viernes, 19 de marzo de 2010

Mujer

Siempre escuchó que cuando ocurre la mujer lo sabe, porque sí. Es indefinible, es como saber que hoy te quedará mejor el pelo recogido porque al dormir se alborotó demasiado, o saber la cantidad exacta de sal para que la comida quede perfecta.
Ella también lo supo. Nunca antes pudo compararlo con nada, pero cuando llegó lo sintió.
Su joven cuerpo se lo susurraba despacio, en cada movimiento interno invisible a los sentidos de los demás.
Con dulzura se llevó la mano al vientre y pudo captar la energía moviéndose de un lado a otro, acomodándose dentro de ella.
Embarazada de seis semanas, con el vientre plano, con los senos pequeños y las curvas de sus hermanas. Con el cabello moreno sobre la espalda y los ojos verdes de papá.
Con veinte años.
De repente una oleada de terror le atravesó el pecho y rebotó contra la puerta del metro.
Le dolió tanto que tuvo encogerse y apretar los labios con fuerza, para no gritar.
Sintió cientos de miradas irreales sobre ella, dirigiendo sus dedos acusadores y cuchicheando palabras ininteligibles.
Sufrió el peso de la mano de piedra que la sociedad coloca cuando opina con prejuicios.
Y así se quedó, encogida, atemorizada, rodeando con sus brazos su abdomen, preguntándose "¿Qué debo hacer?"

Pensó en sus padres, en como habían invertido sus vidas en educarla a ella y a sus hermanas, en como soñaban con ella convertida en alguien de provecho y el disgusto y la decepción que en ellos provocaría su situación.
Pensó en sus hermanas, en las mayores y pequeñas, en cómo dejarían de verla como la mediana inteligente y responsable que nunca se metía en líos.
Pensó en su novio, en lo mucho que le quería, pero no lo suficiente como para darle un hijo, como para quererle ya para toda la vida.
Pensó en sus amigos y en sus enemigos, en como todos hablarían de ella pensando en sus veinte años y en su maternidad.
Pensó en las vecinas diciendo que era "una inconsciente, una egoísta".
Pensó en las manifestaciones Pro-vida que salían en televisión.
Pensó en el pasado, en como ella misma había mirado sin escrúpulos a las chicas jóvenes que paseaban a sus niños por los parques.
Pensó en las conversaciones de la cafetería, en como todos coincidían en que los hijos deben criarlos los padres, no los padres de los padres, por eso la juventud no es la mejor edad para la paternidad.
Pensó en su futuro, en cómo sería imposible sacarse la carrera teniendo un bebé, pues no podía dedicarle la mitad del tiempo, sería mala madre si le dejase de lado.
Pensó en la irresponsabilidad de hacerlo sin preservativo, en como algo tan inocente podía tener tan graves consecuencias.
Pensó en su bebé, en cómo podía amarlo tanto sin tan siquiera saber si quería abortar o no.
Pensó en todos.



Menos en sí misma.


Es demasiado fácil decir que la piel no duele si jamás te quemaste,
demasiado fácil gritar "vida" si nunca has temido perderla,
demasiado sencillo opinar sin ponerte en el lugar de los demás.
No gritaré nunca no al aborto, porque desconozco quién, cómo, cuándo y porqué necesita hacerlo.

Yo soy pro mujer y sólo por eso, también creo en la vida.
Porque si nadie piensa en ellas,
nadie piensa en nosotras.

1 comentario:

Sónica dijo...

Brutal. Bravo. No sé qué decir. Opino lo mismo. La mujer es la última que parece contar en este tema. Y es la única que debería poder decidir. Un saludo, te leo.