martes, 6 de diciembre de 2011

DiciembrEX

La ministra de trabajo italiana llora porque el país, de nuevo, va a tener que hacer sacrificios. Mientras hablaba en el telediario de la noche sólo pude fijarme en la tremenda arruga que le salía entre las cejas. Las arrugas salen por el uso, con los años, y esa, en ese sitio, significa que ha estado enfadada muchas veces.
Ella y su arruga me hicieron volver a pensar en lo difíciles que están las cosas en el mundo.
Es utópico creer que nunca habrá algo malo, ni siquiera me dan ganas de reflexionar sobre ello; pero me gusta pensar en lo que queda y empuja a la gente a no rendirse. Pensé que era bonito verla emocionarse, nos da a conocer algo nuevo sobre esos seres llamados "políticos". Luego la imaginé en su casa, con su sueldo de cada mes, y, como decía Mafalda "noté como una basurita en el ánimo".
Entonces volví a mi mundo de folios y lámpara de escritorio. Volví a mis horas sentada memorizando y comprendiendo nuevos conceptos. Volví a mis ganas de bufar, de dormir, de irme de aquí. A mis miedos y bajones, típicos de temporada de exámenes.
Pero empecé a sonreír.
Este año es muy distinto.
Ahora cada pedacito de cosa, enfermedad o bicho que toco tiene un nombre propio. Pero nombre propio de persona y eso le da mucho más valor.
Puede parecer absurdo, pero sé que más de uno, al leer esto, asentirá con la cabeza.
Estudio la pancreatitis aguda, con sus signos y síntomas y complicaciones. Pero no es sólo eso, es lo que tuvo Julia en octubre, la señora de la habitación X y que además tiene dos nietos y una perrita. Y está angustiada porque los hijos no encuentran trabajo.
Luego está la pericarditis aguda, con su ST elevado, y el señor de la habitación T, que sonreía cansado mientras le haciamos inclinarse ochocientas veces para auscultarlo mejor.
Y esa cosa extraña, mastocitosis, que en clase parece la cosa más aburrida del mundo, pero cuando le pones el nombre de Alba, con su pañuelo en el cuello tapando sus manchas y llorando porque tienen miedo al futuro, es algo muy distinto.
Esta vez no solo son textos y textos. Son personas reales que me ofrecieron su tiempo para aprender cuando peor se encontraban. Y si hay algo que puede motivarme para pasar esto, son ellos.
Por eso, aunque vuelvo a sentir que todo me puede, que la cuesta es muy empinada, esta vez es diferente.
Y me miro al espejo, descubro que tengo arrugas en la frente de tanto abrir los ojos, y me gusta.
Las quiero ahí, dónde están y no en otro sitio.


Compis.... podemos.

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