domingo, 30 de enero de 2011

Cartas del pasado

Hace varios años, una noche fría, me puse los cascos del mp3 a todo volumen y puse esta canción.

Me senté frente a mi antiguo escritorio, en silencio, conteniendo mis emociones y comencé a escribir una carta. Por aquel entonces yo era una chica de diecisiete años llena de miedos y de objetivos que todavía veía el futuro como algo muy lejano, pero mi corazón ya había tomado una decisión respecto a mi vida.
Le conocí y le amé desde el primer momento en el que nos vimos.
Nos alejamos, nos acercamos, nos fuimos y volvimos.
Vivimos el amor con todas las edades, por eso me creo dueña de la felicidad.
Mi mayor mérito es haberme enamorado con la pureza de la adolescencia, con el cariño de la inocencia y de la amistad y haber ido construyendo un sentimiento que va más allá del amor terrenal y espiritual. Es inexplicable.
Por eso aquel día, sentada escribiendo, no dejaba terminar la canción y la ponía una y otra vez, sólo porque me acompañaba como banda sonora de lo que intentaba decir.
Aquel papel fue cubriéndose de palabras cargadas de dolor, de puro amor.
Le decía que le quería, que tenía una razón a favor de seguir enamorada de él y otra en contra. Le confesaba que era tal mi sufrimiento por él y lo que acababa de ocurrirle, que estaría allí, como su mejor amiga, aunque me hubiese dicho que le olvidase para siempre.
Y estuve o por lo menos lo intenté.
Ena quella carta volqué mi alma, mis penas y emociones de aquellos momentos y aquella edad.
La escribí quemándome por dentro, con la vaga esperanza de darle fuerzas para que no se rindiera.

- No podemos estar juntos, no es el momento, no puede ser - y yo me reafirmaba en que sus palabras podrían mentirme, pero su mirada verde jamás.
Aquella noche supe que jamás olvidaría cómo la escribí y cada palabra que usé.



Por eso ayer sentí como mi alma se agitaba.
Ayer, varios años después de aquella noche, él, sentado junto a mí, nervioso, me mostró aquel papel que había guardado junto a todas mis otras cartas durante todo este tiempo.
Me miro emocionado y dijo suavemente "léela en alto, por favor".
Entonces me apretó la mano y yo, temblando, comencé a leer.
Volví a sostenerla en mis manos, a pararme en cada sílaba, disfrutando del recuerdo, oyendo aquella música....pero esta vez era todo diferente.

- Si en aquel momento, mientras la escribía, hubiese sabido que hoy estaría aquí leyéndola en alto contigo, no habría podido creerlo - le dije, entre lágrimas.
- Te decía que no podía estar contigo, pero era para que no sufrieras conmigo, nunca he dejado de quererte - susurró.



Mi futuro está escrito con el suyo, no necesito más señales.
Porque le quiero.
Le quiero porque antes de nacer ya le quería.
Y aunque muramos seremos inmortales.

Incongruencias

El mendigo de la esquina cayó al suelo muerto de frío, veloz corrí y le sujeté, él me dijo: Use mi i-phone para llamar. Y lo usé.
La misa de las 12 terminó en aquel momento y las zorras y focas salieron apresuradas, todavía con la ostia en la boca, para tomarse el vermut y quitarse ese sabor de galleta caducada.
Al verme, se acercaron. Al principio tuve miedo, pensé que una manada pintoresca quería devorarme.
Luego vi que debajo de las pieles había ojos y bocas. Respiré aliviado.
Desde una distancia de seguridad me lanzaron pañuelos y monedas, que yo agradecí, sin entender para qué.
Una vez cumplimentaron su buena acción del día, desaparecieron.
A lo lejos un coche de la policía paraba a tomarse el pincho de media mañana, un perro sin correa mordía a un pederasta a la puerta de una guardería y un fumador pasivo era apaleado por mascar chicle en la vía pública.
Ah, no, resultó ser un exfumador en vías de dejarlo. Los chicles eran de nicotina.
Los antitaurinos se manifestaban en la calle contigua, al grito de "basta ya" mientras las SS cargaban sus metralletas desde las azoteas a la espera de una señal.
Y una adolescente embarazada se preguntaba si este mundo era idóneo para criar a su futura hija.
Mientras tanto llegó la ambulancia, privada claro. Tuve que pagar al momento, sólo tenía seis euros. Menos mal que un africano que por allí pasaba dejó su manta en el suelo y me ofreció su tarjeta de crédito.
Fue un golpe de suerte.
Se llevaron al mendigo, al pederasta y a tres drogadictos que debatían sobre la homosexualidad en un banco cercano.
Todo lo pagó el africano, claro.
Una vez recompuesto, seguí andando.
Al llegar a casa, exhausto, mi mujer ama de casa me quitó la zapatillas, me desvistió y me llenó el vaso.
Entonces Dios se sentó a mi lado y tras encenderse un "piti" exclamó:

"Yo no inventé los idiomas para que no pudiérais entenderos, sino para que hubiese más riqueza cultural".

Y asentí, pasándole mi vodka, mientras en la tele le daban el Premio Nobel de la Paz a Satanás.

lunes, 24 de enero de 2011

Siempre

- Madre, ¿por qué la muerte duele tanto?
- No es la muerte la causa del dolor, hijo mío, es la ausencia.
- No entiendo madre.
- Espera un minuto.

- Durante esos sesenta segundos que has guardado silencio, han muerto cuatro niños por inanición. ¿Te duelen sus muertes?

- No sé madre... no siento dolor, pero sí pena por ellos.
- No les pones caras, ni edades y aunque los vieras en fotos tu sentimiento seguiría siendo pena y rabia. Eso eres tú, otro perfectamente podría no sentir nada y no debiéramos llamarlo insensible.
- ¿Ojos que no ven, corazón que no siente?
- No, eso no es totalmente cierto. Hay ojos que lloran sin ver, que sufren sin ver. Las personas no asimilamos la realidad de la misma forma.
- Entiendo...

- Me preguntas por qué duele la muerte y te respondo que no es ella en sí misma, sino la ausencia que deja. Cuando falleció tu padre, tumbado frente a mí, no sentí dolor.
Le observé durante mucho tiempo, no logro recordar cuánto. Le acaricié las manos, le besé los labios, le hablé en voz baja.
Y aún cuando se lo llevaron, e incluso al ver sus cenizas sobrevolar las aguas, seguí sin sentir ningún dolor.
Fue después, cuando vino a visitarme de pronto y decidió quedarse.
Ardía y se propagaba por la casa ascendiendo por las paredes y colándose bajo las puertas.
Se clavó en mi pecho, como una daga, atravesando el corazón de un lado a otro, inundando de sangre mis entrañas.
Y me ahogaba en las fotos, en la cama vacía, en los estantes con sus libros, en la cocina sin su cenicero.
En todas las calles, todos los rostros, todas las noches cálidas y aún más en las frías.
Así me dolió su muerte, hijo mío, pero no fue ella en sí misma, sino su ausencia.

- Entiendo madre.
- La ausencia es la peor de las enfermedades, porque infecta de repente y no puedes hacer otra más que afrontarla. Si lo consigues, la llevarás dentro, mejor o peor, pero jamás te curarás. Tampoco es algo perjudicial, a algunos nos ayuda a valorar la salud, a cuidar la vida.
Otros nunca superan la ausencia, sobre todo si son débiles o si entregaron su vida entera a quién se ha marchado. Pero nadie puede culparlos, es un mal que se acantona en los pulmones y cada vez que respiramos llega a todo el cuerpo, hasta las uñas y las puntas del cabello.

- ¿Tú has superado el dolor, madre?
- No hijo mío, pero tampoco quiero hacerlo. Para mí la propia ausencia me reconforta, me alivia el alma cuando hierve o se agita aquí dentro. Quién nunca ha sufrido dolor por ella, no es realmente humano. Es la esencia de amar a alguien y perderlo, de necesitar a una persona, de vivir por otro, de morir con otro. Por eso, hijo mío, no temas al dolor. Te hará fuerte.

