domingo, 20 de marzo de 2011

Springsprung

Ya sale el sol, pero todavía se cuela el frío en las manos y en las caras. Y el otro frío, ese que vive durante todo el año en las almas de muchos, aún perdura. Las risas de los niños inundan la calle, juegan entretenidos sin pensar en el mañana, como mucho les preocupa que habrá de cena esta noche.
Quizás eso me da envidia, quizás echo de menos el dulce sabor de la ignorancia.
No me acostumbro a crecer, quizás no sé crecer. A veces me siento demasiado adulta, a veces extremadamente infantil. Si algún día logró encontrar el término medio no sé si será una buena noticia tampoco.
Me gusta no pensar en nada y escribir, como hago ahora mismo. No pienso en rimar, ni en que quede bien o que agrade a quién lo lea. Hoy es de esos insípidos domingos que obligatoriamente pasas en casa porque los apuntes y libros no saben cuidarse por sí mismos. Tanto conocimiento en sus páginas para nada, para luego no poder quedarse solos...Hoy bajaría hasta el coche en chándal y conduciría a alguno de esos hermosos campos llenos de amapolas, para tumbarme allí y escuchar qué me cuentan los árboles.
Si pudiera no iría sola, se disfruta mucho más acompañada. Si pudiera me quedaría por siempre allí, como una flor más, aunque nunca tan bella y grácil.
Me gusta la vida cuando llega la primavera porque todos parecemos un poco más sanos, más vivos, escondidos muchos detrás de pañuelos de papel y disparamos estornudos.
La piel se enrojece y calienta, los bichos proliferan y los niveles de polen llegan a tapar la atmósfera. Es primavera en nuestra porción de mundo.
Llegó la primavera a nuestra porción de mundo...


(Fotógrafo: George Holz)

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