martes, 15 de diciembre de 2009

¿A quién le rezará Dios?

Si yo fuera Dios estaría sentada en una barca de madera, en un lago inexplorado aún por el hombre
de algún lugar montañoso del planeta.
Y metería los pies en el agua, no tendría miedo de que algún pez de las profundidades me atacase.
No lo habría creado.
Si fuese Dios me sentiría como esas madres del programa "Super Nanny", que son conscientes de lo malos que son algunos sus hijos, pero no encuentran la solución al problema.
Y esa sería mi grandísima preocupación: mis hijos.
Seguramente sería injusta con ellos, porque querría mucho más a unos que a otros.
Mimaría a las plantas y animales, tanto que casi me olvidaría del resto.
Y por eso mis hijos humanos se portarían mucho peor ante mi falta de atención.
Con sinceridad, si fuese Dios, empezaría desde cero.
Aunque me daría mucha pena destruir siglos y siglos de cambios bellísimos, conocimientos y lenguajes.
No....creo que nunca podría destruirlo.
A lo mejor es lo que le ocurre a él...
que no sabe qué hacer.
Y se balancea en su barca, con su larga barba blanca colgando hacia un lado, igualito igualito a Gandalf el de El señor de los anillos, aunque un poquito más regordete.
Claro, no puede consultar con nadie su preocupación.
Su hijo es él mismo, sus ángeles yo creo que no existen y encima se pasa día tras día escuchando quejas, blasfemias, problemas y más problemas.
¿A quién le rezará Dios?
Pobrecito anciano.
Seguro que a veces le dan ganas de jugar a las chapas en la plaza del Vaticano y dar más de un puntapié...
Y erradicar los fanatismos.
Seguro que le gustaría poder enamorarse, porque claro, los dioses griegos tenían a sus mujeres divinas o mortales y se lo pasaban genial, pero nuestro pobre no se come un rosco (con perdón).
La verdad es que tiene que ser tan difícil ser Dios...
Por eso, cuando me exaspero viendo telediarios, muertes por enfermedades, el hambre, el sida, las violaciones, el cambio climático y asumo que la culpa es nuestra, que somos seres humanos racionales pero mortales, le pregunto si sigue estando ahí, con voz escéptica y altanera,
para luego arrepentirme, al imaginarle en la barquita, meciéndose solo y preocupado por un mundo cuyo esbozo nunca fue así.
Por eso le pido disculpas (en bajito) y me acurruco en la cama.
Y me duermo tranquila, risueña, enamorada, mortal.
Y él pone su mano en mi frente y me da las buenas noches, me recuerda que mi abuelo está bien, él y todos los que están arriba y me da fuerzas para seguir.
Después se retira, vuelve a su barca, dónde jamás duerme, jamás descansa, dónde se pregunta día tras día qué hacer, dónde nunca nos olvida, dónde nos envidia.

A veces sueño que me siento en su barca y rodeándole con mi brazo le acaricio la espalda.
Huele igual que mi abuelo.
Entonces él me abraza y llora un poquito.

- Tranquilo Dios, llora todo lo que quieras que es muy bueno - le digo.

Y después de contarme sus preocupaciones se duerme,
y sus mejillas se enrojecen como las de un bebé.

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