- Madre, no quiero...
- Ahora guarda silencio. No llores.
- Estoy aterrorizado
- Tienes mucho camino por recorrer y yo estaré contigo. Desde que naciste supe que llegaría este día, por eso durante ese tiempo me he cercioré de sellar cada segundo que pasamos unidos, así los fui guardando en tu memoria, así podrás usarlos cuando no esté. Eres un joven fuerte y serás hombre ejemplar. Me gustaría estar aquí para verlo, pero quizás mi presencia no te dejaría volar como está marcado. Recuerda mis palabras.
Cumple tus propósitos, cree en tus éxitos, agradece tus derrotas y jamás pierdas la fe.
- No sé si podré sobrellevar tu ausencia...
- Lo harás. Porque mi vida te pertenece desde el momento en que te llevé dentro de mí.





Tras irse la musa del impresor, quedó una ausencia incurable, que fue haciéndose cada vez más grande tras marcharse él y después su hija. Desde entonces vivo y vivimos con ello, como tantas personas en el mundo afrontan sus terribles dolores. A veces, cuando antes de dormir no puedo conciliar el sueño, escucho esta canción. La convertí en la banda sonora de su ausencia y aunque siempre lloro y me desangro al oírla, también me reconforta.

Hoy más que nunca, la he necesitado.




Como me apena verte llorar,
toma mi mano siéntela.
Yo te protejo de cualquier cosa, no llores más aquí estoy.
Fuerte te ves, pequeño estás.
Quiero abrazarte y te protegeré.
Esta fusión es irrompible,
no llores más aquí estoy.
En mi corazón, tú vivirás, desde hoy será y para siempre amor.
En mi corazón, no importa que dirán, dentro de mi estarás siempre.
Siempre.

viernes, 21 de enero de 2011

Ella

Siempre pensé que su cuerpo era perfecto porque, de frente o de perfil, podía dibujar sobre ella líneas imaginarias.
Así convertía unos vaqueros rotos con camisa verde
o un vestido marrón con botas a juego y medias grises,
en las curvas de América,
en un jarrón chino,
o en banderas ondeando al sol.
Y así me entretenía en silencio, mientras ella paseaba de un lado para otro preguntándose cuándo, cómo y dónde perdió los pendientes de su abuela.
Esos mismos que mientras tanto yo guardaba en mi mano, culpable, sólo por verla correr de aquí para allá.

Yo creía que no había belleza mejor y más natural
que su cintura al tumbarse de lado,
paraíso de mis ojos y recreo de mis dedos antes de dormir
y al despertar.
Estaba seguro de que la octava maravilla del mundo era su ombligo.
La única cicatriz perfecta que simboliza la unión más fuerte,
redonda como la tierra y profunda como el alma.
Por eso dicen que por ahí se escapa si ríes demasiado, algo que a ella le ocurre todas las veces.
No tenía duda alguna de que la perfección de cada pedazo de ella era aquello.
Pero me equivocaba.

Lo descubrí cuando la redondez destronó a Venus
y me resultaba imposible reconocer su cintura al dormir,
o me cansaba al recorrerla con mis dedos.

Por eso volví a sentarme en nuestro sofá de mil plazas,
volví a esconder en mi mano sus pendientes
y esperé para verla correr de un lado para otro.
Esta vez era más lenta, más prudente.
Buscaba de una forma diferente, como si emanase de su pecho una madurez para mí antes desconocida.
Fue en aquel instante, al dibujar, desesperado, sus líneas en mi mente y fracasar en el intento,
cuando me di cuenta de que la belleza que yo creía insuperable me mostraba un peldaño más.
Por eso abrí mi mano, dejé caer los pendientes
y con ella intenté alcanzarla, moviendo ansioso mis dedos,
con el inocente deseo de formar parte de aquel milagro.

jueves, 20 de enero de 2011

Venessia

- Hace unas semanas, ni siquiera habría alzado la mirada para ver esas aves, ni siquiera las habría oído.
Ahora me siento parte de las cosas, sí, me siento conectado; creo que esa es la palabra adecuada.
Ya me siento casado contigo, como si siempre hubiera estado casado contigo, pero no pudiera encontrarte.
Ni siquiera parece necesario pedirte que te cases conmigo. Parece mejor decir:
"Por favor, no te vuelvas a perder. Quédate cerca. Quédate muy cerca de mí".


Marlena de Blasi. Mil días en Venecia.

martes, 18 de enero de 2011

Días de letras

Acabo de llegar a casa y, sentada en el borde de la silla, disfruto del olor que se queda impregnado en mis manos después de tocarte el cuello.
Después observo los libros que me diste. Podría decir que no sé cómo descubriste cuánto ansiaba tenerlos, pero sería mentira y no me gustan las historias mágicas de mentira.
Yo te lo dije, es más, yo los elegí.
Y tú sonreías detrás, buscando portadas entre las estanterías, las más llamativas.
- ¿Este?
- No...
Y mientras tanto la gente alrededor levantaba la vista y se quedaba colgada de tus ojos verdes.
Te reíste, mucho, cuando le pregunte al dependiente si tenían el libro "Indignaos" y él respondió "¿Será indignados no?" y yo murmuré ofendida "Indignaos, es imperativo".
Hay días que soy realmente altiva - pensé en ese momento. Y, tras leerme el pensamiento mientras disimulabas hojeando alguna novela policíaca, te partiste de risa.
Lo eres - y besaste mi frente.
Ahora escribo en sus primeras hojas la fecha de hoy. Me gusta porque así cuando los abra dentro de treinta años sabré cuándo, cómo y por qué los tengo. Adoro los libros con historia, con la suya propia y con la mía.
El primero es Mil días en Venecia de Marlena de Blasi. Lo quería porque un día te llevaré allí para enamorarte una y otra vez, a ser posible en carnaval y si logro empezar a ahorrar desde hoy será en el hotel Danieli.
Massimo se ha partido de risa cuando le has contado mis intenciones, por lo que espero que si no consigo ahorrar todo el dinero nos invite a su casa.
Vuelves a reír cuando te digo esto. Me gusta que rías, así me das la vida.

El segundo libro es El nombre del viento de Patrick Rothfuss. Desde que salió a la venta quise tenerlo. He oído que muchos lo llaman el sucesor de J.R.R. Tolkien, pero no quiero creerlo. No me gustan los escritores parecidos, por eso no voy a creerlo.
Dicen que es un libro dónde tú eres el protagonista, porque es lento, como la vida y sólo si vas avanzando sin perder ningún detalle disfrutarás de la trama.

Ahora escribo con los dos libros sobre mi regazo, siento como si desprendieran calor, es algo reconfortante.
Entonces pienso en ti, apareciendo entre los estantes con ellos y recordándome que vas a llegar tarde.
Te quiero.
Y ahora dormiré, acurrucada en mis manos.

domingo, 16 de enero de 2011

ÑAM

Son las pequeñas cosas de la vida.
Esas que olvidamos recordar cuando escribimos nuestras biografías,
y resultaron ser los momentos más gratificantes, más esperanzadores,
más bellos, más buenos, más vivos y llenos.
Por eso te invito a recordarlos, cuando más lo necesites y cuando no.
Porque si conseguimos vivir cada día manteniendo todo lo bueno que aprendimos ayer
la vida en sí será un continuo recordar,
un continuo sonreír,
para luchar, para afrontar todo lo que nos sobreviene y no nos agrada.
Por eso hoy, sonrío.
Y es porque estoy segura de que esa tortuga se está comiendo la fresa con total felicidad.

sábado, 15 de enero de 2011

Vuelvo a leer

El joven cerró brevemente los ojos, elevando una plegaria.
- ¿Temes morir Dil Bahadur? - inquirió sonriendo Tensing.
- No, honorable maestro. El momento de mi muerte está escrito en mi destino antes de mi nacimiento.
Moriré cuando haya concluido mi trabajo en esta reencarnación y mi espíritu esté listo para volar; pero temo partirme todos los huesos y quedarme vivo ahí abajo - replicó el joven, señalando el impresionante precipicio que se abría antes sus pies.

