jueves, 21 de abril de 2011

Microcosmos

Espundia y Escrófula eran dos hermanas muy feas.
Espundia parecía la víctima de un cirujano plástico psicópata. Sus labios eran gigantes y sus ojos pequeños. Su nariz ocupaba 3/4 de su cara y el color de su piel era rosáceo, violeta creciente.
Escrófula no era tan llamativa de primeras, pero tenía el cuerpo cubierto de bultos enormes, a los que ella cariñosamente llamaba "pequeños míos", pero no eran ni mucho menos de poco tamaño, algunos parecían naranjas y otros sandías.
Espundia se casó con Lyme y Escrófula con Weil. Se decía que el primero tenía cara de pocos amigos y que el segundo bebía refrescos en lata.
Espundia y Lyme tuvieron 3 hijos a los que no pusieron nombres y una perrita a la que llamaron Borrelia. Los tres hijos nacieron vestidos con ropa de granja.
Escrófula y Weil tuvieron dos hijos, a los que nombraron Phlebotomus y Lutzomyia. El niño era peludo y tímido. La niña era risueña y rechoncha.
Los 5 primos tuvieron sarampión, parotiditis y rubeola al mismo tiempo.
Los padres se alegraron de no tener que pagar la vacuna.
Cuando se enteraron de que esa era gratis se tiraron de los pelos. Aún así usaron las que habían comprado: contra la rabia del huevo frito y la malaria de los bastoncillos del oído.
Cuando los niños crecieron estudiaron todos medicina.
Phlebotomus murió por sobredosis de morfina.
Lutzomyia se casó con un puericultor y tuvieron 6 armadillos.
Los otros tres sin nombre se dedicaron a la traumatología, reumatología y rehabilitación, respectivamente.
Ninguno supo jamás dónde está el ligamento de Tello.
Finalmente Espundia y Escrófula se enteraron de que no eran hermanas sino tías. La una de la otra y la otra de la una.
Y se compraron una casa en un faro, para luchar contra los piratas.




(Pido disculpas por tanta tontería, el examen de microbiología está muy cerca...)

miércoles, 20 de abril de 2011

Sir Lancelot

Mírame...¿acaso tengo pinta de asesino?
Si te paras a pensarlo la mayoría o tienen cara de animal, con alguna que otra cicatriz y espuma saliendo por su boca o parece que no ha roto un plato en su maldita vida. Siempre dan más miedo los segundos, porque suelen ser más inteligentes y, por ello, más peligrosos. Yo no pertenezco ni a unos ni a otros. Yo elegí matar.
Los hay enfermos mentales, los hay narcisistas, los hay que fueron víctimas primero, los hay introvertidos, trastornados y directamente anormales. Luego están los que lo han "mamao" desde niños y lo ven como algo normal, pero eso es menos común aquí, en "Desarrollolandia".

Yo no estoy mal, no disfruto matando, no lo hago con algún interés, tampoco es costumbre. Simplemente ocurre, como algo más. En vez de fumarme un cigarro, pues eso. En vez de ver una película en un cine, lo otro.
Si te soy sincero, eran personas que no soportaba. Realmente soporto pocas cosas, es un defecto.
De pequeño me inculcaron que la humanidad es defectuosa, yo mismo, mi madre, la sociedad, tú...
Y lo asumí, de primeras, porque para eso sirve la educación, para resignarnos y creer que las cosas deben ser así.
Luego fui descubriendo que me costaba tolerar algunos comportamientos. La fea costumbre de aquel compañero mío de primaria, que con sólo 12 años se apretaba las encías con el dedo índice para desangrarlas. Decía que le aliviaba mucho. Mi alivio fue pedirle a su madre que un dentista le tratara la gingivitis.
Odié el pelo graso de mi vecina, me revolvía la voz de pito de la dueña del estanco. Pero lo superaba, lo entendía, lo aceptaba.
Lo que fue superior a mí llegó más tarde. Con el instituto, la universidad...Conocer gente nueva te hace darte cuenta de la cantidad de tiempo que perdiste antes, con otros. Bueno, errores típicos que todos cometemos.
¿Mi problema? No asumí mi error. No pude pasar página. Eran tantos los que, de una forma y otra, me incomodaban...
¿Te importa que fume? Estoy un poco tenso al recordar...gracias.
Como te decía, no lo soporté. Así que hablé con mi padre y le conté todo lo que me estaba pasando.
Él, desde su labor de progenitor, me animó a escribir en un folio los nombres de todas las personas que me provocaban malestar y luego a quemarla, como símbolo de que estaba emprendiendo una nueva vida, una nueva mentalidad.
Lo hice. ¡Qué satisfacción!
No te imaginas cómo fue.
El único pequeño detalle es no cumplí el consejo tal y como él lo habría planeado.
Cambié algunos puntos.
Sí hice la lista, tardé semanas. Empecé con las personas que recordaba de mi infancia y continué desde ahí.
Sí, papá decía "¡vas a quedarte sin tinta!"
Bueno, tinta hubo de sobra.
Recuerdo bien el olor a quemado, el olor a azufre, a barbacoa.
¿Acabas de temblar? No hace demasiado frío en la sala...tranquila, no te asustes. Quemé hojas y hojas de folios. Fue una cantidad ingente de papel. La hoguera más grande que había visto en mi vida.
El fuego me fascinó. Me pareció limpio. Las llamas limpiaban el malestar.
Pero no, yo no era pirómano, no era un desequilibrado, ni un bombero frustrado.
Por eso no elegí matar así.

