domingo, 29 de junio de 2008

Saber amar

Hace tanto calor...aún así le encanta el verano.
Parece que con la llegada del sol Madrid cambia de color y las calles dejan de estar tan sucias y los indigentes de la plaza cuentan chistes y te sonríen al pasar y las piernas, las faldas, sandalias, camisas, gafas y cabellos recogidos te rodean allí donde vayas. Sí, y lo más maravilloso de todo esto es esperar ansiosa que lleguen las 7 de la tarde para corretear por las aceras en busca del amor.
¡Oh, amor! Esa sensación de continuo revoloteo dentro que te impide ser totalmente racional.
Con los tobillos desnudos se mira en los cristales de los escaparates y se para a leer los carteles que cubren las paredes. Fiestas eróticas, de cine, teatro japonés, más fiestas de la espuma...¡qué maravilla!
El calor llega a Madrid y Madrid ante él se descubre.
Llega a la puerta del teatro y vuelve a dejarse un dineral en la entrada pero no le importa. Todos la conocen ya, lo único en lo que dudan es la causa concreta por la que va casi a diario. Además, saben que no acude por la obra, pues muchas veces la han visto llegar unos minutos antes de finalizar el acto y sentarse en un banco de piedra cercano. Todos saben que acude a ver a alguien, pero desconocen a quién.
¡Oh, si ellos supieran! ¡Si supieran cuánto amor alberga en sus entrañas! ¡Cuánto siente y padece sólo por él!
La obra comienza. El anfiteatro cobra vida. Bailes, música, voces, personas. Majestuosidad.
Aplausos ininterrumpidos. Descanso.
Y ella silenciosa pasa los minutos esperando que él vuelva a aparecer. Él con sus ojos oscuros y su perilla castaña. Él con su pícara sonrisa y su gesto de Don Juan.
La obra acaba y con ella la oportunidad de que, por un instante, él pose sus ojos en los suyos y la vea.
Pero, como siempre, no lo hace. Cae el telón.
Lentamente todo queda vacío y ella sigue sentada en la butaca, todavía con los nervios en el estómago y el corazón latiendo sin cesar. Queda vacío su cuerpo. Se levanta y sale a la calle, pensando que otra vez será.
Ya fuera Madrid se va cubriendo de sombras, se desvanece el sol y despiertan las farolas.
Ella se aleja con paso tranquilo, dejando que su vestido se mueva con el aire que levantan los coches al pasar.
De repente escucha una voz que grita "¡Espera!".
Y antes de darse la vuelta desea que sea él.
"Te has dejado el bolso en el teatro", es un hombre un poco más joven que ella y le conoce porque él también acude casi a diario allí.
"Gracias".
"Vienes a verle ¿verdad?"
"Sí"
"Yo vengo a verla a ella"
"¿Tú también crees que es imposible que se fije en ti?"
"Lo creo"
"Entonces perdemos el tiempo"
"Tienes una voz preciosa"
"Y un corazón entumecido"
Y se aleja otra vez, pensando que su voz no tiene nada de preciosa y que ya son muchos los años que lleva esperando algo que sabe que jamás llegará.
Se da la vuelta y ese hombre aún la está mirando.
"¿Qué me ocurre?" piensa.
Y Madrid arde como nunca lo ha hecho jamás.

Parece que nunca te das cuenta, cuando anhelas un amor casi imposible, de que la vida no es igual que las historias que vemos en películas, es más dura, más cruel y en muchos casos menos creíble (por el aspecto surrealista). Nos empeñamos en buscar amores perfectos, mientras olvidamos que nosotros estamos muy lejos de ese papel. Nos engañamos y repetimos, "merezco algo más que esto", creyendo que el amor verdadero se siente cuando te compran rosas o te dan masajes en los pies.
No busques a tu media naranja, deja que ella te encuentre. De esa forma aprenderás que nunca el amor tuvo normas, leyes, formas o principios, nombre o apellidos, número o color de piel. No importa que haya defectos o virtudes, lo que importa es sentir las mariposas. Lo que importa es creer que cielo no existe porque sientes que ya estás en él.

