sábado, 8 de octubre de 2011

October days

Suena un piano de fondo. A veces la vida se condensa y se reduce al tamaño de una uva o se hace inmensa; de  ambas formas se convierte en algo demasiado pequeño o demasiado grande para prestarle toda mi atención.
Eso consigue el piano.
Cierro los ojos y cierro los poros, cierro la boca y la nariz.
No sé matemáticas, no entiendo los ritmos, pero no importa en absoluto. Jamás ha importado.
Ahora la vida está fuera de su espacio, ocupando otro continente que no me concierne, no me asusta ni me responsabiliza.
He olvidado respirar desde hace tiempo, no puedo contarlo, ya no sé contar. Y así escribo mentalmente palabras que no recordaré y que quedan grabadas como notas que mañana sonarán diferentes.
Descanso en un suave aleteo de mariposas soleadas, de puentes de madera que no unen orillas, las separan.
Separan el mundo de la pura abstracción y olvido qué soy, quién soy y para que sirve una gota de vida en mitad de un universo.
Entonces, cuando estoy a punto de perderme para siempre, un sonido envolvente y directo sale de una flauta y me devuelve. Abro los ojos y la piel, abro la boca y la nariz.
Y la uva se hace grande y la inmensidad se reduce y mi atención se posa en cada espacio. El reloj vuelve a su eterna carrera y me acurruco un poco más en la almohada. Sólo un poco.
Es lo más bello de despertarse.

No hay comentarios: