jueves, 18 de abril de 2013

Exámenes, estreses y revoluciones


Le llamaron loco, pero no lo estaba. Solo estaba harto. Y quizás aquella mañana de abril el café y los antidepresivos no fueron suficiente. Como llevaba haciendo desde que le despidieron, se levantó pronto y despertó a sus hijas gemelas. Las ayudó a vestirse, les llenos los bolsillos vacíos de besos gigantes y les hizo repetir en alto que "siempre hay un motivo para sonreír". Después le tocó a una de ellas decir el motivo de ese día y ella miró a su hermana idéntica, luego a su padre y ambas gritaron a la vez: ¡hoy por papá!. No, no fue lo que dijeron o quizás sí lo fue, pero ese día tuvo que llegar. Y no hubo pan de 0.40 cént en el chino. Tampoco vales descuento en el periódico. Ni siquiera llamó a su esposa que en ese momento estaría terminando su turno doble en la fábrica de plásticos. Ese día cambió su rutina por un paseo largo hasta la capital. Largo, largo. Tuvo que coger el tren y dos autobuses.
Pero llegó a la capital.
Y una vez allí se acercó al Palacio de La Moncloa, (no le costó encontrarlo), llamó a la puerta (nadie contestó), llamó repetidas veces (nadie respondió). Entonces sacó una nota y con un imperdible la enganchó en su suéter azul. Le costó trabajo, le temblaban las manos. Después se sentó y esperó mucho tiempo.
Cuando la esposa del presidente y sus hijos  llegaron acompañados por decenas de guardaespaldas, lo encontraron allí, medio dormido, con un cartel que decía: Hoy por mis hijas.
- ¿Qué pretende conseguir? - le inquirió ella.
- Solo un mundo mejor - respondió él.
Y lo que hizo a continuación, es un final libre, el final que cada uno quiera imaginar.
Solo pido que sea bueno, por favor.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hoy por tu sensibilidad, y tu saber contar las cosas. Gracias.