La entrada de hoy se la dedico a una persona muy especial, mi gran amigo, y ahora mismo sé que cuando lea esto pensará "sé que soy yo" aunque no escriba su nombre. Estés donde estés te guardo conmigo. Por la amistad, dedicado a Miguel Gómez.

viernes, 20 de junio de 2008

GRITA CONMIGO


Llora de miedo porque no entiende nada. No sabe que esa mano que lo acaricia no lo ama, aunque se respalde en su cariño y en sus bellas palabras, el pequeño ángel sabe que quién lo está besando no lo ama.

Aprende cosas que nunca debería haber conocido, lo convierten en adulto cuando ni siquiera sabe escribir su propio nombre, el mayor pecado del mundo dibujado en las manos de los hombres, un ángel sin alas que ha perdido la inocencia y la infancia, acunado por el dolor físico y el frío.


Sábado 21 de junio a las 18:30 en Puerta del Sol, Madrid (España)

Manifestación contra la pedofilia.

Porque cada vez son más y se resguardan bajo la frase "si lo hacemos es porque sentimos un profundo amor hacia los niños y lo proyectamos así, manteniendo relaciones con ellos";

si tú también has sentido una profunda repulsión al leer esto, coge tu fuerza y tu apoyo del armario y acompáñanos mañana.

Hazlo por ellos, por los locos bajitos (término de Gila para llamar a los niños), porque su infancia es el tesoro más preciado que nadie tiene el derecho de arrebatarles.

jueves, 19 de junio de 2008

¿Qué es?

Déjame conocerte...
Dime,
¿Cómo es un lunes para ti? No..., no me hables de terrible pensamiento, de madrugones, del comienzo de la pesadilla, no quiero eso, eso que todo el mundo me cuenta, lo que quiero es que cierres los ojos y me intentes describir qué es un lunes en tu mente, ¿no me entiendes?, es muy fácil.
Cuando piensas en la diferencia entre un lunes y un martes, ¿qué se dibuja en tu mente?
Espera, lo haré más fácil.
Para mí un lunes es como un dibujo...a ver, como la silueta de un continente y no aspiro a qué encuentres ningún resto de metáfora en mis palabras porque no lo encontrarás, sólo quiero que imagines el lunes que imagino yo.
Sí, para mi un lunes es un nombre cuyo referente abstracto es, en mi cabeza, una especie de dibujo que se parece al continente africano y un martes, bueno todos los martes, son más bien parecidos a la Península Ibérica y los miércoles son como la Península pero mucho más ancha y los jueves son más bien parecidos al continente americano, sin olvidar que los viernes son...son como los miércoles pero más achatados por abajo. Los sábados se parecen a los jueves pero mucho más redondeados por arriba y los domingos son como los jueves, pero mucho más alargados.
Sí, no me lo invento, es lo que imagino cuando pienso ¿qué día es hoy?, ¿jueves?, silueta de continente americano.
Una vez cuando tenía 14 años me hice esta misma pregunta y logré que un amigo mío me respondiera, él contestó "¿Yo? Yo me imagino una hoja de un calendario que pone siempre lunes, y otra un poco más pequeña que pone martes..."
Qué maravilla...
Quiero conocerte, quiero que me cuentes qué imaginas tú.
Seas quién seas, es grandioso, la creatividad humana es la mano blanca que nos acuna y...qué maravilloso es sentirse mecido.

lunes, 16 de junio de 2008

Soy tinta




Hoy quiero dejar una parte de mí en mi blog y como los pies son aquellos grandes olvidados, hoy creo que les debo un homenaje y concretamente se lo debo a mi pie derecho, por varias razones.

La primera porque es mi pie olvidado: al ser zurda siempre me invade la sensación de que mis miembros izquierdos están por encima de los derechos y supongo que a cualquier diestro le ocurrirá exactamente lo mismo. Esa sensación de ver a tu pie derecho como un gran desconocido que serías incapaz de reconocer entre cientos de fotos de pies (sabiendo que al izquierdo sí le reconocerías.) siempre va conmigo, por eso hoy creo que toca pedirle disculpas.

La segunda es porque nadie venera los pies excepto algunos fetichistas y yo sólo quiero homenajearlos por llevar aguantándonos desde que comenzamos a caminar, ellos soportan nuestro día a día y nunca les hemos dado las gracias.

(gracias...)

La foto es mía, con ese mágico tatuaje que me acompaña desde hace muy poco, poquísimo tiempo.

Y nada más que añadir... las gotas de tinta han caído sobre la piel de mi pie...

Silencio

Subo al tren, de camino a Madrid, y me siento casi al final del vagón esperando que nadie decida ponerse a mi lado. En la siguiente parada sube una mujer mayor con dos niños pequeños, mala suerte, rompiendo mi soledad ocupan los tres asientos que me rodean. Mientras espero que los niños comiencen a jugar, a gritarse, a removerse aburridos, a pedir comida y agua, a mirar por la ventana y a mirarme a mí con ojos curiosos, me pregunto cuánto tiempo aguantará mi cabeza antes de explotar. Busco una aspirina en el bolso mientras el tren arranca de nuevo.
El niño tendrá 12 años, tiene el pelo castaño y los ojos claros, está algo gordito y no deja de jugar con su nintendo DS. La niña tendrá unos 5 años, es castaña también y tiene dos ojos grandes y castaños, me mira con una media sonrisa mientras mueve sus sandalias de colores en círculos. De repente mira a la señora, tendrá unos 60 años, y yo espero durante décimas de segundo para poder admirar el espectáculo circense entre una nieta y su abuela.
Pero no se oye ni un susurro. La abuela y la pequeña están hablando y no puedo escucharlas.
Me giro disimuladamente y veo como ambas están haciendo gestos con las manos, a veces la niña sonríe y la abuela siempre parece estar muy seria, como si no supiera sonreír.
Me pregunto quién de las dos será sordomuda, y si, es la señora, porque ahora es el niño quién se dirige a ella. Mueve las manos, se toca la barbilla, la frente, junta las palmas...
La niña se da cuenta de que les estoy observando y me mira risueña. Sin darme cuenta le devuelvo la sonrisa y ella susurro"¿Quieres jugar?"
"¿Jugar, a qué?" le pregunto.
"A hablar con los gestos" me dice.
"Cállate Esther" le dice su hermano.
"Es que como es pequeña todo le parece un juego" me dice a mí.
"¡No soy pequeña idiota!" grita la niña.
La abuela alza la mano y se toca la mejilla, ambos niños guardan silencio y miran al suelo. Yo escondo la mirada, y el viaje continua sin más cambios hasta que llegamos a Atocha.
"Adiós chica" me dice la niña.
"Adiós" le respondo guiñando un ojo.

Quizás a nadie le importe, pero me pareció maravilloso que esos dos niños supieran hablar a través de las manos, me pareció tan bello que el hecho de que su abuela fuera sordomuda no significase ningún problema para ellos. Me di cuenta de que el mundo está lleno de historias de todo tipo que jamás podrán ser contadas en las películas, sólo tienes que fijarte en los demás mientras sigues viviendo. Pero no te fijes sólo para sentirte superior, no lo hagas, hazlo para enriquecerte que cuesta muy poco.


Mis manos son mi voz, que en vez estar quebrada está arrugada, por los años que llevo obligándolas a ser algo más de lo que debían haber sido, no sólo acarician, abofetean, destapan y cubren, no sólo escriben, no sólo desatan, ni aprietan, sujetan, desnudan o amarran, mis manos también pueden hablarte, gritarte, susurrar, decirte y enamorar.
Mis oídos son mis ojos, escuchan lo que me dices cuando no hablas, saben lo que te callas y lo que me escondes, jamás podrán disfrutar de una balada, ni de un susurro en el cuello que diga te quiero, pero podrán gozarlo si lo escribes con tus dedos.
No sé qué es reír, no sé porque los demás expresan su felicidad riendo, porque yo nunca lo he hecho, quizás porque nadie me enseñó.
Mis manos son mi voz, mis oídos son mis ojos, el aire que respiro sólo es aire y el sonido de las cosas es silencio.

jueves, 12 de junio de 2008

A new day has..


