpeó de frente y una oleada de rabia le sacudió por dentro.
Sintió deseos de tirarlo todo.
Tuvo ganas de huir.

Y cuando estaba a punto de derrumbarse sonó su teléfono, era un mensaje:

Mi vida, dice la niña que hasta que no le leas el cuento no piensa dormirse.

Sonrió.
Esta vez fue una oleada de amor lo que sintió.
Entró de nuevo en la sala y dejó todos los papeles pendientes sobre una mesa.
Marcó un número muy largo y esperó.
Tras varios minutos oyó una voz aguda y suave:

- Hoy toca "Caperusita" papá.

Y, aguantándose las ganas de llorar,
poniendo todo el empeño posible
aquel padre le contó, como cada noche,
un cuento a su hija.

martes, 5 de octubre de 2010

El paciente que no sonreía

Me asomé asu habitación.
Estaba sentado en el borde de la cama, mirando hacia el suelo. El corsé parecía una armadura, le daba un aspecto extraño, tuve la sensación de estar acercándome a alguien demasiado frágil que sentía ahogarse en mundo demasiado controlador.
Las enfermeras corrían de un lado para otro y mi médico estaba atendiendo una urgencia en otra planta, por lo que me aferré a mis escasos conocimientos y mi curiosidad y crucé la puerta.
No me miró. Tampoco lo esperaba.
Con un hilo de voz que salió más grave de lo esperado me presenté.
Mi nombre es (...) soy estudiante, (...) espero no molestarle, sólo quería...
Pero no me escuchaba. Me sentí absurda, superflua.
Entonces levantó la cabeza y me miro con lástima.
- Si quieres saber qué me ocurrido, es que me rompí la columna y me han operado. Llevo aquí un mes y medio y ya va bien todo, puedo levantarme y caminar por el pasillo. Ha pasado ya mucho tiempo, pronto me iré de aquí.
Sonreí. Después le dije que me alegraba de que estuviera recuperándose.
Entonces hablamos un poco más, del dolor de su espalda, de sus cortos paseos, de su inminente marcha.
Al llegar el doctor para seguir la ronda me despedí rápido, le dije algo como encantada de conocerle y me fui.
No sé si me respondió, si lo hizo tan bajo que no lo oí o si hubiese preferido que me quedase conversando. Yo sí lo hubiese preferido.

Mientras caminaba hacia otra habitación le pregunté al médico sobre las operaciones de columna.
Él sólo respondió: Sí, ya te explicaré con calma. Respecto a este paciente, es un caso especial, está aquí porque se intentó suicidar.

Ahora mismo, mientras estoy aquí sentada escribiendo, me siento extraña.
Pienso en lo fácil que es cambiar una perspectiva sólo con una palabra.
Cuando le vi esta mañana sólo vi tristeza en su rostro y mi respuesta fue hablar.
Y hablamos, de cosas que rozaban su realidad, la mía, pero sin introducirme en su interior.
También siento miedo al pensar que de haberlo sabido quizás no hubiese entrado a verle, por temor a decir algo equivocado, por no saber qué querría oír.
También es miedo a haberle molestado y a no haber respetado ese aspecto que va pegado a él.
No he visto en sus ojos nada que me contase sus problemas,
no me ha mostrado nada de su interior
y ahora mismo me gustaría poder volver sólo para sentarme a su lado.
Aquí sentada siento mil cosas y veo como la experiencia va despacio, muy lenta todavía, pero se cuela por las rendijas y la sientes.

Hoy pienso en ese hombre que no encuentra sentido a la vida y me doy cuenta de lo fácil que es perder las ganas de seguir.
Pero también de lo fácil que es ganarlas de nuevo, si te ayudan.

Estos días he descubierto muchas cosas. Llevo mucho tiempo conociendo lo que es crecer y madurar y me asusta, pero me llena.
Hoy sólo sé que la vida es corta, es intensa y que estoy cansada de dimes y diretes. Estoy harta de los malentendidos que acaban en ruptura de amistades por orgullo;
de aguantar malas conductas y comentarios intolerables,
de tener fe en personas amigas que se alejan de ti por pereza,
de egoísmos malolientes, de carencias, de mentes primitivas.
Estoy cansada de egocentrismos absurdos, de conversaciones banales, de opiniones baratas, críticas superficiales y caretas de carnaval que duran todo el año.

Estoy harta, ¿por qué?
Porque cuando llego a esa planta veo a la vida
y la veo que lucha en cada cuerpo, de cada habitación
por quedarse.
Y por eso cojo todo lo anterior y lo quemo, lo mando fuera, lejos, no existe.

Y me quedo con la mano anciana que tiembla,
con la herida que sangra
y el dolor que no se va nunca.
Me quedo con la gente que sonríe y pregunta
que se agacha para no parecer tan grande
y se le achinan los ojos cuando ríe.
Me quedo con una nota en una taquilla
un fonendo de juguete
un gesto de complicidad.
Me voy con los que importan, con los que no callan y creen en lo cambios.
Entre sueños, canciones, libros y personas
me voy con quien me rodea, con los que vuelan alto
con los que flotan porque son esponjosas sus almas.

y lo demás va allí donde las enfermeras meten el dolor
que aquí sobra.

Dedicado a ti, porque me has mostrado desde tu sufrimiento que debo de valorar la vida y en ella debo dejar de sufrir cuando no merece la pena.
Espero poder ayudarte yo también a ti.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

29S: Vámonos Merlin


Hoy es un día en el que la palabra derecho brilla en las voces del pueblo, en las pancartas que portan con sus manos de trabajadores, en las calles llenas de carteles que dicen: "Yo voy".
Es un día en el muchos sufren actos vandálicos de aquellos que usan la huelga como medio para hacer el mal, llenando cerraduras con silicona, parando trenes en sus cocheras, bloqueando puertas y carreteras, incluso agrediendo a los que hoy sí quieren trabajar.
Sí, porque la palabra derecho también los abarca ellos.

Derecho a la huelga, pero también derecho al trabajo.
Derecho soñar despierto
y a dormir de lado, boca arriba o boca abajo.
Ya pasear de noche sin miedo.
Derecho a caminar y a sentarse, ya sea en el suelo, en la hierba, en las rodillas de una madre.
A proteger a los niños, a los mayores
a ser inviolable.
Derecho a vestir diferente, de colores
a mirarse desnudo en el espejo del baño y quererse.

Hablamos de derechos, escupimos leyes
dictamos dogmas y nos los creemos.
Yo lo que quiero es que todos intentemos estar bien,
pensando primero en aquellos que por sí mismos
no son capaces de hacerlo, porque no pueden
o porque algún monstruo no les deja.

Hoy no quiero encender la tele, me asustan los días extraños.
Por eso doy al play y escucho a Merlín el Encantador haciendo sus maletas,
para irme con él, para tener de nuevo cuatro años.
A veces, cuando recojo la habitación y sé que nadie me escucha, digo muy bajito: Higitus Figitus...
por si acaso.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Patchaneando mis penas


No pierdas las ganas.
Ánimo.
Las razones son obvias, ahora empieza lo bueno.
Empiezas tú.
Fuera, lejos, está todo lo banal
y cerca quiénes hacen de una mesa y unas sillas un rato agradable.
Desde 2 a 101 años,
aquí hay espacio para cada cual
hasta tiene asiento aquel gigante llamado Jack que lleva colgando de su oreja un caracol.
Fuera lo demás, fuera los demás.
Si miras hacia el cielo, lo alcanzas.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ernesto

Le ve. Está sentado en una de las mesas.
Tarde. Bastaron dos segundos para diferenciarle del resto de personas y llenarse de ese sentimiento pegajoso llamado lástima. Intenta guardársela lejos, alejarla de sí mismo, pero es imposible y le alcanza el pecho, atravesándole lento, migrando hacia las entrañas.
Sabe que no puede luchar contra ello y que no va abandonarle, por lo que no tiene más remedio que acercarse.
Mientras recorre el pasillo de la cafetería le golpean cientos de emociones.
Se planta enfrente, bandeja en mano:

- Hola Ernesto, ¿te importa que me siente?
- No, ¡adelante! Estaba aquí, pensando en mis pequeñas cositas, ¿sabes que hoy se me colgó el programa de Welltres y tuve que reiniciar mi pc? ¡Tío, tuve que reiniciar do veces!

- No me digas, qué rollazo.
- Ya ves... - responde Ernesto, mientras juguetea con los dedos sobre el muslo de pollo en salsa que está comiendo - y luego mi correo no se abría... ¡hasta que lo he conseguido tela!
- Qué mal...

Abel le mira con cara de póker, pues si tuviera que responder con un gesto sincero abriría la boca, mirando hacia el techo y fingiría haber muerto de repente.
Pero no podía hacerlo, pobre Ernesto.
Después de 30 minutos de comida Abel se despide, tiene cosas que hacer.

- Bueno, ya nos veremos.
- Sí, claro. Pasa una buena tarde, adiós tío.

De camino a la oficina se cruza con algunos compañeros, entre ellos Daniel.

- Aby, dios no... ¿otra vez comiendo con "el rarito"?
- Bah... déjalo.
- Es que no entiendo cómo puede ser tan extraño, mira se me pone la piel de gallina.
- Me da lástima, nadie se le acerca...
- ¡Es por su culpa! Sí, a todos nos da pena, pero es mazo raro... ¿cuándo te habla de algo normal?
Tengo 38 años y mi madre todavía me hace el desayuno, me gustan los Yorkshire Terrier y odio que las escaleras mecánicas del metro no funcionen...

- Dani, ya vale...
- Tú tampoco le aguantas
- Ya bueno, pero a veces me da pena
- Pero si es feliz, no nos necesita, ¿no lo ves?
- No sé... bueno, ¿que pasa con el partido del sábado? ¿a que hora vamos?


Y, mientras tanto, Ernesto guarda su tupper en la bolsita de plástico que compró el viernes en un chino. Le gustan los chinos, porque tienen de todo. Desde leggins para las niñas quinceañeras hasta grifos de cocina. "Qué cracks" piensa Ernesto. Está convencido de que China y Japón controlarán el mundo.
Después se coloca la camisa. Se mira la tripa, el sobrepeso marca su línea de la felicidad de manera exagerada. No le gusta el deporte, ni los gimnasios, ni correr por el parque, pero sí cree en la salud por lo que pronto irá a andar media hora todos los días. Eso no quitará que siga comiendo sus bollitos de cacao y crema a media mañana. Le hacen feliz.
Al girarse ve a Loli, una compañera del departamento. Sus miradas se cruzan y cuando él va a saludarla, ella se da la vuelta.
"Bueno, es hora de subir a darle duro al tajo" piensa Ernesto, y se va dándole golpecitos a su bolsa de la comida.
Al llegar a los ascensores lee una nota: Reunión del proyecto 23E en el edificio 7.
- Cambio de planes - y va hacia la puerta de entrada.
Según sale ve a sus compañeros caminando y corre un poco para alcanzarles.
- Hola - dice, pero nadie contesta.
Unos hablan, otros van en silencio. Ernesto se une a éste y mira hacia el suelo. Uno a uno pasan por los tornos del otro edificio mientras colocan las tarjetas identificatorias en los paneles.
De repente se da cuenta de que no encuentra su tarjeta y queda rezagado, buscándola.
Cuando por fin logra encontrarla todos han desaparecido.
Y de nuevo corre un poco para alcanzarles.
- Vaya, pensé que la había perdido - comenta en alto.
- ¿Qué? - dice alguien del grupo que ha sentido algo pegajoso introduciéndose en el pecho.
- La tarjeta, que en vez de meterla en el bolsillo derecho como siempre hago resulta que voy y la meto en el...
- Si, bueno, que la has encontrado ¿no?
- Sí, sí.
Y de nuevo silencio.
El sentimiento pegajoso se desprende y cae al suelo, pisoteado por los 26 pares de pies que se encaminan hacia la sala de reuniones.
Cuando terminan, vuelven a sus despachos. Loli y otra mujer se dirigen a fotocopiar documentos.

- Este Ernesto, es que es tan raro...
- Nadie está agusto con él, no sabe socializarse
- Hombre, empeño le pone, pero no es natural
- Hija, no es que no sea natural, es que es raro y punto
- Bueno, pero él es feliz así.

Se acaba el día. Todos a casa. Todos cogen sus coches, sus trenes, sus vidas hogareñas, sus duchas calientes y cenas familiares.
Ernesto cierra la puerta de su despacho. No queda nadie en la planta, salvo la mujer de la limpieza.
Ella también se ve asaltada por el sentimiento pegajoso nada más verle.

- Buenas noches, hasta mañana - le susurra.
- Buenas noches señora, mañana será otro día mejor que éste, aunque ya es difícil- responde él, sonriendo.
- Oye, perdona, llevas el zapato desatado.
-¡Anda! ¡Es verdad! Gracias, soy algo despistado.
- Bueno hijo, eres feliz así...
- ¡Sí!

Y, antes de llegar al ascensor, el espejo del descansillo le devuelve su reflejo.
Ve en él a un hombre regordete, con camisa blanca, con pelo castaño poblado por algunas canas prematuras. Ve unos pantalones grises y zapatos negros. Ve una bolsa de comida del chino colgando de su mano. Ve unos ojos marrones bajo unas gafas redondas. Ve a un hombre que vuelve a casa tras un duro día de trabajo.
Y una lágrima rodando por su mejilla.
"No, no soy feliz así"



Que sea diferente no significa que no merezca tu tiempo.
A veces alguien no nos gusta o no nos "entra", nos parece raro, inaguantable.
Nos parece que nos sabe entablar conversación, demasiado tímido o que dice cosas que no vienen a cuento.
Nunca olvides que siente, piensa y vive como tú.
Note gustaría que te ocurriera a ti.
Y no, el sentimiento pegajoso de lástima sólo hace daño, actúa porque quieres, no porque creas que es lo correcto.
Y aprende a aceptar a los demás, aún cuando tú y todo el mundo los vea extraños.
No sabes quién te puede ver extraño a ti.

domingo, 19 de septiembre de 2010


Ilustración de Mariela de la Puebla del libro "Versos para leer con paragüas", de Aldo J. Méndez


La lluvia llegó contigo, escondida entre las páginas del libro que me has regalado.
Y con ellas una postal de Aldo J. Méndez, contándome que ha escrito poemas sobre el agua, como éste:

"El viejo río sufre de un mal,
quedó sin agua su manantial.
Una bruja propuso que, poco a poco,
pusiera en su lecho agua de coco."

Y sin quererlo me he sentado en el suelo con las piernas cruzadas, con el culo al aire sobre el parqué, como hacía antaño,
para que Aldo, el cubano sonriente, me explicase lo que no entiendo
pues yo también pensaba que las nubes al caer como gotas en el mar se convierten en peces (pero no es así).

Son "Versos para leer con paragüas", para leer a tu lado mientras nos interrumpen tintineos en el cristal.
Son versos para entrégartelos cuando hace frío
y así nos quemen las entrañas
calentando el corazón.
Son versos de colores absurdos
negrirosazul y amanaranverojo.
Son tuyos y de tus manos
y de ti han venido
y a ti volverán, a tus verdiamarigrisazules ojos.