martes, 31 de enero de 2012

Quinto cuento para Raquel

Cuentos para dormir, Pedro Pablo Sacristán
Había una vez un muelle que vivía tranquilo y seguro dentro de su bolígrafo. Aunque oía muchas cosas procedentes del exterior, vivía creyendo que fuera de su mundo, el bolígrafo, no había nada bueno. Sólo pensar en dejar su bolígrafo le daba tal miedo que no le importaba pasar su vida encogiéndose y estirándose una y otra vez en el minúsculo espacio del boli.
Pero un día, se ácabó la tinta, y cuando su dueño lo fue a cambiar tuvo un despiste. El muelle saltó por los aires y fue a parar al desagüe del lavabo, y por ahí se perdió de vista. El muelle, aterrorizado y lamentándose de su suerte, atravesó tuberías y tuberías, pensando siempre que aquello era su fin. Durante el viaje por las cañerías no se atrevió a abrir los ojos de puro miedo, sin dejar ni un momento de llorar. Arrastrado por el agua, siguió, siguió y siguió, hasta ir a parar a un río; cuando la corriente perdió fuerza, al ver que todo se calmaba, dejó de llorar y escuchó a su alrededor, y al oír sólo los cantos de los pájaros y el viento en las hojas de los árboles, se animó a abrir los ojos. Entonces pudo ver las aguas cristalinas del río, las piedras del fondo, y los peces de colores que en él vivían y jugaban, y comprendió que el mundo era mucho más que su pequeño bolígrafo, y que siempre había habido muchas cosas en el exterior esperando para disfrutarlas.
Así que después de jugar un rato con los peces, fue a parar a la orilla, y después a un campo de flores. Allí escuchó un llanto, que le llevó hasta una preciosa flor que había sido pisada por un conejo y ya no podía estar recta. El muelle se dio cuenta entonces de que él podía ayudar a aquella flor a mantenerse recta, y se ofreció para ser su vestido. La flor aceptó encantada, y así vivieron juntos y alegres. Y siempre reían al recordar la historia del muelle, cuando pensaba que lo único que había en la vida, era ser el triste muelle de un bolígrafo.

domingo, 29 de enero de 2012

Cuarto cuento para Raquel

Paulo Coelho


Un hombre,  su caballo y su perro iban  por  una   carretera.  Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó  un  rayo  y  los  tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…)
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:
Buenos días.
Buenos días – Respondió el guardián
¿ Cómo se llama este lugar tan bonito?.
Esto es el cielo.
Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…
Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles..
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
Buenos días – dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
Tenemos mucha sed,  mi caballo, mi perro y yo
Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.
Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre
Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.
A propósito ¿Cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
CIELO.
¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡ Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante
¡De ninguna manera! – increpó el hombre
En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

sábado, 28 de enero de 2012

Tercer cuento para Raquel

El cuento de hoy es también uno de los cientos que mi tía me contaba por las noches, es uno de mis favoritos.

El mono caprichoso

Había una vez un mono muy requetemono que entró en la barbería y le dijo al barbero:

-Señor barbero córteme el rabo, que no lo quiero. El barbero se extrañó, pero el rabo le cortó. 

A los pocos días el monito volvió a la barbería: 

-Devuélvame usted mi rabo señor barbero. 

-No puedo. Que se lo llevó el basurero. 

-¿Ah, sí? Pues me tiene que dar usted una cuchilla de afeitar- contestó el monito, muy disgustado. 

El barbero por no oírlo, le dio la cuchilla. Allá que va el monito la mar de contento, y anda que te andarás pasó por la calle del pescado. Vio a un hombre que estaba limpiando el pescado para venderlo. 

-Señor pescadero-dijo el mono- ¿ no le da a usted asco? 

-Si quiere, le doy mi cuchilla. 

- Bueno.

Y sin pensárselo dos veces el mono le dio su cuchilla. 

A los pocos días, el mono se acordó de ella y volvió a la calle del pescado. Y dijo con mucha pena:

-Señor pescadero, devuélvame usted mi cuchilla que era muy buena. 

El pescadero le contestó: 

-No puedo, que de tanto cortar pescado, se me rompió. 