Relajación...
Nada más que decir, dejemos que todo fluya para que el cerebro olvide todo lo aprendido, para que se vacíe (que lo necesita). Hoy los jóvenes decían, "Selectividad no es algo positivo, sufres tanto estudiando que luego deseas olvidarlo todo, por lo tanto no sirve de nada porque después te esforzarás en olvidar quién fue Espartero, la entalpía de formación, las integrales y el fenómeno de El Niño, el Romanticismo, las respuestas de inmunidad del organismo y lo que significa extent en castellano."
Qué felices seríamos todos si no supiéramos nada.
Qué vacío estaría todo, qué efímera y peligrosa la existencia, además, ¿cuándo sentiría esta satisfacción tan euforizante sólo por saber que todo ha terminado, si no habría nada que terminar?
Si algo he aprendido de todo esto, es que me encantan los masajes faciales (los recomiendo)
Buenas noches y buena suerte.

lunes, 9 de junio de 2008

Selectivid.....shhh....respira

Qué nervios...siento cómo dos millones de hormigas corretean por mi corazón de arriba abajo, posando sus patitas "tikitikitikitiki..." sin parar. Ahora mismo mi cerebro se siente presionado, acorralado, vacío, blanco...¿por dónde se ha escapado todo lo que metí? Dicen los mayores que es normal sentirse así...estresado, nervioso, con taquicardias, asfixiado, dolorido, con ganas de llorar, asustado, deprimido, agobiado, desanimado, cobarde....¡que exageración! Es imposible sentirse de todas esas formas y maneras en un sólo día.
Pero es real. Hoy me siento poco original porque sé que mientras estoy sentada estudiando alguien de mi misma comunidad, ciudad, pueblo, calle, edificio ¡ah! está haciendo lo mismo que yo: aburrirse delante de mil folios y pensar...¿estoy estudiando para seguir igual en una universidad en la que me mataré sin descanso para luego poder trabajar y vivir amargado deseando tener mis 15 días de vacaciones? Qué maravilloso...
Así somos pequeñas compañeras de rebaño, somos el futuro del país y ya nos empezamos a caducar antes de salir del frigorífico.

¿Y yo qué hago aquí? Si lo que realmente quiero es vivir corriendo entre montañas y perderme entre los valles más desiertos, para luego bañarme a menos cinco grados en el polo norte y moverme sobre el hielo sin saberlo, quiero correr desnuda por la calle y que nadie en la ciudad se gire al verme, quiero que la violencia sea algo tan grave, que sólo con verla de lejos lloremos de miedo. No puedo acostumbrarme a la vida, quiero ir más allá y desconocerme. Oler las piedras y sentarme en las nubes, besar un guiño de ojos y no cerrarlos después cuando estornude.
Y si estornudo quiero que sea porque mi cuerpo esté cubierto de flores.
Cuando me mire al espejo y vea todas mis arrugas, quiero quererlas tanto como a ti. Después, en silencio, derramaré sobre el agua del mar mil colores.
Para que cuando mis hijos despierten, el arcoiris no se haya ido a dormir.


Mañana y pasado, y pasado mañana selectividad.
Mucha suerte..... (gracias)

domingo, 8 de junio de 2008

¿Qué eliges tú?

(En mi muñeca tintinea una pulsera. Es un pequeño cordón de plata del que cuelgan cinco cuentas de color nacarado. Al moverlas brillan con el reflejo del sol. En cada una de ellas hay una piedra preciosa incrustada: una roja, una naranja, otra amarilla, una verde y una negra. Son diminutas y perfectas. Si fueran más grandes seguramente perderían la belleza que tienen ahora. No me la pondré hasta que llegue el verano y nos vayamos a la playa, así cuando me ponga morena resaltará mucho más sobre mi piel. Bien, la guardaré con el resto de joyas hasta entonces.
- ¿Te ha gustado mi regalo mamá?
- Muchísimo cariño, gracias a ti y a papá, ¡cómo me conocéis!habéis acertado...si señor, ¡dadme un beso los dos!)

Son las 4:30 de la mañana. Antón despierta a su hermanito Ciro, dos años menor que él. Se visten y cogen del pantalón que usó ayer su padre una pequeña bolsita llena de hojas verdes.
- Vámonos.
Los dos pequeños salen de la casucha en la que sobreviven y comienzan una larga caminata. Dos horas después llegan a las minas.
- ¡Ciro! ¡Ven aquí!
Y dos hombrecitos de 9 y 7 años respectivamente se introducen por una abertura de un metro de largo y la mitad de ancho, desapareciendo de la faz de la tierra. Dentro, Antón enciende una lámpara de petróleo y con cuidado ata sobre la cara de su hermano un pañuelo.
- Ahora agárrese a mí y no suelte, ¿entendió?
- Si señor.
Caminan en silencio sorteando los escombros. A veces tosen e incluso tienen que pararse para que Ciro descanse, el aire se hace más pesado y más dificultoso de respirar. Después de unos minutos escuchan golpes.
- ¿Pa? ¿Pa? ¿Pa es usted?
- ¡Hijos!
Y en la oscuridad, ligeramente iluminados por la lámpara, los tres se funden en un abrazo tan emotivo como amargo. Emotivo porque llevan sin verse una semana, amargo porque nadie querría reencontrarse con sus hijos en mitad de una galería, en una mina destartalada y sin medidas de seguridad, sabiendo que cada segundo que pasa es un segundo más de vida que algún Dios les regala desde algún cielo.
- ¿Cómo están? ¿Qué tal el colegio? ¿les gustó?
-Sí pa, somos muchos niños y nos dieron un papel blanco y podíamos pintarlo pa. Y sabe pa, ¡dijeron que me enseñarán a escribir!
- ¡Qué me dice! ¿y usted pequeño? ¿qué le enseñaron?
- Me dejaron jugar con un auto pa, era un auto verde y tenía neumáticos negros ¡eran brillantes pa!
- Cuando sea mayor, Ciro, te compraré uno igual y otro a ti pa.
- ¡Denme otro abrazo bribones!

Después de conversar durante largo rato, los niños sacan la bolsita con las hojas verdes y se la entregan a su padre. Entre los tres comen la mitad del contenido y más tarde siguen caminando por las galerías hasta llegar cada uno a su puesto. Horas y horas picando sin descanso, a veces paran y cogen más hojas de la bolsa, después continúan. Cuando la luz de la lámpara comienza a titubear sonríen, es la hora de marchar.
- Vámonos.
Y el miedo abandona sus corazones en el momento en el que el aire seco y frío del exterior hiela sus caras.
- Hoy sacamos muchas piedras bonitas ¿eh pa?
- Si hijo si.
- ¿Y donde van las piedras pa?
- No lo sé pequeño, pero seguro que a un lugar mucho mejor que éste.
Los tres caminan en silencio. Hoy Ciro no se desmayó ni nada, que buena noticia. Desde que aquel médico extranjero les dijo que tenía un problema en los pulmones todos creyeron que iba a morir. Menos mal que aquellas señoritas españolas tan atentas les proporcionaron medicamentos y encima no les pidieron dinero a cambio.
Manel sabe perfectamente que esas piedrecitas que ellos recogen son piedras preciosas que acabarán formando parte de joyas o relojes, futuros regalos que los ricos comprarán en sus países. También sabe que sus hijos pequeños alomejor no sobrevivirán si siguen trabajando con él en las minas, pero gracias a ellos el dinero que llega a casa se triplica, aunque siga siendo poco. Sabe que las hojas de cocaína que les da para quitarles el hambre y el cansancio son adictivas y le aterra ver como su pequeño Antón ilumina los ojos cada vez que su padre le acerca un puñado de ellas.
Se alegra porque sus hijos van a la escuela, pero si ello resultase un problema para que continuasen trabajando sabe que tendrían que dejar de estudiar.
Mientras los ve corretear entre la hierba se pregunta por qué su vida tiene que ser tan dura, cuando en el mundo hay muchos niños con la misma edad que Antón y Ciro que se dedican a comer, jugar, ir a la escuela y dormir. ¿Acaso sus hijos no merecen vivir del mismo modo?
¿Quién decidió que ellos fuesen pobres? ¿Quién controlaba el dinero?
- ¡Pa! ¡Pa! ¡Mira! Un abejo.
- Abeja Ciro, es una abeja.
- ¡Eso dije!
- Vengan los dos aquí, ¡dénme un beso!
Y los tres vuelven a fundirse. Ninguno piensa en el verano, ni en el mañana. No saben qué es la Eurocopa, ni quién fue Colón, ni qué es el incremento del efecto invernadero, ni la huella ecológica estadounidense. Lo único que les importa es dar de comer a ma y a sus 6 hermanos.
- Pa, cuando tenga un auto no tardaremos tanto en venir aquí a las minas.
Manel sonríe a su hijo Antón mientras acaricia la cabeza de Ciro.
"Cuando tengas un auto no volveremos nunca aquí".