- Posiblemente eso sería un incoveniente... - condeció el lama de buen humor -.
Si abres la mente y el corazón, esto te parecerá más fácil - agregó.

- ¿Qué haría usted si me caigo al barranco?
- Llegado el caso, tal vez tendría que pensarlo. Por el momento mis pensamientos están distraídos en otras cosas.
- ¿Puedo saber en qué, maestro?
- En la belleza del panorama - replicó, señalando la interminable cadena de montañas, la blancura inmaculada de la nieve, el cielo resplandeciente.
(...)
- El miedo no es real, Dil Bahadur, sólo está en tu mente, como todo lo demás. Nuestros pensamientos forman lo que suponemos que es la realidad - dijo.
En este momento mi mente está creando un hoyo bastante profundo, maestro - murmuró el príncipe.
Y mi mente está creando un puente muy seguro - replicó el lama.

El reino del dragón de oro, Isabel Allende.

Los libros no sólo cuentan historias, enseñan y ayudan cuando más lo necesitas
y menos lo esperas.

domingo, 9 de enero de 2011

Feliz cumpleaños Clouseau


Feliz cumpleaños tío Pepe.
Feliz cumpleaños "colega".
Te haces un poquito más viejo, pero no se te nota ni por dentro ni por fuera, como si nunca te afectase el tiempo.
Y continúas observando el mundo tras tus gafas y preguntándotelo todo, para después poder dar todas las respuestas.
Porque tienes todas las respuestas. O casi todas
y si algo no lo sabes, esperas y finalmente lo encuentras.
Sólo quiero desearte que sigas siendo tan pequeño y adulto,
porque eres único.
Y que haya muchísimas tartas de tres chocolates en tu vida (que nos gustan mucho).
Sólo quiero que sigas estando ahí, que continúes llenando de ocurrencias y risas nuestras vidas.
Te queremos, mucho.
Feliz día inspector Clouseau. Te lo mereces.

sábado, 8 de enero de 2011

Desde lo más alto

- Qué diferente hubiera sido todo si tú estuvieras bien...
Y mientras lo piensa le acaricia el pelo hacia atrás.
Él está absorto mirando por la ventana, le gusta observar los árboles, son los más altos de todo el pueblo. Muchas noches cuando no puede dormir los mira desde la cama; observa sus copas y se siente privilegiado pues ningún otro habitante del mundo puede contemplarlas. Sólo él.
Él y, algunas veces, su nieta mayor cuando no está gritando o corriendo de un lado para otro.
Entonces le dice "ven..." y la niña avanza y le coge las manos y, juntos, miran por la ventana.
Es muy pequeña todavía, pero aún así sabe que ese momento es especial para los dos y por eso se aguanta las ganas de seguir jugando.

Quizás si él estuviese bien podría contarle por qué el aire se cuela entre las ramas tan sutilmente, para después balancearlas a su compás.
O podría cogerla a caballito para que lo viese todavía aún más alto que nadie.
O quizás,
si él estuviese bien,
nunca se hubiese percatado de la belleza de esos árboles.

Todos, alguna vez o muchas veces, se preguntan cómo serían sus vidas si él estuviera bien, si nunca hubiera sufrido aquel fatídico accidente.
Quizás hoy no serían lo que son, nada sería tal y como es.
Los mismos nombres, caras, pero quién sabe cómo serían por dentro.
Les gusta pensar que todo tiene un porqué, que nada ocurre por casualidad.
Y por eso, aún con todo, dan las gracias.
Abu, ya me quiero ir a jugar - murmura la pequeña.
Y él sonríe y la deposita suavemente en el suelo. Después la ve alejarse y escucha sus gritos llamando a los otros niños por la casa.
Entonces se sumerge en su paz, en su propia mente. Él no se pregunta cómo sería todo si estuviese bien.
Son miles las cosas que se amontonan en su cabeza y que quieren ser reflexionadas o ejercidas, pero lo difícil es conseguirlo.
Por eso cuesta tanto hablar, o atarse los cordones.
Por eso es tan complicado volver atrás y recordar cómo fue antes. Cómo eran y cómo cambiaron.

Por eso prefiere seguir mirando las copas de los árboles, escuchando la risa de las niñas, viendo a sus hijos crecer y hacerse adultos.
Prefiere vivir hoy y ahora
y disfrutar de esos dedos surcando su pelo, de esa voz que cada día está ahí por los dos, de esa persona que día tras día hace de madre, padre, mujer, abuela y amiga.
Porque no elegimos nuestra vida, pero sí podemos vivirla como nosotros queramos.
Y yo quiero hacer como él, que eligió la sonrisa.


(Por y para vosotros)

Itsasoa


Te echo de menos.
A veces me sorprendo pintándote en las hojas en blanco.
Y te busco desesperada.
Pero no eres tú, no estás.
Inmenso...te pierdes en imágenes que cobran vida cuando cierro los ojos.
Te llamo. Hablo en tu lenguaje.
Me introduzco en las suaves melodías que desde lejos envías.
Extraño tus idas y venidas, tu continua indecisión.
Tu olor a libertad, tu tacto a vida, tus besos en los pies desde la orilla.
Y aún sabiéndote lejos
mar,
a veces...
puedo respirarte.
A veces daría cualquier cosa por flotar en ti,
por volver a perder las horas, a tapar el sol con los dedos.

...Guardaré todas mis lágrimas hasta volver a verte,
para que vuelvan a ti, de dónde nacieron.

viernes, 7 de enero de 2011

Son mías

Ven, piérdete conmigo.
No me preguntes nada, no tengo respuestas, nunca las he tenido.
Escucha eso que se acerca, quieto, no hables.
¿Lo sientes?
Pues vamos...
Vuelve a meter las manos en los bolsillos
quizás hoy encuentres las canicas que ayer perdiste
y puedas volar.
Decía Campanilla que sólo se necesita un pensamiento alegre.
Tú eres mi pensamiento alegre.
¿Cuál es el tuyo?
Corre...que pronto amanecerá y no estaría bien que nos pillase todavía despiertos.
Acomódate entre las alas de este inmenso dragón
y no temas, yo os guío. No sé a dónde, pero intuyo que es algo bueno.
Duermes... qué fácil ha sido.
Duermes tranquilo porque confías.
Y eso me da tanta fuerza que podría recorrer el mundo sin descanso ahora mismo.
Vámonos te digo.
Y, en sueños, sonríes.
Algo rompe el silencio de repente, será el sol que bosteza.
Despiertas, me miras
y tus ojos aquí arriba parecen dos gotas de mar que ascendieron.
Y son mías.

jueves, 6 de enero de 2011

Confidencias

- Ojalá el tiempo se parase en este instante, en este autobús, para siempre
Es un pensamiento en alto, lo suficientemente alto para que él lo escuche.
Y lo ha oído.
Lo sabe porque le ve sonreír mientras mira hacia el suelo, aguantando el equilibrio para no caerse sobre los otros viajeros en cada frenada ante un semáforo en rojo.
Se miran.
Él ahora está serio.
Ella no alcanza a entender si es emoción o ironía y le pregunta con los ojos "qué es".
Él retira la mirada. Rompe la conexión.
Sabe que si continúa mirándola su corazón se irá oprimiendo más y más,
aplastándose como los cuerpos del autobús cada vez que se suben más personas.
- Elige: él o yo - vocaliza entre las voces de la gente, como un mimo.
Y ella le fulmina con la mirada mientras esas palabras la atraviesan el estómago.
- Me bajo aquí - ahora es ella el mimo.
- No te enfades - habla él, y sonríe.
El autobús continúa su trayecto. Fuera sigue lloviendo, dentro el calor se acumula contra las ventanillas. Otro viaje, mucho más complicado, se forja entre pasajeros y asientos.
- No me fío de ti - piensa ella y se lo calla.
Se lo ha dicho muchas veces y él no lo niega, admite que no sabe querer a una sola, pero con ella fue distinto.
El autobús va vaciándose lentamente, el asiento de al lado queda libre. Se acercan.
- Estás preciosa - matiza mientras juega con un mechón de su pelo.
- "¿Qué pasaría si...?" - piensa, pero esta vez más alto de lo que pretendía.
- "¿Qué pasaría si qué?"
- Nada...

