viernes, 16 de julio de 2010

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Vuelve.
La imprenta huele diferente, se ha ventilado durante estos días de maquinaria en reposo y por eso ella siente como algo oprime bajo el pecho, una fuerza que se parece a la ansiedad por querer y no querer regresar.
Ha olvidado quién era, para dejarse llevar por su yo más salvaje, más arenoso y natural, alborotándose a sí misma en busca de otras emociones.
Ha vivido por vivir, algo de lo que huye y niega durante el resto del año, pero lo necesitaba.
Vuelve distinta, como siempre que regresa.
Como si le envolviese un aura protectora que se va desvaneciendo a medida que el sabor salado se transforma en cloro y el olor de las algas deja paso a la fragancia del metro de Madrid.
Y no le da pena estar aquí, pues los brazos y las sonrisas, ya sean en persona o por teléfono ahí siguen, no se fueron.
Y acarician, abrazan, sienten, calientan del mismo modo que lo hacían antes, incluso hoy son más reconfortantes.

Y es que todos necesitamos irnos para querer volver.

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