(- Mamá mira el dibujo que he pintado, eres tú con papá y llevas la pulsera.
- Es precioso cariño.
- Y ahora voy a pintar otro, espera que cojo más folios.
- Date prisa que nos vamos a cenar fuera, ponte el abrigo y lávate las manos antes de irnos ¿me has oído?
- Si.
- Cariño, ¿le diste las gracias al abuelo por el coche de carreras que te regaló?
- ¡Es el de Alonso! ¡Papá un día conduciré uno igual! ¡Quiero ser piloto!
Su padre le mira desde la puerta de la cocina mientras se pone el abrigo.
- Cuando cumplas los 18 lo tendrás.
- ¡Sí!
- Vámonos.)

Y el mundo continua girando...y nadie es consciente de nada, porque vivimos en nuestras maravillosas burbujas llenas de arcoiris y sonrisas. El mundo no es así, que tú lo tengas todo no significa que el resto viva igual de bien que tú. Y si lo sabes no te regocijes, ¡cámbialo!
Tu existencia no consiste en limitarte a vivir por ti mismo: estudiar, trabajar, comer, ir de compras, enamorarte, viajar? ¿Vas a morirte creyendo que viviste? Adelante entonces, si piensas que sólo se vive una vez y no puedes perder el tiempo en ayudar a los demás. Claro, suena tan tópico "ayudar a los demás" y es tan difícil arreglar esto...Si es difícil es porque la gente que no se mueve sólo molesta a los que sí quieren hacer algo.
Tienes dos opciones, seguir limitándote a existir y a vivir una vida monótona cuyos únicos puntos álgidos serán un orgasmo y un aumento de sueldo o puedes arriesgarte a perderlo todo si con ello consigues cambiar algo pequeño.
Yo me quedo con lo segundo...¿qué eliges tú?

sábado, 7 de junio de 2008

El tesoro más preciado

Sentado en el extremo del banco, acaricia con sus manos un pequeño dinosaurio de peluche, está nervioso...sabe que en cuestión de segundos aparecerán los autobuses. Está convencido de que es el lugar correcto, la fecha correcta, la hora correcta. Ahora sólo queda que Dios tenga la bondad de hacer coincidir las direcciones. Son las 8:35. Hace un rato llegaron unos 2 o 3. Miró y remiró, aún sabiendo que no estaría allí, la buscó, aún sabiendo seguro que ella no bajaría de ahí, pero su corazón no quería dejar nada al azar, todo debía estar controlado con mesura. Era la única oportunidad que tenía de verla y sabía, con gran dolor, que aún no podía asegurar que todo saldría bien, la última palabra la tenía su capacidad para recordarla.


¿Y si no la reconozco? ¡Oh, dios mío! ¿Y si soy incapaz de diferenciarla de las demás? o peor...¿y si me ve y se asusta? No puedo hacerle eso, no...y menos hoy, ¡que clase de persona sería poniéndola nerviosa en el día más decisivo de su vida! Mejor debería irme..., pero si me voy nunca más tendré la oportunidad de verla. ¿Y si no es ella?...Tiene que serlo, oh señor, ayúdame...


A las 8:45 llegó un autobús granate. Él supo que al instante que ella iría en él. Acertó.


Vio bajar a todos los jóvenes, y allí, entre las 30 o 40 chicas que bajaron la reconoció. Sintió un emoción indefinible al ver que no la había olvidado y que ella seguía manteniendo la misma chispa, los mismos ojos, quizás los gestos, sí...y su pelo seguía siendo castaño rojizo, y la sonrisa, más grande, y su cuerpo casi irreconocible entre las curvas y la ropa ajustada.


