domingo, 17 de agosto de 2008

Gracias mi querido error

Hoy me quedo a dormir entre los pedazos que han quedado de tus sueños, pues no me duele pararme, de pronto, aquí y descubrir esbozos míos en los restos.

No lo ocultes pues lo sé, sé que ideaste un futuro, yo también lo imaginé.

Me gusta pararme en mitad de la pista de baile y aún llevando pantalones sentir como corre el aire, bajo el vestido. Verte parado en el otro extremo, creyéndote que eres alguien para mí. Aunque sepamos los dos la verdad, la sentimos diferente: a mí saberla me hace feliz, a ti seguramente te sepa amarga, te sepa a batalla perdida.

No tendría ninguna importancia recordarte sino fuera porque cuando lo hago me acuerdo de ti, y no me hace ninguna falta.

Eres aquel amante que perdió lo único que sabía darme, como un ojal sin botón, una caja de regalos vacía, eso eres para mí.

Desapareció la magia de tus ojos, ya no parecen zafiros, sólo han quedado cristales donde hubo fulgor, y si me paro a hojear ese libro que guarda los segundos que pinté contigo, no hay nada que despierte el latir del corazón. Lo único que escucho es un débil sonido, el silencio de tu pasos (cobardes) y el olor a rosas marchitas que emana de toda traición.

Me gusta pararme en mitad de la pista sabiendo que puedes verme y que nunca podrás alcanzarme, porque ahora soy yo quien te ignora, quién decide, y quién controla.

Te doy las gracias, por enseñarme a ser más exigente, por volverme un poquito más fuerte, por demostrarme que soy capaz de decir adiós y no darme la vuelta nunca más.

Me gusta mirarte desde lo alto.

Y sonreírte.

Porque la felicidad es mi arma más letal.

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