viernes, 3 de junio de 2011

Un, dos, tres

Llegué a casa y me cambié los zapatos de tacón por unas zapatillas de ballet. Y dancé, dancé, dancé cual espiga del campo mecida por la brisa, hasta ti.
Con los brazos en alto, la barbilla elevada, las caderas grandes y el pelo revuelto.
Entonces te inclinaste para recibirme, con los pies cruzados, con la espalda doblada, con el brillo en tus iris inexistentes.
Y bailamos. Un, dos, tres, un, dos, tres. No sé qué día es hoy.
Un, dos, tres, un, dos, tres. No sé qué hora es.
One, two, three, one, two, three. "Inglis pitinglis"
Te detuviste despacio, sosteniéndome en tus brazos. No había casa, no había música, éramos nosotros.
La luz del sol cayendo sobre el río y tú y yo bailando por debajo.
No creo que exista lugar mejor en el mundo que éste - me dices.
Sólo miles - respondo.
Pero no estás tú en ellos.
Un, dos, tres, un, dos, tres. Te pertenezco.

No hay comentarios: