Se ha marchado...
y se ha llevado, con ella, la ventana.
Y esta vez la mano diciendo
adiós no era la suya, surcada de años y vivencias. Ha sido, esta vez, un
adiós más doloroso, que viajaba por el viento desde todas las nuestras.
Y se ha ido llevándose consigo otra parte de mi vida, que por un lado sigue su camino hacia delante, pero por otro se queda con remiendos y tiritas. Como si me hubieran dejado un hueco muy grande, un hueco que antes estaba seguro, lleno de ella.
Su casa, su olor, sus manías. La abuela de mi infancia, que era más fuerte y más rellena. La de mi adolescencia, un poco más dulce, más mayor. Y la de ayer, la que lloraba siempre al llegar y al marchar, la mirada gris azulada, la sonrisa pícara que solo era nuestra, de los nietos. Esa sonrisa que me hace llorar mientras escribo esto.
Cuánto voy a echar de menos...oí a mi madre dando voces por teléfono, repitiendo las cosas veinte veces y ella al otro lado diciendo
"seas quién seas de todas estoy bien".
Se ha marchado...
y se ha llevado, con ella, la ventana. Y las historias que vivía a su través.
Y cada uno de los millones de momentos, los que ahora no dejan de entrar en mi mente y los que viví y quizás no recordaré.
Abuela...dime, ¿cuántos domingos te fregué la terraza de pequeña, gastándote el cubo de agua? ¿cuántas veces regué tantos tus plantas que casi las ahogo a todas? ¿cuántas perronillas compartías conmigo, con su almendra en el centro? ¿y cuántas veces me echaste la bronca por moverte las figuras del Belén? con lo que me gustaba tocar la harina-nieve y mancharme los dedos...
Los colacaos con galletas para desayunar con Luis y Paula, en esos vasos que solo eran tuyos, los de Cuéntame, los de vidrio marrón.
Tu "
mija" pan, tus mañanitos...y los helados y golosinas que siempre llenaban tu nevera.
El brasero del salón, los faldones y los sillones blanditos que siempre eran los mejores sitios a la hora de comer.
Y el baño del abuelo, que aún pasando los años sin él seguía sintiendo que era suyo y nunca pasaba allí dentro, aunque tú me dijeses que sí.
Cuántas veces llegué a tu casa y me esperabas con los brazos abiertos, como siempre.
Cuántas veces te abracé despacio y te hablé sin que me oyeras, y tú sonreías recordándome cuánto tiempo llevaba sin volver.
Tu temperamento, ese carácter que has dejado en todos de alguna manera, esa fuerza para superar los obstáculos como el más fuerte.
Hoy te dije adiós, escribiendo tu nombre en el libro de los que se han ido. Puse abuela y puse madre, porque en los ojos de tus hijos he visto cuánto luchaste por todos ellos.
Las cuatro "lecherinas" y los cinco pequeños. Las seis chicas y los tres chicos.
Tus nueve tesoros. Tus nueve premios.
Tus veinticinco nietos. Que te debemos la vida.
Y tus veinticuatro bisnietos.
Hoy después de decirte adiós nos reunimos
casi todos y comimos juntos. Y sé que estabas ahí, cogiéndole la mano al abuelo Antonio y diciéndole "
lo hemos hecho bien".
Y nos dedicaste una última mirada, una última sonrisa pícara, la que solo es nuestra, la de los nietos.
Y le apretaste la mano y os fuísteis paseando despacio, sin ninguna prisa, por la calle de La Rúa.
Te has ido...y te has llevado contigo, la ventana.
Y te has llevado contigo, una parte de mi alma.
Descansa abuela, te lo mereces.
Sé que dónde vas, estarás bien. Vas con Antonio, vas con los que tanto extrañabas.
Y si tienes miedo o te preocupas por nosotros, tranquila
pregúntale al impresor, él sabe cómo volver.