jueves, 29 de septiembre de 2011

J

No sé si te he contado alguna vez que respiro más deprisa si estás cerca y mis fragilidades se deshacen como el granizo sobre el alféizar de la ventana. Que no entiendo porqué existen los dos lados de la cama ni porqué los auriculares no tienen cuatro cascos. Tampoco sé si alguna vez te he dicho que tienes la mirada más bella que existe sobre la faz de la tierra y que tengo miedo de perderte, aunque no tenga motivos para temer nada.
No sé si alguna vez te he confesado que cierro los ojos para imaginarte cuando te marchas.
O que todos los olores me recuerdan a ti, simplemente porque siempre estás conmigo.
No sé si sabes que eres importante, demasiado importante, que no puedo vivir sin ti.
No sé si te he contado alguna vez...que llevas mi fe en tus manos.
En tus grandes y cómodas manos.

martes, 27 de septiembre de 2011

Dabeliú

En alguna de esas casas alguien celebra un gol. Su voz se oye desde la esquina y se pierde bajo las luces de cuatro farolas mal puestas. Esta noche no es ni fría ni calurosa. Es solo una noche más de septiembre y Dabeliú tiene sed.

Ha llorado tanto que ahora necesitaría beber todo el agua del Sena para poder paliar su necesidad fastuosa, su sofocante ahogo, su horrible angustia. También ha perdido tanta sal que su cabeza comienza a dar vueltas y sus ojos ven formas extrañas en lugar de transeúntes deseosos de llegar al hogar.

Dabeliú ha llorado tanto que se le ha olvidado porqué lo hacía.
Y ahora vaga por los adoquines contando las líneas que salen de las punteras de sus botas rojas.
De vez en cuando da punta piés contra el aire, como si intentase dar un toque de normalidad a la escena surrealista que la acompaña.
Entonces ve a lo lejos una luz sobre las montañas y, frente a ella, un camino de tierra en mitad de la ciudad.
Cuando Dabeliú despertó, en su cama de esquinas doradas y almohadas de satén, dejó de tener miedo.



jueves, 15 de septiembre de 2011

Han pasado tres años desde que esto comenzó. Ahora empezamos el cuarto. Recuerdo que el primer viaje fue nuevo y sorprendente, que pasé miedo al principio y me fui enfrentando a los pequeños retos del día a día. He conocido personas, he creado fuertes lazos. Mientras escribo, en mi ordenador se puede oír una canción de Mohammed Salem, un cantante que jamás habría conocido de no haber sido por estar aquí. Pensaba que la medicina era una ciencia maravillosa por su capacidad para resolver las dudas que me componen, por su entrega a los demás, por ser una profesión diferente. Lo que desconocía era que iba a llenarme tanto de la esencia humana.
He madurado, lo siento de verdad. Me miro a mí misma y no encuentro los temblores del pasado. Piso con fuerza y no tiemblo, aunque sigo derrumbándome cuando alguien me da en el tendón de Aquiles.
Veo el mundo desde los ojos de alguien que comprende algo más de la vida o por lo menos cree hacerlo.
He tocado la muerte ajena con los dedos y la moral humana con las palmas de las manos y todavía descubro que me quedan muchas baldosas del camino amarillo.
Ya no lloro ante la mentira, pero si sufro cuando se acerca. Hay cosas que no podré cambiar, no puedo llegar a sentirme indestructible, pero tampoco quiero serlo.
Me gustaría mostrar la seguridad en mis ojos y la comprensión en mis gestos. Me encantaría poder ayudar con la voz.
Que en mi presencia no hubiese silencios incómodos para nadie y que mis futuros pacientes vean en mí mucho más que una bata adornada con el fonendo que primero fue de mi padre.
Siento que hoy debo agradecer mucho. A todos. A mi familia y amigos, a Jesús y a mis compañeros, porque sin ellos no habría aprendido nada. También doy gracias a todos los que me pusieron contra la pared alguna vez, u hoy en día todavía siguen buscándome las cosquillas de alguna manera, porque me empujaron a crecer.

Avanzamos y disfruto viéndolo, aunque a veces desearía que los días tuvieran más horas para poder atraparlo todo. Pido perdón si alguien ha sentido que durante el viaje le fallé o no le presté suficiente atención.

No existe la buena suerte, sí las decisiones correctas. Queda mucho camino y espero que sea siempre con vosotros.

Y, por si creíais que os había olvidado, no puedo irme sin lanzar un abrazo al cielo para el impresor, su mujer y su hija mayor. Vosotros me disteis las alas que aún hoy no me han cortado.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Cambio

Todo cambia, lo he dicho muchas veces y es cierto, siempre es cierto. Me gustan los cambios porque son los encargados de señalar las épocas de mi vida de una forma diferente a la de los meses y años. Una vez tuve 15, pero recuerdo mejor el móvil que me regalaron en Navidad y la primera vez que le vi a él y a sus ojos verdes transparentes. Otra vez tuve 8 y me quedo con mis bailes por el salón con una gorra en la cabeza y los discos de vinilo de papá. También tuve 12 y el miedo a dejar de ser una niña. Y tuve 18 y llegó el terror a confirmar que sí, que definitivamente ya no era una niña.
Los cambios me recuerdan que estoy viva, que he superado los peores momentos y los mejores. Que empiezan otros.
Y que sólo tengo una oportunidad para vivir esto, equivocándome, acertando, aprendiendo y enseñando.
Y saberlo hace que cada día tenga ganas de seguir, sólo porque no sé que cambio me espera.