Ni el fuego , ni la sangre, ni los gritos.
Demasiado de película o de novela.
Cuando te das cuenta de que tu forma de ver el mundo es diferente al resto, continúas.
Matar no me produce satisfacción.
Pero sí ver como los demás se destruyen.
Admiro el mundo lleno de mierda, de guerras, de violencia sexual, de destrucción, rabia incontenida, de cárceles llenas de inocentes y culpables en los Ayuntamientos.
No es resignación, esto.
No soy ni el primero ni el último que se ha dado cuenta.
Vivimos pendientes de ser sociedad, de cumplir normas, de avanzar...
Llámame loco por odiaros a todos.


lunes, 18 de abril de 2011

Abril 2011

Yo no quiero agradecerte la vida así.
Yo no quiero caminar descalza e implorar tu perdón.
Yo no quiero pedirte la luna, para luego pagártela a plazos, yo no quiero que cada palabra sea una oración.
Yo no quiero acudir a tu casa, si en la mía tú puedes entrar
si me basta un pedazo de tierra para convertir una pradera en tu altar.
Que mi fe no tiene paredes,
no tiene himnos, ni caras, no tiene voz.
Que mi fe es mía.
Y tú no eres un Señor.
Por eso no quiero Semanas Santas, ni meses de juerga.

Lo que quiero es rezarte en el aire, lo que quiero es alabarte en tus obras, lo que añoro es buscarte en las nubes, lo que quiero es buscarte en mis sombras.

Podré respetar, como respeto casi todo.
Pero no soporto a las señoras que ahora hacen penitencia, cuando el resto del año son las peores arpías. No aguanto la hipocresía, pues Moisés estaba en contra de la iconografía. Y en el deje de éstas palabras, se repite el canto con el que muchos nos deleitan estos días "iá...iá...iáaa...".

La Semana Santa no me gusta. Me agobian los pasos, me entristecen las figuras, me revuelven las caras.
No comas carne, no te diviertas, "no te toques"... ¿Alguien puede entender algo?
¿Cuándo dijo Dios que tuviésemos que hacer todo esto?
¿Por qué seguimos demostrando nuestra fe de este modo en lugar de cumplir las palabras de Jesús?
No hace falta caminar descalzo, ni pasar hambre.
Basta con hacer el bien, desde un "Buenos días" hasta llenarte de mierda hasta el cuello por ayudar a otros.
No, es que no me gusta nada la Semana Santa. No me emociona, no me aporta nada.