-¿Ah , sí? Pues me tiene que dar el pescado más gordo. 

El hombre por no oírlo, se lo dio.

El mono se puso a andar y pasó por la calle del pan. Entró en una panadería y le dijo al panadero: 

- Señor panadero, ¿ me quiere usted asar en el horno este pescado tan bueno? 

-Cómo no - contestó el pandero-. Vuelva usted a la tarde, que ya estará asado. 

Pero el mono no se acordó hasta los pocos días. Entonces volvió a la panadería: 

- Y mi pescado, dónde está? 

El panadero le contestó:

- Como usted no venía, mi mujer se lo comió. 

- ¿Ah sí? Pues me tiene usted que dar una talega de pan. 

El panadero, por no oírlo, se la dio. 

Anda que te andarás, el monito pasó por la calle de la escuela. Estaban las niñas llorando en el patio a lágrima viva. 

Se acercó el monito y le dijo al maestro: 

-Señor maestro ¿qué les ha hecho usted a las niñas, no le dan a usted lástima, pobrecitas? 

- ¿ Yo? Yo ya terminé mis clases. Es que tienen hambre y no vienen sus padres. 

- ¡Vaya por Dios! – dijo el monito-. Poneos en fila. 

Las niñas se pusieron en fila, y el monito su pan les repartió. 

A los pocos días, el monito sintió hambre y volvió a la escuela: 

- Señor maestro -dijo- ¿dónde está mi pan? 

- ¿Su pan? Cualquiera sabe. Con lo tragonas que son estas niñas... 

- ¿ Ah sí? Pues me tiene que dar usted una. 

El maestro, por no oírlo, una niña le dio, y el monito, muy contento, de la mano se la llevó. 

Pasaron por un río y estaba la lavandera lava que te lavarás: 

- Señora lavandera, ¿quiere usted esta niña para que le ayude a lavar, a tender y a recoger? 

- Bueno dámela. 

A los pocos días se presentó la madre de la niña en casa del mono . 

- Señor mono ya me está usted diciendo lo que ha hecho usted con mi hija. 

- ¿ Quién yo? 

- Sí, usted ¿ quién va ser? 

- ¿ Y qué me da usted si se lo digo? 

- Pues... le doy.. .le doy... una flauta que tiene mi marido. 

- Está bien, dijo el mono, lavando en el río la dejé. 

Entonces fueron al río, hicieron el cambio, y el monito esta canción iba tocando: 

Por un rabo una cuchilla, 

Por la cuchilla un pescado; 

Por el pescado cien panes, 

Por los panes una niña... 

¿ Y lo demás? Lo demás se me ha olvidado. 

Y colorín colorado, este monísimo cuento se ha acabado

viernes, 27 de enero de 2012

Segundo cuento para Raquel

(Este cuento me lo contaba mi tía Mari Ángeles cuando era chiquitita)

Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: “Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca.” El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio.

Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: “Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada."

La pobre joven lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar. La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una brizna de paja y la habitación refulgía por el oro.

Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: “Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación.” Y le señaló una estancia más grande y más repleta de paja que la del día anterior.

La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: “¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro?” preguntó al hacerse visible.

“Sólo tengo esta sortija.” Dijo la doncella tendiéndole el anillo. “Empecemos pues,” respondió el enano.
Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado. 
Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: “Repetirás la hazaña una vez más, si lo consigues, te haré mi esposa.” Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, nunca encontraría mujer con dote mejor. 
Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el grotesco enano: “¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema?” Preguntó, saltando, a la chica. “No tengo más joyas que ofrecerte,” y pensando que esta vez estaba perdida, gimió desconsolada. 
“Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo,” demandó el enanillo. 
La muchacha aceptó, vencida por el miedo, y como ya había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba. Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de la boda.

Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa.

“Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras.” ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo,” exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: “Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño. Por más que pensó y se devanó los sesos la molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta.

Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta de una pequeña cabaña cantando:

“Hoy tomo vino,
y mañana cerveza,
después al niño sin falta traerán.
Nunca, se rompan o no la cabeza,
el nombre Rumpelstiltskin adivinarán!”

Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: “¡Te llamas Rumpelstiltskin!”

