
La he hecho desde mi balcón, tras la tormenta que ha habido esta tarde.
Nunca se me dio bien la fotografía, tampoco tengo una cámara perfecta, pero con paciencia y muchas repeticiones que han terminado en la papelera de reciclaje, al final obtuve una instantánea así.
No sé, me quedo absorta mirándola.
Porque son pedacitos de agua. Gotas inocentes y apaciguadas que curiosean por mi cristal, cuando sólo unos minutos antes irrumpían en la vida urbana,
empujadas por la furia de un viento huracanado que pegaba puñetazos a los árboles.
Ahora duermen.
Y yo he captado esa paz que emanan mientras esperan diluir atraídas por la más persuasiva gravedad.
Ya es de noche.
Y ahí siguen.
Acabo de sorprenderlas riéndose, vanidosas, porque han visto que son las protagonistas de mi entrada.
Pues sí, para vosotras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario