domingo, 29 de junio de 2008

Saber amar

Hace tanto calor...aún así le encanta el verano.
Parece que con la llegada del sol Madrid cambia de color y las calles dejan de estar tan sucias y los indigentes de la plaza cuentan chistes y te sonríen al pasar y las piernas, las faldas, sandalias, camisas, gafas y cabellos recogidos te rodean allí donde vayas. Sí, y lo más maravilloso de todo esto es esperar ansiosa que lleguen las 7 de la tarde para corretear por las aceras en busca del amor.
¡Oh, amor! Esa sensación de continuo revoloteo dentro que te impide ser totalmente racional.
Con los tobillos desnudos se mira en los cristales de los escaparates y se para a leer los carteles que cubren las paredes. Fiestas eróticas, de cine, teatro japonés, más fiestas de la espuma...¡qué maravilla!
El calor llega a Madrid y Madrid ante él se descubre.
Llega a la puerta del teatro y vuelve a dejarse un dineral en la entrada pero no le importa. Todos la conocen ya, lo único en lo que dudan es la causa concreta por la que va casi a diario. Además, saben que no acude por la obra, pues muchas veces la han visto llegar unos minutos antes de finalizar el acto y sentarse en un banco de piedra cercano. Todos saben que acude a ver a alguien, pero desconocen a quién.
¡Oh, si ellos supieran! ¡Si supieran cuánto amor alberga en sus entrañas! ¡Cuánto siente y padece sólo por él!
La obra comienza. El anfiteatro cobra vida. Bailes, música, voces, personas. Majestuosidad.
Aplausos ininterrumpidos. Descanso.
Y ella silenciosa pasa los minutos esperando que él vuelva a aparecer. Él con sus ojos oscuros y su perilla castaña. Él con su pícara sonrisa y su gesto de Don Juan.
La obra acaba y con ella la oportunidad de que, por un instante, él pose sus ojos en los suyos y la vea.
Pero, como siempre, no lo hace. Cae el telón.
Lentamente todo queda vacío y ella sigue sentada en la butaca, todavía con los nervios en el estómago y el corazón latiendo sin cesar. Queda vacío su cuerpo. Se levanta y sale a la calle, pensando que otra vez será.
Ya fuera Madrid se va cubriendo de sombras, se desvanece el sol y despiertan las farolas.
Ella se aleja con paso tranquilo, dejando que su vestido se mueva con el aire que levantan los coches al pasar.
De repente escucha una voz que grita "¡Espera!".
Y antes de darse la vuelta desea que sea él.
"Te has dejado el bolso en el teatro", es un hombre un poco más joven que ella y le conoce porque él también acude casi a diario allí.
"Gracias".
"Vienes a verle ¿verdad?"
"Sí"
"Yo vengo a verla a ella"
"¿Tú también crees que es imposible que se fije en ti?"
"Lo creo"
"Entonces perdemos el tiempo"
"Tienes una voz preciosa"
"Y un corazón entumecido"
Y se aleja otra vez, pensando que su voz no tiene nada de preciosa y que ya son muchos los años que lleva esperando algo que sabe que jamás llegará.
Se da la vuelta y ese hombre aún la está mirando.
"¿Qué me ocurre?" piensa.
Y Madrid arde como nunca lo ha hecho jamás.

Parece que nunca te das cuenta, cuando anhelas un amor casi imposible, de que la vida no es igual que las historias que vemos en películas, es más dura, más cruel y en muchos casos menos creíble (por el aspecto surrealista). Nos empeñamos en buscar amores perfectos, mientras olvidamos que nosotros estamos muy lejos de ese papel. Nos engañamos y repetimos, "merezco algo más que esto", creyendo que el amor verdadero se siente cuando te compran rosas o te dan masajes en los pies.
No busques a tu media naranja, deja que ella te encuentre. De esa forma aprenderás que nunca el amor tuvo normas, leyes, formas o principios, nombre o apellidos, número o color de piel. No importa que haya defectos o virtudes, lo que importa es sentir las mariposas. Lo que importa es creer que cielo no existe porque sientes que ya estás en él.

La entrada de hoy se la dedico a una persona muy especial, mi gran amigo, y ahora mismo sé que cuando lea esto pensará "sé que soy yo" aunque no escriba su nombre. Estés donde estés te guardo conmigo. Por la amistad, dedicado a Miguel Gómez.

No hay comentarios: