lunes, 23 de septiembre de 2013

Qué bonito es llegar aquí, después de seis años desde que empezamos este viaje y sentir esta plenitud.
Es afirmar lo que año tras año has usado como motor para no rendirte. Es mirar hacia atrás y ver cada hora invertida, cada paso hacia adelante, cada golpe repentino que parecía haber acabado contigo, pero nada más lejos de la realidad.
Aquí estás. Y aún eres pequeño, inmaduro, proyecto sin terminar.
Pero te sientes un poco más grande, un poco orgulloso, por qué no, de la historia que vas escribiendo.
Ves a tu familia, tu pareja, tus amigos y todos asienten porque han hecho este viaje a tu lado.
Y ves a todos los médicos, enfermeros, auxiliares y demás trabajadores del hospital que te enseñaron a crecer personal y profesionalmente desde el minuto cero, invirtiendo su tiempo en ti a pesar de las dificultades.
Y sobre todo ves a esas personas que dejaron que su malestar, su enfermedad, su urgencia, su dolencia, su proximidad a la muerte, su dolor irremediable, su afán de lucha y su fe, fueran tu aprendizaje.
Y recuerdas sus rostros, sus nombres, su olor, sus miradas.
Recuerdas al primero de todos los pacientes que viste cuando empezabas en tercero.
Y la lista interminable de los que lo siguieron y seguirán.


Sexto curso. Casi, casi el final.
Qué bonito es llegar aquí y ver que tenían razón, cuando dijeron que sí podíamos conseguirlo.

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