lunes, 29 de marzo de 2010

Escuela

- Niños, hoy narrarán ante la clase una redacción sobre el mundo que quieren ustedes.
- Señorita, no lo entiendo.
- Sí, es muy fácil. Describan lo que les gusta del planeta, hablen de las ciudades, de los bosques, hablen de cómo quieren que sea todo cuando sean ustedes mayores.


"Yo quiero que la tierra desaparezca bajo el agua, cuando las olas llegan y mojan la playa, para después aparecer suave y mojada y así mis hermanos y yo dejemos nuestras huellas en ella.
También quiero que los pájaros se marchen volando y no vuelvan, que se queden allá dónde van cuando aquí hace demasiado calor, porque cuando regresan se mueren de hambre y caen agotados pidiéndonos ayuda.
Yo quiero que los animales no me tengan miedo, para así acompañarlos en sus viajes por las tierras lejanas y pedirle a la matriarca elefanta que me cuente de dónde venimos y qué será de nosotros.
Quiero ser grande y fuerte, para que nadie pueda obligarme a ser lo que no quiera ser, para que jamás me quiten el nombre y con él mi libertad.
Quiero que el sol no haga daño, que siga siendo nuestro protector.
Y pido a madre Tierra que nos perdone por haberla hecho llorar tantas veces.

domingo, 21 de marzo de 2010

Eres tú

Y qué voy a decir.
Si llegados a este punto me sobran las comas, las diéresis, el trazo de pluma, los folios secándose en la ventana y el aire que sopla desde oriente.
Nada, no diré nada.
Porque he dejado la tinta en un cajón abandonada.
Y ahora escribo con mi dedo sobre su frente.

Eres mi palabra favorita.
La mirada adictiva.
El sabor eterno.
Eres tú.

viernes, 19 de marzo de 2010

Mujer

Siempre escuchó que cuando ocurre la mujer lo sabe, porque sí. Es indefinible, es como saber que hoy te quedará mejor el pelo recogido porque al dormir se alborotó demasiado, o saber la cantidad exacta de sal para que la comida quede perfecta.
Ella también lo supo. Nunca antes pudo compararlo con nada, pero cuando llegó lo sintió.
Su joven cuerpo se lo susurraba despacio, en cada movimiento interno invisible a los sentidos de los demás.
Con dulzura se llevó la mano al vientre y pudo captar la energía moviéndose de un lado a otro, acomodándose dentro de ella.
Embarazada de seis semanas, con el vientre plano, con los senos pequeños y las curvas de sus hermanas. Con el cabello moreno sobre la espalda y los ojos verdes de papá.
Con veinte años.
De repente una oleada de terror le atravesó el pecho y rebotó contra la puerta del metro.
Le dolió tanto que tuvo encogerse y apretar los labios con fuerza, para no gritar.
Sintió cientos de miradas irreales sobre ella, dirigiendo sus dedos acusadores y cuchicheando palabras ininteligibles.
Sufrió el peso de la mano de piedra que la sociedad coloca cuando opina con prejuicios.
Y así se quedó, encogida, atemorizada, rodeando con sus brazos su abdomen, preguntándose "¿Qué debo hacer?"

Pensó en sus padres, en como habían invertido sus vidas en educarla a ella y a sus hermanas, en como soñaban con ella convertida en alguien de provecho y el disgusto y la decepción que en ellos provocaría su situación.
Pensó en sus hermanas, en las mayores y pequeñas, en cómo dejarían de verla como la mediana inteligente y responsable que nunca se metía en líos.
Pensó en su novio, en lo mucho que le quería, pero no lo suficiente como para darle un hijo, como para quererle ya para toda la vida.
Pensó en sus amigos y en sus enemigos, en como todos hablarían de ella pensando en sus veinte años y en su maternidad.
Pensó en las vecinas diciendo que era "una inconsciente, una egoísta".
Pensó en las manifestaciones Pro-vida que salían en televisión.
Pensó en el pasado, en como ella misma había mirado sin escrúpulos a las chicas jóvenes que paseaban a sus niños por los parques.
Pensó en las conversaciones de la cafetería, en como todos coincidían en que los hijos deben criarlos los padres, no los padres de los padres, por eso la juventud no es la mejor edad para la paternidad.
Pensó en su futuro, en cómo sería imposible sacarse la carrera teniendo un bebé, pues no podía dedicarle la mitad del tiempo, sería mala madre si le dejase de lado.
Pensó en la irresponsabilidad de hacerlo sin preservativo, en como algo tan inocente podía tener tan graves consecuencias.
Pensó en su bebé, en cómo podía amarlo tanto sin tan siquiera saber si quería abortar o no.
Pensó en todos.



