martes, 22 de noviembre de 2011

Las varillas de incienso

Huan Yue no sabe que hemos cambiado de gobierno. Reposa tranquila, sobre un colchón especial que, gracias a la donación de un anónimo desinteresado, el hospital ha conseguido comprar para ella . Es especial porque lo llaman "antiescaras" y sirve para aquellos pacientes que están y, posiblemente, estarán mucho tiempo encamados.

Su habitación se ha convertido en el rincón de paz de la tercera planta. Aunque las dobles puertas permanecen obligatoriamente cerradas, por la rendija inferior se cuela hacia el pasillo común una fragancia única.
Son las decenas de varillas de incienso ardiendo a la vez.
Ella no puede olerlas, pero sus hijos saben que así se curará pronto.
En el resto de habitaciones la gente comenta el partido del Atlético de Madrid contra el Levante, la sanción impuesta a Telecinco, lo malo o bueno que es el menú del día en la cafetería y lo difícil que es aparcar a esas horas por la zona. La gran mayoría hace gracias satíricas sobre la situación de España: "ya no existe el vello púbico señora, ahora es vello pivado", "llevamos 24 horas y ya me han ofrecido cuatro empleos nuevos..." y otros, algunos, lloran, tras recibir malas noticias que poco tienen que ver con la carrera profesional de la mujer del nuevo presidente.

Huan Yue tiene el pelo lacio y envejecido. Lleva tumbada en la misma cama desde el mes de enero.
Y aún no ha abierto los ojos.
De su cuerpo salen tubos de todos los tamaños y los que entran a verla van cubiertos de arriba abajo, sabiendo que no pueden tocarla, que el contacto implica riesgo para su vida.
Sólo sus hijos pueden pasar unos minutos, sin cubrirse, para orar junto a ella.
Y para volver a encender, cada día, las varillas de incienso.
Dedicado a ti, porque me recuerdas lo que verdaderamente importa.

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