Su niña, allí estaba, con los brazos rebosantes de folios y folios, muy alterada, riendo nerviosa, casi histérica, pendiente de las palabras del resto de muchachos y a la vez ausente, ausente del mundo, como si ella sola se encontrase en mitad de un desierto y estuviese a punto de luchar contra la bestia final.


Apretando el pequeño dinosaurio entre sus manos sintió unas ganas irremediables de llorar. Después de 15 años sin verla su hija estaba allí, a escasos metros de él y ella ni siquiera sabía que él existía.

Sin atreverse a apartar los ojos de ella, tanteó en su bolsillo y sacó una foto de carnet de una niña de unos 2 o 3 años. Las lágrimas caían por su rostro, no podía creerse que su pequeña estuviese tan cerca de él después de haberla buscado durante tantos años.

El grupo de estudiantes se desplazó hasta la cafetería del campus y, a las 9:15 en pequeñas agrupaciones se fueron disgregando hacia los diferentes edificios. La marabunta de jóvenes comenzó a intensificarse y Miguel sintió un miedo terrible al pensar que la perdería de vista.

Comenzó a seguirla entre la multitud y vio como se metía en uno de los edificios.

- Suerte pequeña... - murmuró, y se sentó en otro banco de madera.

Una hora y media después la plaza del campus volvió a llenarse de voces y de gritos de miles de chicos y chicas. Él mantenía los ojos abiertos y fijos en la puerta, no podía dejar de pensar en ella. Finalmente salió con dos compañeras. Salía sonriendo, "buena señal" pensó. Miguel sentía como le temblaban las piernas y cómo su corazón parecía estar a punto de estallar.

- Ahora o nunca...- se dijo a sí mismo.

Y se acercó.

- Hola, ¿que tal han ido los exámenes? - preguntó entrecortadamente.

Las jóvenes, ligeramente desconcertadas ante el interés de aquel desconocido, se lo tomaron con buen humor y respondieron al unísono.

- ¡Nunca se sabe! - y comenzaron a reír.


La risa de su hija era especial. Entornaba los ojos, igual que su madre y no enseñaba casi los dientes...igual que lo hacía él.

- Ya os queda menos, ¡no os desaniméis! - cada vez que hablaba sólo se dirigía a ella, y parecía que todas lo notaban porque empezaron a alejarse disimuladamente, como si desconfiasen de aquel adulto que se mostraba tan correcto con ellas.

- Sí, bueno, muchas gracias, tenemos que irnos - dijo una de ellas haciéndoles el gesto de marcharse de allí a las demás.

- Esto, ¡espera! - sin darse cuenta Miguel había agarrado a su hija por el hombro y estaba sujetándola suavemente. Asustado, no sabía reaccionar y temía que ella se marcharse sin poder ni siquiera hablar con él unos minutos - creo que te conozco, o conozco a tus abuelos, Nieves y Ángel ¿acerté?

- Eh...sí...pero ¿usted es...? - respondió ella.

- Soy...soy un amigo de tu familia, ¡madre mía!, te he reconocido por tus ojos, tu madre los tiene exactos a ti, verdes, verdes...Adelaida ¿verdad? y tú eres... - Miguel sintió una punzada en el corazón al decirlo, la misma sensación que tuvo la primera vez que la cogió en brazos y su mujer, cansada y sonriente, le preguntó cómo quería llamarla -...eres Isabel...¿verdad?

- Sí, entonces conoce a mi madre, vaya ¿y usted qué hace aquí? ¿es profesor?

- Eh....sí, bueno, sí, estoy por aquí...ya sabes...sí - Miguel no podía creerlo, estaba hablando con su pequeño tesoro, su niña, aquella pieza indispensable de su vida que le robaron quince años atrás.

Enfrente de él estaba ese bebé hecho casi una mujer y la rabia que se había acumulado durante todo ese tiempo en su corazón parecía desvanecerse ahora que ella estaba cerca.

- Bueno, he de irme, encantada de conocerle, tengo otro examen ahora...

Miguel supo que si la dejaba marchar se acabaría todo. No podía decirle nada, no sabía cómo empezar y tampoco tenía ninguna esperanza en que ella lo creyese. ¿Qué iba a decir? ¿Que su madre le abandonó sin avisar? ¿que se fugó con otro hombre llevándosela consigo a ella? ¿que le juró antes de marcharse que jamás le dejaría ver a la niña? ¿que en realidad su madre no era esa buena persona que siempre aparentaba ser? ¿cómo decirle que él llevaba 15 años recorriendo el país de ayuntamiento en ayuntamiento, de televisión en televisión, de ciudad en ciudad....buscándola?No lo creería, y aunque lo creyese su madre y sus abuelos maternos se encargarían de engañarla y convencerla de que él era un monstruo, sí, igual que la habían hecho creer que él estaba muerto, sabía que serían capaces de todo...

- Mucha suerte...

- Gracias señor, por cierto ¿usted se llama?

- Miguel...

- Pues mucho gusto.

- Lo mismo digo.

Y allí la vio, volviendo al edificio para hacer el siguiente examen. Seguro que le saldría bien, no sabía cómo iba en el instituto pero si estaba allí podría conseguirlo. Volvió a sentarse en el banco de madera. Había dejado allí olvidado el dinosaurio. Le sorprendió verlo allí tirado, ¿cómo lo había podido dejar cuando llevaba 15 años sin separarse de él? Desde aquella fatídica noche en la que sorprendió al amante de su mujer sacando las maletas fuera del chalet y vio a su pequeña metida en un coche, no pudo hacer nada más que caer al suelo tras recibir un golpe en la cabeza, mientras veía cómo el sentido de su vida se alejaba para siempre carretera abajo. Jamás olvidaría como a las tantas de la madrugada se encontraba en el salón de su casa totalmente consternado, acompañado de dos policías que le hacían preguntas absurdas, cuando él sólo les había llamado para denunciar a su mujer y suplicándoles que le trajesen de vuelta a su pequeña. Aquella noche y todas las siguientes apretó contra su pecho el muñeco favorito de su hija: un dinosaurio de peluche, jurándose a sí mismo que no descansaría hasta encontrarla.
Perdió su trabajo porque no podía seguir de baja por depresión, hipotecó su casa para pagar todos los medios que pudiera tener para ir en su busca, aunque realmente pareciese que la tierra se hubiese tragado a su mujer y a su hija. Durmió en aceras, estaciones y escaleras...perdió su vida después de perderla a ella.

Quince años después lo había dejado tirado en un banco, lo había olvidado porque por fin la había encontrado. No...le daba igual lo que pudiese suceder, ya le importaba poco que su vida fuera a peor. Si había llegado hasta allí no podía rendirse, se lo debía a ella, Isabel merecía la verdad.

Pasó otra hora y media y de nuevo el griterío.

- ¿Qué tal el examen?

- Este mejor, parece que me ha dado suerte señor.
- ¿De verdad? Me alegro...

- Y ese peluche...esto...¿puedo verlo?

- Claro...

- No sé por qué, pero me resulta familiar.

- ¿Sí? Puedes quedártelo si quieres.

- No hombre, que va a hacer una chica de 18 años con un peluche - respondió sonriendo.

- Lo mismo que hace un hombre de 48 años con uno.

Isabel comenzó a reír.

- Todavía no me ha dicho por qué conoce a mi madre y a mis abuelos

- Es una larga historia, yo...

- Ya he acabado por hoy, puedo escucharlo.

- Pero...

- ¿O prefiere quedarse con su dinosaurio?

Miguel sonrió. Quizás aquella mañana de junio su hija no supiera que ese hombre al que vacilaba era su padre, quizás jamás lo sabría o en cuestión de unos minutos tendría la valentía de contárselo. Quizás la volviesen a apartar de su lado para siempre, tendría que explicarle infinitas cosas y preguntarle por otras miles, pero eso ahora mismo no le importaba.


El hecho de escucharla y verla ahí, viva, sonriendo, para Miguel era como recuperar los 15 años que había perdido de vida.