“¡No puede ser!” gritó él, “¡no lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo!” Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.


jueves, 26 de enero de 2012

Primer cuento para Raquel

Esto era una niña pequeña, que siempre sonreía mucho y un día un señor le dijo:

- Niña, niña ¿por qué sonríes tanto?

- Porque no tengo motivos para no hacerlo
- ¿Quieres decir entonces que tienes muchos motivos para sonreír?

- No, no tengo muchos motivos para sonreír, lo que no tengo son motivos para dejar de hacerlo

No necesitamos aferrarnos a lo bueno para sentirnos bien, basta con aceptar que lo malo sólo es malo si nosotros dejamos que nos afecte.





martes, 24 de enero de 2012

Interneses e intereses

Si el teatro fuera más barato, iría más.
No digo con eso que sus artistas deban cobrar menos, pues su arte y su interpretación no tienen precio.
Sólo digo que si costase menos iría más.
Yo y otros tantos millones de jóvenes.
Y quizás de esa manera la cultura se acercaría a todos y no harían falta precios desorbitados, porque habría una demanda continua.

Si el cine fuera más barato, iría más.
Y no estoy a favor de las descargas ilegales.
Sí lo estoy de mi derecho a compartir lo que tengo con quién yo quiero.

Aquí estoy escribiendo. A veces tardo días en crear una historia, otras veces sólo segundos.
Y me arriesgo a que cualquiera lo encuentre, lo lea, le guste y lo comparta.
Si viviese de ello me dolería perder ganancias, por eso también creo en el respeto a los derechos de autor.
No grabar películas en los cines, no vender/comprar copias ilegales en el top-manta.

Pero la sociedad quiere tener, quiere tener cien películas en vez de una.
¿Es avance? ¿Es, como diría José Mota, "ansia viva"?
Mea culpa por descargarme canciones, por ver películas y series en internet.
Pero si tuviese que borrar los buenos momentos que he vivido gracias a esa oportunidad de poseer música, películas y series...perdería grandes vivencias de mi vida.

Yo no tengo la solución,
yo no sé que otra cosa podemos hacer,
sólo pienso desde mi triste ignorancia que si me costase menos dinero ir al teatro, a la ópera y al cine, yo sí iría más.
No busco debatir, pues sé que muchos podrán rebatirme en estos argumentos y me sentiría enriquecida por ello.
Solo pretendo hacer un parón, una reflexión.
Quino

El mundo no va a parar, ya hemos soltado las riendas. Cualquier intento por cambiar el avance caerá en saco roto.

lunes, 23 de enero de 2012

La vida

- Hasta pronto - susurró en voz baja, aguantándose las ganas de llorar, mientras veía cómo la catedral salmantina se hacía cada vez más pequeña a medida que avanzaban con el coche. Le temblaban las manos, le dolía el pecho, pero no dijo nada para no preocupar a nadie.
Emilia veía como toda su vida se quedaba atrás, sumergida en el Duero, entrando en un estado de hibernación emocional, para no sentir, para no sufrir.
Mientras tanto su hijo la observaba de reojo. Quién le habría dicho en aquél entonces, cuándo se marchó hace tantos años de allí, que un día volvería para llevarse consigo a su madre. Por un lado la noticia de su enfermedad le produjo mucho miedo, pero por otro sintió tranquilidad: por fin había un motivo firme para convencerla de ir con él a Madrid.
- Te cuidaremos, el hospital está más cerca, no tengo problemas para llevarte, estarás con los niños...
Y Emilia lo sabía. Claro que estaría bien allí. 
Pero no había lugar en el mundo más confortable que su tierra.
Su silencio era su luto. Nunca fue dramática y menos ahora. La vida ya le robó de muy joven al amor de su vida y la dejó "en paños menores", con dos hijos y sin dinero. Pero salió adelante.
Y sus penas y alegrías se formaron en las calles charras, en el aire frío, en la piedras amarillas.
Por eso este nuevo cambio no era algo terrible, pero no podía llevarlo de otra manera.
Su tierra, su amada tierra. 
Dejaba su casa, sus eternas amistades, sus paseos matutinos, su misa. Sus libros, su casa, la casa de su marido dónde tanto iba a dejar.
Era una nueva pérdida, otro abandono. No habría sitio más bonito que aquél. Sus ojos se iban humedeciendo despacio, los recuerdos se amontonaban en su mente y en su corazón.

