sábado, 20 de febrero de 2010

Isabel Allende - Hija de la Fortuna

"Todo el mundo nace con algún talento especial y Eliza Sommers descubrió temprano que ella tenía dos: buen olfato y buena memoria.
El primero le sirvió para ganarse la vida,
el segundo para recordarla,
si no con precisión, al menos con poética vaguedad de astrólogo.
Lo que se olvida es como si nunca hubiera sucedido, pero sus recuerdos,
reales o ilusorios, eran muchos y fue como vivir dos veces.
Solía decirle a su fiel amigo, el sabio Tao Chi'en, que su memoria era como la barriga del buque donde se conocieron, vasta y sombría, repleta de cajas, barriles y sacos donde se acumulaban los acontecimientos de toda su existencia.
Despierta no era fácil encontrar algo en aquel grandísimo desorden, pero siempre podía hacerlo dormida, tal como le enseñó Mama Fresia en las noches dulces de su niñez, cuando los contornos de la realidad eran apenas un trazo fino de tinta pálida.
Entraba al lugar de los sueños por un camino muchas veces recorrido y regresaba con grandes precauciones para no despedazar las tenues visiones contra la áspera luz de la consciencia.
Confiaba tanto en ese recurso como otros lo hacen en los números..."


(Otro libro. De nuevo Allende. Esta vez recomendado por mi tía Man.
Sólo es el principio y ya creo estar inmersa en un sueño.)

domingo, 14 de febrero de 2010

La patita negra

Me encanta volver en el tren los viernes.
Me ruge el estómago de hambre y el cansancio de la semana se acomoda en mis hombros, pero sólo puedo pensar en que tengo tiempo.
Después de unos días agotadores, pero para nada malos, pues las personas con las que comparto horas y horas son increíbles,
llega el momento de relajarse.
De coger el teléfono y llamar a mis amigos.
De vernos como si hubieramos estado juntos toda la semana.
De continuar cada tema que quedó pendiente el domingo anterior.
De escuchar sus voces y sus tonterías,
sus riñas y sobre todo la risa....
Me encanta ver a cada uno, porque es mi pequeño mundo que no se altera,
que aguanta cada cambio en nuestras vidas
y nos mantiene unidos.
Me gusta mucho, muchísimo.
Y no lo cambiaría por nada en el mundo.
Me gusta.
Porque el domingo por la tarde deja de ser odioso
y me quedo sumergida en mis divagaciones,
contando los segundos que quedan para el viernes que viene.

jueves, 4 de febrero de 2010

El payaso Pelón


Dicen que amaba a esos niños más que a nada en el mundo.
Un día, uno de los pequeños le preguntó, tocándole con su manita la cabeza, porqué él tenía tanto pelo y a ellos no les salía.
Aquella noche, mientras se miraba frente al espejo sintió cómo si su propio cuerpo le aconsejase que hiciese lo que pensaba.
Y lo hizo.
Al día siguiente todos le miraron sorprendidos.
Y al siguiente.
Todos no, miento, casi todos.
Porque los pequeños jugaron como siempre lo habían hecho, no le preguntaron nada, simplemente se sintieron más fuertes al verle.

Antes se sentaban en sus rodillas y le emarañaban las rastas que le colgaban casi por la cintura.
Ahora le tocaban sonrientes, viendo resbalar sus yemas por su piel descubierta.
Han pasado muchos años desde que supo cual era su lugar en aquel hospital.
Muchos más desde que su madre le echaba la bronca por llevar "el pelo como una mujer" y hacerse trenzas que le llegaban por los hombros.
Y, quizás no habían sido tantos años, pero ya nadie recordaba a aquel muchacho conocido como "el payaso Rastafari".
Ahora todos,
sonreían al verle aparecer en el ascensor del pasillo principal, pronuciando en voz alta:
"¡¡Niños, aquí está vuestro payaso pelón!!"
Y todos gritaban emocionados
preparando sus cabecitas para irse a el mundo de magia que sólo él les traía.