viernes, 20 de noviembre de 2009

Escuchar es algo más que oír


Ayer fui a un concierto de lenguaje de signos.
El teatro estaba abarrotado de gente esperando.
Compré un refresco y unas patatas mientras pasaba el tiempo y
a las 20:00 empezó.
Se apagaron las luces y se encendieron sólo las del escenario.
Poco a poco se hizo el silencio de las voces,
dejando paso al ruido de la vida.

Cerrando los ojos, uno a uno fuimos adentrándonos en el mundo que queda oculto bajo la voz.
La respiración era la nota principal.
De las 200 personas que allí estábamos ninguna sola coincidía en el tiempo y la duración al coger aire y expulsarlo.
Después se oía la saliva al tragar, el roce de la ropa con la piel, de los zapatos con el suelo de moqueta.
Algún tosido seco intercalado con unas uñas rascando un antebrazo al descubierto.
El chasquido de una vértebra cervical,
acompañado de un carraspeo involuntario.
El tintineo de una cremallera del abrigo.
Alguien cruzando las piernas.
El crujir del asiento al reclinarse una espalda.
Una boca masticando chicle.
Entonces se abrió el telón y apareció una joven sentada en una silla de madera.
Nos miraba con sonrisa placentera, con inmensa tranquilidad.
Mantuvimos, todos, los ojos cerrados y ella, tras un suave toque al diapasón, cogió la nota de la respiración y comenzó
a cantar con sus manos.

Abrimos todos los ojos y escuchamos.
Desde afuera se colaba el ruido de las ruedas y motores que surcaban la avenida,
miles de pasos por minuto sobre la acera-

Y mientras, allí dentro, ella cantando con sus manos.

Nos habló de la luz del sol,
de la sensación de soledad,
del miedo a lo desconocido,
del amor imposible.
Nos contó lo que es la muerte,
nos cantó nanas y saetas.
Nos explicó lo que es la vida.

Y lo entendimos todo leyendo sus manos y su cara.
Al terminar, volvió a entregarnos su inmensa sonrisa.
Así cerramos los ojos y la melodía cesó.
El telón se cerró de nuevo y todos levantamos nuestras manos
agitándolas enérgicamente, moviendo las muñecas hacia dentro y hacia afuera, con los dedos extendidos.
Bueno, sí, aplaudiendo.

Ayer comprendí que escuchar es mucho más que oír.

1 comentario:

Victor Abarca Ramos dijo...

Mi abuelo siempre decía eso y la verdad es que tiene más razón que un santo.

yo creo que no tengo la Gripe A, el médico me dijo eso, era de la clínica Atlas, y la verdad es que sin hacerme las pruebas ni nada no sé como puede decir esa barbaridad, y además es que no he tenido apenas fiebre. hoy me encuentro genial y necesito salir ya de casa que estoy hasta las narices (rojas de tantos mocos)!!!!!!

Un saludo laurita!