jueves, 14 de agosto de 2008

Andrea y Eloísa


- Oye, Eloísa.



- Quééé...



- ¿Tú crees que seremos siempre amigas?



- Pues sí, porque somos las mejores amigas del mundo, somos más amigas que nadie.



- ¿Entonces cuando nos casemos y tengamos hijos seguiremos estando juntas?



- Claro, porque si nos casamos nos compraremos las casas juntas y seremos vecinas.



- Ya....



- ¿Por qué suspiras Andrea?



- No sé...¿y si te casas con un chico que me caiga mal?



- Pues le dejaría porque si te cae mal a ti a mi también me caería mal.



- Ya...¿pero y si me cayese bien pero luego mal? ¿Entonces?



- Pues le dejaría porque seguro que si te cayese mal sería porque hace cosas malas que a mí no me gustarían.



- Pero dice mi abuela que el amor a los enamorados los ciega o algo así.



- Pero eso es mentira porque a mí me gusta Guillermo y no estoy ciega.



- ¿Te casarías con Guillermo?



- No sé, juega bien al fútbol pero no sabe sumar bien, me casaría con Juanito.



- Yo con Francisco.



- ¡Pero si tiene 8 años Andrea es super viejo para ti!



- El amor no tiene edad Eloísa, lo dice mi abuela también.



- Bueno da igual...lo que importa es que siempre seremos amigas.



-¡Sí!



- ¿Sabes una cosa Andrea?



- ¿Qué?



- Eres mi mejor amiga de todo el mundo.



- Y tú la mía.






Entre columpios, golosinas y juguetes, la vida es previsible y emotiva, cuando nada puede herirte el corazón hasta desangrarlo, cuando nadie decide por ti a la hora de elegir tus prioridades.


Cuando nadie te juzga por hacer lo correcto, cuando todavía la hipocresía no contamina las amistades.


Así piensa Andrea mientras espera sentada en un banco. Su marido no tardará en llegar, tarde como siempre, con alguna razón siempre razonable que justifique su impuntualidad. Hoy sin saber por qué ha venido a su cabeza el recuerdo de Eloísa, aquella niña de cabello castaño, aquella que se ganó el título de mejor amiga con 5 años y medio, y lo mantuvo hasta cumplir ambas los 45. La misma persona que siempre le recordó lo importante que era mantener lo que las unía, la misma mujer que se olvidó de que la amistad no sólo se disfruta, también se trabaja.


Hoy Andrea sonríe al recordarla, aún siente ese cariño desbordando por sus entrañas, pero sabe que no sólo el amor ciega, también la amistad y por desgracia a ella siempre le tocó salir perdiendo.


Otras amistades, la vida continúa, el recuerdo queda.


- ¿Sabes una cosa Andrea?
- ¿Qué?
- Eres mi mejor amiga de todo el mundo.
- Y tú la mía.


Y mientras ve llegar a su marido, con una sonrisa y un montón de explicaciones en la mano, Andrea siente como Eloísa desaparece de su cabeza y se queda ahí donde siempre estuvo, en su corazón.

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