Menos en sí misma.


Es demasiado fácil decir que la piel no duele si jamás te quemaste,
demasiado fácil gritar "vida" si nunca has temido perderla,
demasiado sencillo opinar sin ponerte en el lugar de los demás.
No gritaré nunca no al aborto, porque desconozco quién, cómo, cuándo y porqué necesita hacerlo.

Yo soy pro mujer y sólo por eso, también creo en la vida.
Porque si nadie piensa en ellas,
nadie piensa en nosotras.

jueves, 18 de marzo de 2010

Relax

Hoy sólo quiero relajarme...
Por eso he silbado para que Chihiro venga a buscarme y me lleve al mundo de los espíritus;
así yo también comeré algo de ese lugar para no volverme invisible y desaparecer.
Quizás Yubaba quiera quitarme el nombre para así mantenerme siempre a su servicio en la casa de los baños termales, pero Haku estará ahí, a mi lado, para protegerme.
Así conoceré a "Sin cara", ese pobre espíritu que no sabe lo que es el cariño y piensa que el oro lo da todo.


Y al bebé gigante consentido que se transformará en ratón.
Así ayudaré a Kamaji a calentar la caldera
y a la hora del almuerzo les daré estrellitas de
colores a las bolitas de hollín que transportan el carbón.


Así olvidaré la realidad y sólo habrá fantasía.
Hoy sólo quiero relajarme y que Chihiro me lleve de la mano,
para mostrarme el mundo que nunca debo olvidar.



He visto esta película más de diez veces y no me cansaré nunca.
Es el ejemplo del autoconocimiento, de la valentía y de la amistad.
Todos conocemos a Chihiro, sólo debemos silbar de vez en cuando.

domingo, 14 de marzo de 2010

Lost

Sólo fue una respuesta, ni bella ni profunda,
pero en cuestión de segundos hizo que su corazón se quedase parado.

Para llenarse lentamente de una luz cegadora,
tan fuerte que le sobrecargó el pecho y sintió
cómo las ganas de llorar y la gratitud se fundían
diluyendo por la sangre hasta las puntas de sus dedos.

En su vida le dijeron muchas cosas,
pero ninguna tan decisiva y tan sincera.
Con temblor bajó el rifle,
sabiendo que ella jamás le perdonaría por haberle arrebatado
lo que más quería en el mundo.

Y tras verla alejarse de vuelta a la playa caminó detrás de sus pasos,

repitiendo constantemente en su cabeza ese último segundo que acababa de vivir,
ese en el que ella murmuró:

"yo te aceptaré"

Puede que para muchas personas que no siguen la serie, Perdidos sólo sea una saga de frikis.

Yo, después de 6 largas temporadas, (no voy a desvelar nada, quién siga la serie puede leer esto con tranquilidad) me he dado cuenta de que al principio sólo quería verla para responder todas las preguntas imposibles que iban surgiendo, pero poco a poco he dejado de centrarme en resolver misterios y entender que es una continua presentación de valores humanos.

Habla de la supervivencia, de la amistad, de la lucha contra uno mismo y del poder que sólo unos cuántos tienen en la vida. Del destino, de la personalidad de cada uno, de cómo somos lo que queremos ser, pero de lo mucho que influyen en nosotros las circunstancias que nos acontecen.

Habla de la bondad y de cómo una persona buena deja de serlo si su primera meta es sobrevivir,

o si es capaz de hacerlo sin perder su integridad moral.

Habla de la soledad y sobre todo, del perdón.

Porque el perdón es el instrumento más valioso que sigue uniendo a personas, grupos y naciones.

Por eso no me avergüenza decir que lloré viendo un capítulo de Perdidos, porque me hizo empatizar tanto con ellos, con los personajes, que realmente fue más que un entretenimiento.