Yo creo en Dios, creo en mi Padre, creo que mi abuelo juega con él al ajedrez (y le gana, porque mi abuelo era muy bueno). Y hablo con él de vez en cuando, y le pido perdón y le doy las gracias, y no necesito confesarme ni seguir ninguna otra doctrina.
Creo en la libertad religiosa, creo que mis hijos tendrán derecho a creer en quienes ellos decidan, véase Dios, en el que yo creo, véase los Power Rangers, véase el Pastafarismo http://es.wikipedia.org/wiki/Pastafarismo.
No sé, hay cosas que me dan dolor de cabeza. Pero bueno, deben respetarse, a fin de cuentas no hacen daño a nadie. (o a casi nadie).

viernes, 15 de abril de 2011

D*

Cierra los ojos un momento. Olvidémonos del mundo. Del resto del mundo.
Tu nombre lleva la D de Dreams. Como la canción de The Cranberries.
Porque es tu canción.
La escucho y me traslada al instante en el que te sostuve por primera vez en mis brazos.
La República cumplía 80 años y tú cumplías horas.
Y bostezabas acurrucándote. Ajena a todo lo que te rodeaba, bueno y malo.
No te contaré nada malo, que nada te preocupe ni te asuste.
No importa las preocupaciones, no importa ahora. No te importa a ti.
Y es por eso que pensar en ti me recuerda a esa canción de The Cranberries, porque lleva tu inicial, porque sabes a abril y a fresas con nata.
Detrás de los ojos como la arena del mar, detrás de los ojos de chocolate negro, detrás de los ojos como rayos de sol y ríos naciendo de montañas. Detrás de todos ellos estás tú, y aunque todavía no me has enseñado tu mirada, serás siempre mi pequeño bol de fresas con nata.
Porque a eso me sabes.

lunes, 11 de abril de 2011

YLC

Ella tiene los ojos como la arena del mar. Por eso cuando me mira siento que floto en ellos.
Ella y sus ojos de arena de mar, preludio de otros ojos, los de la mediana, que son puro chocolate.
Chocolate negro, huelen a chocolate y saben a chocolate. Me mira y me llena la panza de dulzura.
Y luego aparece él, que ya no es arena ni cacao, sino una mezcla de los dos con mucho rayo de sol y muchos ríos naciendo de montañas. Eso veo cuando me mira.
Él y sus rizos rubios, él y sus pasitos acelerados por el pasillo corriendo. Él en mis brazos, encajado en mis brazos como si fuéramos dos piezas de puzzle perfectas. Y ahí se queda y se vendría conmigo a cualquier parte.
Pero no puedo llevármelo porque la mediana llora sólo de pensarlo. Hace pucheros y ni siquiera se calma si le pido que me diga los colores en inglés. Niega con la cabeza, preocupada, esperando que baje al pequeño al suelo, para que no pueda alejarle de ella.
Mi pedazo de alma, no sabe que jamás haría nada que pudiera lastimarla.
Y los tres, con sus pares de ojos perfectos cada uno, con sus sonrisas cerradas calcadas de su tío, con esa magia entre sus dedos, me miran.
Me miran y pierdo la noción del tiempo,
me miran y olvido que estoy viva.
Y me iría con ellos. Dónde fuera, cómo fuera. Con ellos.
Para contarles de dónde nacen los versos y porqué el sol se esconde a veces.
Para explicarles que tienen sangre africana y por eso pueden convertirse en pantera, tigresa y leopardo.
Para protegerles de un mundo que nos lo merece.
Porque son perfectos.
La mayor, cuando me besa en la boca,
la mediana cuando me mira y sonríe
y él, que guarda mi alma en su chupete.

sábado, 9 de abril de 2011

Destape

Ayer, en la última clase de Microbiología, nuestra profesora quiso despedirse haciendo referencia a esta gran frase de El Principito:

"Lo esencial es invisible a los ojos" (Antoine de Saint - Exupéry)

Y la verdad es que necesitaba oír aquello.
A veces me siento demasiado filosófica en los viajes yendo y viniendo, en la cama antes de dormir o cuando miro el sol por la ventana. Me pregunto si estoy llevando bien mi vida, si tomo las decisiones correctas, si afronto con valor los problemas o soy demasiado frágil a veces. Supongo que hago lo que en mayor o menor medida hacemos todos.
Me dirijo hacia un futuro cuya última parada es la muerte. No busco ser catastrófica ni pesimista, sólo quiero ver la realidad. Y la muerte me da mucho menos miedo que otras cosas.
A veces pienso si estoy aprovechando la vida. Si duermo demasiado, si pierdo el tiempo en tonterías o si me preocupo en exceso por cosas que no deberían tener esa importancia.

