jueves, 6 de diciembre de 2007

[Quisiera volver a abrazarte tan fuerte, para no volver a soltarte nunca]


Daría la mitad de mi vida para regalártela a ti.

Podría vender mis sueños sólo por verte de lejos, verte de cerca pero nunca verte partir.

Sería capaz de coser mis ojos y no abrirlos jamás si a cambio pudiese escuchar tu voz todos los días.

No me importaría perder mi casa, mi dinero si durante sesenta segundos volvieses a abrazarme.

Daría todo, todo lo que tengo por poder acariciar tu mejilla surcada de experiencias.

Daría todo, todo lo que soy por volver a sentarme en esa silla giratoria desvencijada y observar en silencio a tu mano temblorosa dibujar en papel las maravillas del mundo.

Vendería mi alma si con ello consiguiese 12 horas para pasear contigo por la Rúa de Salamanca mientras me explicas que son las cigüeñas y por qué la Catedral tiene un pilar torcido..

Y sentarme a tu lado en el parque de la Alamedilla para dar de comer a los patos.

Y es que sigo sin explicarme cómo puedo seguir adelante si no estás aquí...


Porque todavía me siento a la mesa y levanto la cabeza creyendo que estarás ahí y me pasarás un pedazo de pan por debajo, cómplice, sin que mis padres nos descubran.

Porque me quedo ausente observando tu sillón y te imagino jugando una partida de ajedrez bajo la luz de la lámpara.

Porque intento en vano arañar esa pared recién pintada del pasillo, bajo la cual se esconden aquellas marcas que pintabas para medirme y saber cuánto había crecido desde la última vez que me viste.

Porque cada vez que abro la puerta pienso que estarás detrás, ansioso por levantarme en brazos y no soltarme jamás.

Porque los domingos sigo esperándote para ir la Iglesia de tu mano aunque me canse y no entienda nada de lo que dice ese señor de la túnica, sólo porque me prometes ir al kiosco cuando salgamos.

Porque al hablarte de cosas de críos eras el único que se agachaba a escucharme.
Porque cuando regreso a Madrid sigo pensando que estás allí, sólo a 300 Km de distancia, y que todos los miércoles seguirás llamando para saber cómo estamos.

Porque el primer amor de mi vida tomó un tren y olvido decirme a dónde iba...


Dime dónde estás, quiero ir a buscarte.


Una vez me dijeron que en las palabras reside la salvación del mundo.


Por eso cada vez que escribo sé que lo leerás.


Por eso jamás dejaré de escribir, porque con cada letra, siento que estás junto a mí.











[Quisiera volver a abrazarte tan fuerte, para no volver a soltarte nunca]





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