El trayecto termina.
Él se levanta. Dibuja en su cara una sonrisa, quiere tranquilizarla. Así aparenta serenidad, aunque por dentro realmente no tenga nada más que confusión. Antes de irse besa su mano, acaricia su mejilla.
Ella ríe, achinando los ojos, inclinando la cara.
Le gustaría abrazarlo ahora, retenerlo, parar el tiempo, pero sabe que no debe.
Y con el alma dividida le susurra adiós.
El trayecto termina.Pero no termina el viaje, todavía no.

miércoles, 5 de enero de 2011

La radio

Suena la radio en la cocina. Alguien, una voz de mujer, conversa con otras personas.
La casa está vacía y el pequeño Carlos coloca un taburete para llegar mejor a la encimera.
Subido como un equilibrista alcanza el tazón que su madre le ha dejado esta mañana: ya está frío.
Come despacio, masticando las galletas que ha desmenuzado antes sobre la leche y, mientras tanto, continúa escuchando la radio.
Ese aparato lo acompaña noche y día. Desde que mamá se marcha hasta que vuelve.
Por eso Carlos ama su radio, pero también la odia muchas veces.
Porque a veces ansía verla apagada, porque eso significa que mamá está en casa, aunque le duela la cabeza.
Abandona la cocina, con el cacharro a cuestas.
Ahora la voz de un hombre anuncia que todo está más barato y hay que estar loco para no salir a la calle a comprar.
En el cuarto de baño todavía huele al perfume de mamá. El niño se queda quieto, como cada día, disfrutando de ese momento. Cierra los ojos y la imagina sentada en el borde de la bañera con su bata rosa, intentando pintarse las uñas de los pies.
Después vuelve a su cuarto y abre la ventana. Son las 7:30. El olor a sal se cuela lentamente y cubre las sábanas.
A veces se queda ahí, observando la calle, tanto que cuando suena el timbre se despierta y descubre que llega tarde al colegio.
Y su vecina, la madre de su amigo Julio, le grita desde fuera que se de prisa.

Pero ahora son vacaciones y puede quedarse ahí el tiempo que quiera.
Aún así debe ir a comprar queso, mamá se lo recordó anoche.
Pero se tumba un poco en la cama, mirando el techo, todavía es pronto.
Empieza a hacer mucho frío y cierra la ventana.
Vuelve a tumbarse.
Y piensa en su madre, luego en Julio, luego en el mar.
Y, de nuevo, en su madre.

El día pasa lento.
A Carlos no le gusta comer en casa de su amigo porque su abuela siempre le dice que reza mucho por él. Prefiere bajarse al bar de abajo, que hacen pollos asados y esperar a que la señora Ángeles le saque croquetas.

Después vuelve a casa. Lo primero que hace es encender la radio.
Y ésta, tras hacer un pequeño ruido como si despertara o eructara, rompe el silencio con la voz grave de un hombre que grita: ¡es la hora de los deportes!
A veces hace los deberes. Ahora no tiene nada que hacer, por eso se sienta en la cocina y dibuja sobre un papel viejo.
Cuando acaba o se cansa apaga las luces y marcha al salón.
Se acurruca en la butaca, con la radio en un costado.
Según sea el día, se irá a dormir antes de que llegue mamá y no podrá verla hasta la noche siguiente.
Pero otras veces ella llegará antes y le besará la cabeza.
Y le preparará algo de cena o se acurrucará junto a él en el sofá.
Eso nunca se sabe.
Hoy es tarde y hace bastante frío. Carlos oye gritos en el piso de arriba, son las hermanas de Julio que no querrán bañarse.
De repente suena la puerta.
Y ella aparece.
Su perfume inunda la casa y su sonrisa brilla en la oscuridad.
Feliz Día de Reyes mi vida - susurra.
Y su voz es mucho más bonita que todas las de las presentadoras del día.
Con un suave gesto apaga la radio y la coloca en el suelo.
Después le coge en brazos y le lleva a su cuarto, a su cama grande.
Eres lo que más quiero en el mundo - susurra mientras le besa la cabeza.
Y los Reyes Magos observando desde la ventana, se preguntan porqué tiene que ser obligatorio que los niños escriban una carta para tener regalos.

martes, 4 de enero de 2011

3

- Un año y diez meses - me dices.
- Veintidós meses - susurro.
- Realmente son ya seis años - rebates.
- Toda la vida - gané.

Y, vencido, sonríes.

Aquí estás, aquí continúas.
Sigues atrapando mis defectos con tu cazamariposas y guardándolos en tarros de cristal, porque tu eres el dueño de lo bueno y lo malo que me compone.
Y luego te sientas en cualquier lado a observarlos, como los niños cuando encierran saltamontes en botellas.
Y aunque te gustaría mantenerme siempre así, para que no me pierda, me liberas.
Por eso sé que jamás encontraré a nadie que pueda quererme de una forma parecida.
No me sueltes - te murmuro mientras caminas.
Entonces saltas y me cuelgo de tu espalda, como siempre.
Desde ahí todo es más sencillo, el mundo me da menos miedo.
Y acurrucada me duermo y espero,
a que comiences a contar alguno de tus cuentos.

"Laura, sabías que ese hombre de la esquina un día iba corriendo porque......"

Y escucho atenta, creyendo lo que dices, segura de que es verdad.
Para que luego olvides decirme que era todo mentira
y me vaya a casa pensando que los gnomos existen, que te tiraste en paracaídas o que en septiembre vas a emigrar a Argentina.
Pequeño, mi vida.
Te recojo entre mis manos como si nunca antes te hubiese visto, como si fuese frágil.
Y sonríes.

Hoy hacemos nueve mil años - afirmo.
Y se me ha pasado volando - respondes.
Te quiero - se me escapa.
Y, más que nunca, sonríes.

domingo, 2 de enero de 2011

2 de enero

El dos de enero de dos mil once fue el comienzo de una era marcada por una palabra: salud.
Bienvenidos a un país un poco más protegido.
Desde hoy no se puede fumar en espacios públicos cerrados.
Es una de las mejores noticias que he conocido en mi vida.
Son muchos los que no acaban de comprender el valor de esta ley, pero es sencillo.
No se puede fumar en espacio públicos.
¿Por qué? Porque el humo del tabaco contiene partículas de benzantraceno, un hidrocarburo altamente cancerígeno y yo, como no fumadora, tengo derecho a no intoxicarme.
Aquí no se persigue a los fumadores, no se les tacha de nada, ni se les discrimina.
NO.
Aquí se protege a los no fumadores.
Y por eso hoy, doy las gracias.

Cáncer de pulmón, cáncer de vejiga, cáncer de lengua, alteraciones bucales, alteraciones de la fertilidad, envejecimiento precoz, EPOC, enfisema pulmonar, patologías de columna por destrucción ósea, problemas vasculares...
Todo eso contiene un cigarrillo, todo eso hoy, queda al otro lado de la línea.
Si todavía alguien no se alegra por esta ley y alega que es una falta de libertad, que "es mucho peor robar", etc, etc, etc... sólo diré: salud.

Porque es lo más valioso que cualquier persona puede poseer.

Porque hoy se protege la salud, hoy se defiende el derecho a no respirar humo de tabaco de forma obligada.
Ya sólo queda luchar contra la contaminación producida por coches, por fábricas...
Pero hoy nadie me quitará la sonrisa...