domingo, 25 de mayo de 2008

Change the world / Cambia el mundo


Cuando el granizo deje de repicar sobre el cristal, pensaré en mis futuros hijos.

Recordaré cada vez que no luché, que me rendí.

Comprenderé que es de cobardes proclamar nuestros problemas para dar pena,

para conseguir nuestra paz, entenderé que la justicia germina allí donde hay suficiente luz y respeto y llueven grandes cantidades de agua y libertad.

Me arrepentiré de haberme arrepentido alguna vez y lloraré por haber perdido los papeles, dejando que se quemasen en el fuego del odio y de la rabia.

Sólo entonces apretaré mis puños, no para crear violencia sino para elevarlos muy alto mientras grito por aquellos que no tienen voz.

Y nunca me elevaré para mirar a nadie desde lo alto, sino para conseguir la manzana madura del árbol y ofrecérsela al pequeño que no tiene nada que comer.

No desplegaré mis alas para alzar el vuelo y huir de este mundo, planearé sobre el cielo renovando el oxígeno y trayendo nuevas nubes que revivan nuestros pantanos.

Encenderé una cerilla y con ella os enseñaré a valorar la energía, para que no desperdicies ni una gota de luz ni de calor en vuestras casas.

Cambiaré todas las armas del mundo por plantas de todas las especies, para que los niños aprendan a cultivarlas, a diferenciarlas y apreciarlas, sin tener en cuenta sus colores o formas, encontrando la misma belleza a una rosa que a una ortiga.

Les hablaré del amor, de la amistad, del dolor y de la muerte, pero lo haré despacio, tardaré en hacerlo unos 100 años, el tiempo suficiente para que ellos mismos puedan ir educando a sus hijos, mientras todavía continúan aprendiendo.

Les contaré que el hombre y la mujer se diferencian en las palabras que los designan, sólo en eso, y les diré que este mundo no sería el mismo si faltase una sola persona, para que aprendan a valorar a todos por igual.

Les ayudaré a darse cuenta de que las religiones son creencias personales que no deben controlar a las personas, que no deben afirmarse como leyes morales ni extenderse por el mundo como únicas, simplemente deben defenderse con el corazón, pero en el ámbito de tu propio cuerpo, nunca más allá.

Les diré que sonrían, que la vida es demasiado corta para vivirla en la amargura.

Después, me callaré y observaré como viven y crecen, como luchan y reflexionan, como aman la vida y se aman entre ellos.

Sólo entonces me daré cuenta de que el mundo si podía cambiarse, de que la solución estaba en mí, en mis hijos y que debe mantenerse siempre en cada generación.

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