miércoles, 28 de octubre de 2009
Abuelo conviérteme en golondrina.
Y elévame a lo más alto, dónde no me llegue el aire sucio
ni el ruido de las bocinas.
Dónde no vea la sangre del toro
ni las bolsas de plástico en alta mar.
Súbeme y no me sueltes,
que tus manos soporten mi peso
y mezcan mi débil espíritu en días de flaqueza.
Que hoy tengo el efecto invernadero en la cabeza,
la gripe A en los bolsillos,
la crisis en los oídos,
las lágrimas en los labios
y una bala en la recámara para asustar.
Abuelo, llévame al lugar dónde va la luz cuando se apaga la vela,
dónde duermen las almas de las marionetas,
dónde a todos nos suena la nariz (por el catarro)
Llévame y no me traigas de vuelta hasta que no te lo pida,
echo de menos que toda mi atención la acapares tú.
Tú y tus juegos de manos,
tú y tus lienzos blancos.
Quizás no me acostumbro a ser adulta.
Hoy he buscado el chupete marrón,
hoy quise abandonar los 19 para sumar 1 + 9 = 10 = 1
Hoy quise no ser mayor.
Abuelo, conviérteme en golondrina.
Que hoy sólo quiero que Bécquer me verse...
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