Muchas personas me dirán que sólo es un guión excepcional creado por 10 personas que viven de lujo y cuyos actores y actrices ni tan siquiera se matan por hacer bien sus papeles.

Me da igual. Para mí no es "una americanada" más.

(dedicado a mi papá, mi fiel compañero seguidor de esta gran e inigualable serie)

sábado, 13 de marzo de 2010

Here comes the sun duruduru

Ya lo decían los Beatles: "here comes the sun duruduru..."


porque cuando aparece el sol, capaz de calentar los cuerpos aunque siga marcando cinco grados el termómetro,
parece que todos sonreímos un poquito más.

Ayer murió Miguel Delibes.
Dejó su bicicleta apoyada contra alguna pared blanca,
y se despidió de cada uno de sus personajes, de cada uno de sus lectores, de cada uno de los árboles.
Y antes de marchar nos recordó lo que siempre le tuvo en vilo:

"si el progreso moderno, el de la técnica y el de las máquinas, el del consumo desmedido y el del confort, son sinónimo de la destrucción del campo y de los pájaros, mis personajes: Daniel el Mochuelo, Isidoro, Juan Gualberto el Barbas, Nini el cazador de ratas, la criada analfabeta Desi, Lorenzo el emigrante, el viejo Eloy, el Tío Ratero...
renuncian a ese progreso"

Por eso yo hoy también renuncio al progreso que quema bosques al grito de "¡más madera!"
y renuncio a los pulmones artificiales
y a la cultura que olvida el trabajo con las manos.

Hoy pienso en ese gran escritor,
y en la primavera,
y disfruto estos pequeños momentos de divagaciones mientras se desliza por mi garganta un suave té moruno,
que me sabe al Líbano y a la sonrisa de Nadia, mientras nos explicaba con paciencia cómo se dicen los números en árabe.

Y recuerdo todos los meses de marzo de mi vida,
porque los guardo muy verdes surcados de colores rojos, amarillos, rosas y blancos.
Y luminoso, marzo es muy luminoso,
porque "here comes the sun duruduru"...

Hoy añado un punto más en la lista de "cosas por hacer en este mundo"
que el sol de marzo sirva cómo curación de las almas congeladas.

Para terminar quiero dejar escrita una breve historia que mi amiga María me dejó hace unos días en un mensaje, me parece que es muy sencilla y está llena de fuerza, para quien necesite (todos los necesitamos) que le recuerden porqué no caer.
Y gracias por seguir viniendo por la imprenta, gracias infinitas.

Una mujer muy sabia se despertó un mañana, se miró al espejo y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.

'Hmmm' pensó, 'Creo que hoy me voy a hacer una trenza'.

Así lo hizo y pasó un día maravilloso.

El siguiente día se despertó, se miró al espejo y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.

'H-M-M' dijo, 'Creo que hoy me peinaré de raya en medio'

Así lo hizo y pasó un día grandioso.

El siguiente día cuando despertó se miró al espejo y notoó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.

'Bueno' ella dijo, 'ahora me voy a hacer una cola de caballo.'

Así lo hizo, y tuvo un día muy, muy divertido.

A la mañana siguiente cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.

'Que Bien!' Exclamó. 'Hoy no voy a tener que peinarme!'

Tu actitud es todo.

Por eso he aprendido que la vida no es esperar a que la tormenta pase... Es aprender a bailar bajo la lluvia.

viernes, 5 de marzo de 2010

María Mateos

Ojalá pudiera recoger el océano en mis manos, aunque tuviera que llevártelo desde la orilla hasta tu puerta, en pleno Madrid, para que sintieses otra vez su inmensidad.
Y con las palmas aún mojadas tocar ese lienzo que te espera en la habitación,
para que la sal y el almizcle se fusionen con cada poro del papel.
Así, cuando volvieses a sentarte en el suelo,
con una pata doblada y la otra estirada,
con tu moño despeinado (¿acaso alguna vez te peinaste?)
con tu gesto de concentración (aquél que sólo aparece cuando pintas, cuando copias apuntes y cuando abres un kinder bueno)
y alzases con maestría tu pincel,
escucharías, retumbando en tus paredes "trescanteras",
como las olas dicen tu nombre.

Ojalá supiera hablar el idioma de las abejas,
y colgarme de tu oído, dejando motas de polen sobre tus hombros,
para hablarte del mundo que nunca conocerás por no ver
con la mirada ultravioleta.
Y contarte que te envidio porque tú sí que has visto el arcoiris.
Por eso lo plasmas en tus pinturas con la destreza de los abanicos de las geishas,
con la dulzura de la madre que protege.
Con la pasión de los amantes que mañana se separan.

Ojalá nunca te marcharas cuando llega la hora de irse a casa
y las clases no fueran clases,
para poder sentarme contigo, no delante dándote la espalda, sino de frente, perdiéndome en los ojos de la ternura que se mecen en miel.
Y hablar de cualquier tema candente del día:
de ti, de mí, de las guerras y del plan que estamos preparando para cambiar este lugar.

Ojalá te hubiera conocido mucho antes, para no haberte echado tanto de menos durante todos estos años, aunque ahora que estás conmigo soy consciente de que me has conquistado.

Ojalá no tuviera tanto miedo a la vida, que ya me quitó lo que más quería
y ahora la miro de reojo, por si me traiciona.
Por si te aleja como se marchan los veranos en septiembre,
como se pierden en mi mano los copos de nieve.
Como se quedan a medias las conversaciones cuando llega la parada del metro.

Ojalá te quedes aquí, aquí dentro entre los pulmones.
O por lo menos en cada trazo de color que un día dibujaste con el moño despeinado.

Porque te necesito.
A ti,
a ti y a tu risa, a ti y a tu locura,
a ti y a tu fuerza, a tu increíble fuerza.
A ti y a tus manos, a tus preciosas manos.
A esas manos que hoy duelen y arden.
Te prometo que nunca más habrá fuego,
sólo el humano, el que acoge y calienta porque sale de debajo del pecho.
No habrá más humo negro, ni más miedo.
Estarás tú y tus bellísimas manos.
Esas que tantas obras de arte han pintado
y que, muy pronto, volverán a surcar ese lienzo que te espera.

Mientras tanto, para que no te duelan, te dejo las mías.
Son de zurda, de escribir, no saben sentir las cerdas,
pero te quieren tanto que prometen esforzarse por hacerte feliz.

(Te quiero mucho María.
Gracias por no rendirte nunca.
Sé que tus manos se pondrán bien, que tu piel volverá a crecer y no habrá nada que te haga daño.
Tú eres la que nos ha enseñado lo que es la superación.
Para ti)

martes, 2 de marzo de 2010

3 de marzo

Tres de marzo de dos mil diez.
Sé que me despertaré a la hora de siempre, las 6:40.
Caminaré arrastrando los párpados por el pasillo y a duras penas
intentaré borrar de mi rostro el sueño.
Despertaré a papá sin querer, que aún descansa como un niño pequeño que no quiere ir al cole.
Y a Ana, que duerme como una marmota diez minutos más.
Mamá estará en la cocina, llevará despierta desde hace muchísimo tiempo, para tener listo cada detalle que hace posible que salgamos de casa vestidos, nutridos, limpios y con las llaves para volver.
Pero no será un día igual, mañana no.
Cada segundo, desde que la radio grite eufórica lo primero que se le ocurra para despertarme, sentiré dentro que es tres de marzo de dos mil diez.
Y que hace un tiempo, un día como mañana, un tres de marzo de dos mil nueve,
tomé una decisión que a día de hoy me ha hecho increiblemente feliz.

Por eso mañana para celebrarlo donaré sangre en el autobús que viene al campus.
Y sonreiré como una niña ñoña.
No sé, es la primera vez en mi vida que celebro un aniversario y no sé qué debo decir o qué se debe hacer, porque todavía creo que vivo en ese día tres de dos mil nueve y siento las hormiguitas en la tripa.

Es la primera vez que alguien me recuerda que lleva soportando mis tonterías un año entero.
Y me recuerda cada uno de los meses.
Cada uno de los días.
Y me cuida como si nunca hubiera conocido mis enfados.
Mañana será un día más.
Y sonreiré como una niña tonta, porque es nuestro primer año.
Gracias Jesus.