miércoles, 20 de abril de 2011

Sir Lancelot

Mírame...¿acaso tengo pinta de asesino?
Si te paras a pensarlo la mayoría o tienen cara de animal, con alguna que otra cicatriz y espuma saliendo por su boca o parece que no ha roto un plato en su maldita vida. Siempre dan más miedo los segundos, porque suelen ser más inteligentes y, por ello, más peligrosos. Yo no pertenezco ni a unos ni a otros. Yo elegí matar.
Los hay enfermos mentales, los hay narcisistas, los hay que fueron víctimas primero, los hay introvertidos, trastornados y directamente anormales. Luego están los que lo han "mamao" desde niños y lo ven como algo normal, pero eso es menos común aquí, en "Desarrollolandia".

Yo no estoy mal, no disfruto matando, no lo hago con algún interés, tampoco es costumbre. Simplemente ocurre, como algo más. En vez de fumarme un cigarro, pues eso. En vez de ver una película en un cine, lo otro.
Si te soy sincero, eran personas que no soportaba. Realmente soporto pocas cosas, es un defecto.
De pequeño me inculcaron que la humanidad es defectuosa, yo mismo, mi madre, la sociedad, tú...
Y lo asumí, de primeras, porque para eso sirve la educación, para resignarnos y creer que las cosas deben ser así.
Luego fui descubriendo que me costaba tolerar algunos comportamientos. La fea costumbre de aquel compañero mío de primaria, que con sólo 12 años se apretaba las encías con el dedo índice para desangrarlas. Decía que le aliviaba mucho. Mi alivio fue pedirle a su madre que un dentista le tratara la gingivitis.
Odié el pelo graso de mi vecina, me revolvía la voz de pito de la dueña del estanco. Pero lo superaba, lo entendía, lo aceptaba.
Lo que fue superior a mí llegó más tarde. Con el instituto, la universidad...Conocer gente nueva te hace darte cuenta de la cantidad de tiempo que perdiste antes, con otros. Bueno, errores típicos que todos cometemos.
¿Mi problema? No asumí mi error. No pude pasar página. Eran tantos los que, de una forma y otra, me incomodaban...
¿Te importa que fume? Estoy un poco tenso al recordar...gracias.
Como te decía, no lo soporté. Así que hablé con mi padre y le conté todo lo que me estaba pasando.
Él, desde su labor de progenitor, me animó a escribir en un folio los nombres de todas las personas que me provocaban malestar y luego a quemarla, como símbolo de que estaba emprendiendo una nueva vida, una nueva mentalidad.
Lo hice. ¡Qué satisfacción!
No te imaginas cómo fue.
El único pequeño detalle es no cumplí el consejo tal y como él lo habría planeado.
Cambié algunos puntos.
Sí hice la lista, tardé semanas. Empecé con las personas que recordaba de mi infancia y continué desde ahí.
Sí, papá decía "¡vas a quedarte sin tinta!"
Bueno, tinta hubo de sobra.
Recuerdo bien el olor a quemado, el olor a azufre, a barbacoa.
¿Acabas de temblar? No hace demasiado frío en la sala...tranquila, no te asustes. Quemé hojas y hojas de folios. Fue una cantidad ingente de papel. La hoguera más grande que había visto en mi vida.
El fuego me fascinó. Me pareció limpio. Las llamas limpiaban el malestar.
Pero no, yo no era pirómano, no era un desequilibrado, ni un bombero frustrado.
Por eso no elegí matar así.

Ni el fuego , ni la sangre, ni los gritos.
Demasiado de película o de novela.
Cuando te das cuenta de que tu forma de ver el mundo es diferente al resto, continúas.
Matar no me produce satisfacción.
Pero sí ver como los demás se destruyen.
Admiro el mundo lleno de mierda, de guerras, de violencia sexual, de destrucción, rabia incontenida, de cárceles llenas de inocentes y culpables en los Ayuntamientos.
No es resignación, esto.
No soy ni el primero ni el último que se ha dado cuenta.
Vivimos pendientes de ser sociedad, de cumplir normas, de avanzar...
Llámame loco por odiaros a todos.


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