Llevo mucho tiempo queriendo que mi mundo esté en un equilibrio perfecto dónde no tenga problemas ni me lleve disgustos. Pero es imposible.
Y ha sido ahora cuando me he dado cuenta.
Y darme cuenta ha sido como encontrar la llave.
Hasta hoy mismo he vivido preocupada por lo que los demás piensen de mí e, incluso, e actuado por lo que los demás piensen de mí y no por lo que he sentido. No sé que adjetivo merece todo eso, pero tampoco me arrepiento de haberme equivocado. Nadie me dijo quién debo ser y cómo se llega a serlo.
Me miro al espejo y me pregunto si tendré la misma cara con 40 años. Seguramente no.
Pero seguiré siendo yo misma, sólo que los brochazos sobre el tapiz habrán añadido matices, tramas, colores y más fallos.
Me decepciono cuando descubro que todavía tengo el mismo talón de Aquiles de hace años, pues llevo mucho tiempo intentando remediarlo, reforzarlo, impedir que alguien lo encuentre.
Por eso he comprendido que soy yo misma quién lo lesiona.
Mi problema no es lo que los demás hagan o digan sino cómo me afecta. Cómo asumo las críticas constructivas (o no), como acepto los errores y manejo las discusiones. Mi problema es que todavía me queda mucho por aprender.
El remedio es este. Decírmelo, contármelo.
Y ahora mismo se me escapa una sonrisa al pensar que sólo el hecho de escribir ya me cura.
Puede que quién lo lea piense que estoy mal, que estoy loca, que "vale, muy bien", que "no me importa"...
Pero ahí está...
¿Acaso debe influir algo en mí todo eso?
¿Cuánta importancia debo darle a lo que los demás opinen de mí?
¿Toda? ¿Nada?
¿Estoy dejando que el mundo decida por mí?
Entonces pienso en María, mi pequeña Marioska, cuando le pregunté:

- Oye Meri, ¿estás bien? es que leí en tu tablón la historia que habías escrito y tal...y no sé, cómo ponías cosas así y asá, pensé...
Ella soltó una carcajada y me miró con suspicacia.
- Laura, ¿todo lo escribes en tu blog es autobiográfico?
- No, para nada.
- ¿Cuando escribes cosas tristes es porque te sientes triste?
- La mayoría de las veces no, simplemente me apetece escribir eso.
- Entonces...¿por qué haya escrito yo todo eso tengo que estar mal?

Y sonreí. Qué necia había sido. Ella escribía todo tal cual le venía, sin pararse a cambiarlo o maquillarlo sólo por el hecho de LO que sus lectores pudiéramos pensar.
Y me recordó que yo tampoco lo hago. Escribo tal cual sale, sin pensar en que quién lo lea pueda creer que estoy feliz, estoy a punto de suicidarme o que tengo una obsesión por un tema concreto (hace años escribí muchas historias de homosexualidad y ahora pienso que cualquiera podría haber pensado que era una forma de auto-desahogo).
Mil interpretaciones. Mil reflexiones.
Eso es la propia vida.
Por eso cuando hoy me he sentado aquí a escribir no he pensado en nada.
Sólo necesitaba destapar mi mente y que saliera todo.
No sé lo que digo, no voy a releerlo.
Sólo sé que mientras escribo de mis dedos sale un humillo blanco refrescante y mi pecho se abre para respirar mejor.
Y eso sí me hace muy feliz.

domingo, 3 de abril de 2011

Color- grama

No importa... no importa qué ocurra ahí fuera. Y, por otro lado, importa todo. Porque el mundo es importante. El mundo entero, no dos o tres o cien. Entero. Es como explicarle a alguien la importancia de una vacuna, que no es sólo tu protección sino la de todos. Que si te lavas las manos en un hospital salvas vidas. No es por él, ni por ella. Es por todos.
No importa nada e importa todo. La cuestión es vivir en el punto intermedio de los extremos, para no ser nunca un monstruo insensible que niega su dependencia de la sociedad, ni tampoco un esclavo sometido a las voces de los desamparados.
No es mejor el inconformista, ni el que vive esperando.
Ni uno ni otro. No es más fuerte el que tortura en la guerra ni el que niega la violencia.
Nada ni nadie. Todo y todos.
No importa quién seas y cuánto sufras intentando comprender el mundo. Ni cuánto te equivoques o aciertes.
Lo importante no es lo que los sabios digan, porque los sabios no lo han vivido todo.
Lo importante es no olvidar que nada es todo y todo es nada y la vida son colores, más o menos vivos, pero son infinitos.