lunes, 6 de abril de 2009

La vida

Pensaba que las clases de Historia de la Medicina no tenían ningún fundamento más allá de los meros conocimientos que se aprenderán de memoria para un exámen y luego sólo podrán salir a luz en fiestas elegantes o reuniones aburridas, dónde alguien dirá "¡que grandes fueron los antiguos griegos!" y tú, para quedar genial, añadirás "el desarrollo de la medicina se debió a la situación geográfica, la búsqueda de nuevas tierras...bla, bla, bla..." y si surge meter por ahí que el dios de la medicina es Asclepio.
Sí, me parece importante conocer la historia de tu profesión, al fin y al cabo tú formarás parte de ella, pero cuando alguien llega y te da la clase leyendo apuntes interminables, sin mirarte a los ojos cuando habla y olvidando que mañana tendrás un exámen horripilante de bioquímica, como que las ganas de saber historia se pierden entre reacciones.

(Menudo parrafo más "friki" me ha quedado...)

Bromas aparte, quería poner en mi blog un poema bellísimo de un hombre, el profesor Esteban Pont Barceló de la Universidad Autónoma de Barcelona, el cual sufrió un Accidente Vascular Cerebral que le obligó a estar muchos años ingresado en un hospital y a perder toda su autonomía.
Este poema es una forma de agradecer a los médicos/as y enfermeros/as la ayuda que recibió de ellos mientras pasó ese periodo de enfermedad y me parece tan cercano, tan puro, tan cierto, que el día mañana lo veré colgado (si Dios quiere) en la pared de mi consulta y de mi casa.

Gracias por sus palabras señor Pont.


Dame tu mano. No quiero que tires de mí.
Pero sí sentir esas turgencias cálidas de tu palma,
y notar que todo nos importa.
Y que "imposible" es el adjetivo de los necios.
Tengo más fuerza de la que me suponen. Mejor que lo ignoren.
Pues, junto a ti, me temerían.
Y dictarían leyes para proscribirnos.
Eres manantial de poder, para ir dónde yo quiera.
Cuando juntos nos afligimos, nos duele la humanidad,
y nos crecen ansias infinitas, de solidaridades y amores
nacarados.
No importa donde estés.
Ni que te marches cuándo claman los relojes.
Estás en mí. Y sé que en ti vivo.
Por todo eso,
dame la mano, que todos lo ignoren, menos yo.
Tú, por siempre, compañero/a.


Esteban Pont Barceló; Bellaterra (Cerdanyola del Vallés) 20/05/03

1 comentario:

Sarlak dijo...

precioso :'(