- Mamá, no llores, puedes volver cuando quieras y lo sabes
Emilia se llevó una mano al pecho y sonrió.
- Lo sé hijo, lo sé...

miércoles, 18 de enero de 2012

Carta para la tercera planta

No os rindáis, aunque ya no haya más camino. No soy nadie para dar ahora una charla sobre lo bueno y lo malo, y mucho menos sobre la esperanza. Por eso escribo desde lejos, desde mi mesa, y cuando estoy cerca vuestro hablo poco, salvo cuando estáis más animados y os apetece contar cómo estáis hoy.
No os conozco, vosotros a mí tampoco, pero ya habéis dado el paso importante. Sin saber siquiera mi nombre me dejásteis entrar en vuestro pequeño mundo y me contásteis vuestra historia.
Me invitásteis a comprender el miedo y a sufrir vuestras dudas.
Y cuando peor estábais todavía sacábais fuerzas para seguir.

A ti, J.M.T,
hoy ni siquiera has abierto los ojos cuando hemos entrado. Hoy más que nunca no tenías ganas de hablar.
Incluso, mientras te pinchaban para aliviar el dolor, no te movías, no te inmutabas.
He querido decirte que eres un gran hombre.
Me habría gustado contarte que eres un ejemplo de paciencia, de aguante y de lucha.
Que mi madrina también vivió lo mismo que tú y por eso no hay día en el que no la recuerde y la eche de menos.
Que quiero protegerte de todo esto que te pasa, pero no puedo, no encuentro cómo.
Por eso te escribo, desde lejos, porque sé que de alguna manera te llegarán mis pensamientos.
Hoy estabas peor y tu familia ha tenido que asumir la noticia de que no hay más opciones.
Hoy no tenías ganas de más, ya no más dolor.
Y aún así, antes de que pudiésemos salir por la puerta, has abierto los ojos despacio y nos has buscado con ellos, para murmurar:
- Chicas, espero que hayais aprendido mucho...

A ti, I.,
que eres una mujer magnífica, capaz de tirar de todos y afrontar un final inminente con toda la racionalidad y valor que existen; que miras a tu marido y te aguantas las ganas de llorar porque no quieres que te vea mal, que tienes tanto que contar todavía...
Hoy me has mirado diferente. Siempre me mirabas seria, callada, pensativa. Hoy tus ojos brillaban de otra manera y he sentido el calor que salía de ellos, me he sentido afortunada porque me hayas mirado así.

A ti, J.S,
que te fuiste demasiado pronto. Sigo creyendo que cuando llegue a la planta estarás ahí sentado,
hablando despacio con tu voz afónica, con la foto del Atleti en el cabecero de la cama.
Sigo creyendo que nos mirarás con esa media sonrisa, repitiendo hasta la saciedad que vas a luchar por estar bien.
Pero no estás, te fuiste.
Y sólo puedo darte las gracias por haber sido así, tal cual, tan bueno y cariñoso.


A vosotros, que me recordáis que la vida es un bien preciado,
que me motiváis para hacer de una carrera un trabajo real, buscando nuevas soluciones a problemas que hoy no pueden tratarse,
que me hacéis ver de nuevo a mis seres queridos, los que tuvieron que pasar por eso mismo.
A vosotros que dais verdaderas lecciones de vida.

jueves, 12 de enero de 2012

Rotaciones de enero

Tiene ganas de llorar, pero se aguanta por ella. Mientras la ve hablar y hacer preguntas va notando cómo algo dentro del pecho le duele, sin poder darle un nombre concreto, pues no sabe si es miedo o es orgullo.
- ¿Y cuándo comenzará a caerse el pelo?
- Pues todavía no, acabamos de empezar, a partir de los siete días más o menos
- Entonces todavía aguanto un poco, que luego lo echaré de menos
- Sí, aunque es bueno que te mentalices, ya lo hablamos...
- Sí, tranquilo, ya he ido a tomarme las medidas para la peluca y todo

Sí, el dolor del pecho no tiene nombre porque se llama de muchas formas.
Allí están, madre e hija, más unidas que nunca.

- Y...aunque sea algo tonto...
- Dime, dime, ninguna pregunta es tonta
- ¿Podré comer cualquier cosa? ¿Debo evitar algún alimento?
- No, para nada, debes comer bien, ni de más ni de menos, como siempre has hecho
- Estupendo, ¿lo has oído mamá? Cuando vaya a tu casa no tienes que cocinar el doble, que no voy a quedarme en los huesos

Ahora se miran. Ambas comparten los mismos rasgos, lo más llamativo son sus grandes ojos negros.
Sonríen despacio, como si en ese momento el tiempo se hubiese parado, diciéndose todo lo que con palabras no se atreven.
Por su cabeza pasan miles de preguntas, de reflexiones, pero no debe dejarse vencer por ellas. Es el ahora y el mañana, es el hoy o nunca y por ello asiente, aguantándose el dolor del pecho.
- Doctor, gracias por todo - susurra en voz muy baja, luchando por parecer fuerte.
- Tiene usted una hija muy fuerte, ahora empieza el camino difícil, pero no deben rendirse

La puerta se abre, una enfermera sonriente les avisa de que ya está preparado el primer ciclo de tratamiento.
- Allá vamos
Y ambas salen cogidas de la mano, conscientes de que todo va ser a diferente en sus vidas, pero con un pensamiento firme: jamás se rendirán.



martes, 10 de enero de 2012

Siempre


Siempre.
Me gusta esa palabra. Siempre significa "desde un momento en el que empieza, hasta infinito". Es lo que dices cuando sabes lo que quieres en la vida. Yo lo sé. Estar siempre contigo.
Sé que soy joven, sé que la vida da demasiadas vueltas, que descoloca, asusta y nos vuelve torpes, pero no por ello debemos rendirnos. Sé que nada es cierto, que todo cambia, pero también sé quién soy, a quién le debo lo bueno que haya en mí y cuánto me gustaría ser capaz de enseñar yo a otros.
Sé que quiero hacerte feliz. Siempre.
Siempre significa "pase lo que pase".

martes, 3 de enero de 2012

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Feliz año 2012 pequeña Sunniesoop.
Parece que todavía estamos esperándolo y resulta que ya hemos gastado tres días del calendario. Los literatos añadirían que se han dado millones de besos, abrazos, miradas y cartas. Los pesimistas hablarían de tres días más cerca de la muerte. ¿Y tú? ¿Tú que piensas dentro de esa cabeza?
¿Es más bueno el que lo hace y lo publica o el que lo hace y no lo proclama? ¿Es más malo el que lo dice aquí y luego o el que sólo lo hace luego?
¿Qué somos? ¿Qué pretendemos?
¿Somos una persona o un montón de papeles distintos en la obra de arte de la vida?
¿Y quién es el público? ¿Y cuál es el fin?
Sí, he empezado el año reflexivo.
A lo largo de mis innumerables viajes por todo el mundo aprendí dos cosas. Dos que resumen infinitas cosas.
La primera, que nada pasa por algo, simplemente pasa.
La segunda que todo tiene algo positivo.
Y de ellas entendí que siempre hay una causa, que no todos los gestos significan algo, que se puede negar a alguien más de tres veces sin pretenderlo y perdonar es más difícil que aceptar con valentía un error mortal.
Por eso dejé de juzgar a los demás, aún sabiendo que yo siempre sería juzgado. No importa. El mayor mérito es no dejar que las malas vivencias y decepciones te cambien.
¿Qué dices pequeña Sunniesoop?
Sí, tienes toda la razón, todo sería más fácil si supiésemos hablar balleno (o pingüinés).

Jesús

Su pelo castaño ondea bajo la brisa nocturna de la bahía. Todo está tranquilo. A su derecha las barcas de madera son mecidas por un suave oleaje. A su izquierda la playa se extiende como un manto de arena gris nacarada.
Delante un océano infinito.
Detrás está él, siempre detrás, siempre protegiendo sus pasos.