miércoles, 18 de enero de 2012

Carta para la tercera planta

No os rindáis, aunque ya no haya más camino. No soy nadie para dar ahora una charla sobre lo bueno y lo malo, y mucho menos sobre la esperanza. Por eso escribo desde lejos, desde mi mesa, y cuando estoy cerca vuestro hablo poco, salvo cuando estáis más animados y os apetece contar cómo estáis hoy.
No os conozco, vosotros a mí tampoco, pero ya habéis dado el paso importante. Sin saber siquiera mi nombre me dejásteis entrar en vuestro pequeño mundo y me contásteis vuestra historia.
Me invitásteis a comprender el miedo y a sufrir vuestras dudas.
Y cuando peor estábais todavía sacábais fuerzas para seguir.

A ti, J.M.T,
hoy ni siquiera has abierto los ojos cuando hemos entrado. Hoy más que nunca no tenías ganas de hablar.
Incluso, mientras te pinchaban para aliviar el dolor, no te movías, no te inmutabas.
He querido decirte que eres un gran hombre.
Me habría gustado contarte que eres un ejemplo de paciencia, de aguante y de lucha.
Que mi madrina también vivió lo mismo que tú y por eso no hay día en el que no la recuerde y la eche de menos.
Que quiero protegerte de todo esto que te pasa, pero no puedo, no encuentro cómo.
Por eso te escribo, desde lejos, porque sé que de alguna manera te llegarán mis pensamientos.
Hoy estabas peor y tu familia ha tenido que asumir la noticia de que no hay más opciones.
Hoy no tenías ganas de más, ya no más dolor.
Y aún así, antes de que pudiésemos salir por la puerta, has abierto los ojos despacio y nos has buscado con ellos, para murmurar:
- Chicas, espero que hayais aprendido mucho...

A ti, I.,
que eres una mujer magnífica, capaz de tirar de todos y afrontar un final inminente con toda la racionalidad y valor que existen; que miras a tu marido y te aguantas las ganas de llorar porque no quieres que te vea mal, que tienes tanto que contar todavía...
Hoy me has mirado diferente. Siempre me mirabas seria, callada, pensativa. Hoy tus ojos brillaban de otra manera y he sentido el calor que salía de ellos, me he sentido afortunada porque me hayas mirado así.

A ti, J.S,
que te fuiste demasiado pronto. Sigo creyendo que cuando llegue a la planta estarás ahí sentado,
hablando despacio con tu voz afónica, con la foto del Atleti en el cabecero de la cama.
Sigo creyendo que nos mirarás con esa media sonrisa, repitiendo hasta la saciedad que vas a luchar por estar bien.
Pero no estás, te fuiste.
Y sólo puedo darte las gracias por haber sido así, tal cual, tan bueno y cariñoso.


A vosotros, que me recordáis que la vida es un bien preciado,
que me motiváis para hacer de una carrera un trabajo real, buscando nuevas soluciones a problemas que hoy no pueden tratarse,
que me hacéis ver de nuevo a mis seres queridos, los que tuvieron que pasar por eso mismo.
A vosotros que dais verdaderas lecciones de vida.

No hay comentarios: