sábado, 28 de enero de 2012

Tercer cuento para Raquel

El cuento de hoy es también uno de los cientos que mi tía me contaba por las noches, es uno de mis favoritos.

El mono caprichoso

Había una vez un mono muy requetemono que entró en la barbería y le dijo al barbero:

-Señor barbero córteme el rabo, que no lo quiero. El barbero se extrañó, pero el rabo le cortó. 

A los pocos días el monito volvió a la barbería: 

-Devuélvame usted mi rabo señor barbero. 

-No puedo. Que se lo llevó el basurero. 

-¿Ah, sí? Pues me tiene que dar usted una cuchilla de afeitar- contestó el monito, muy disgustado. 

El barbero por no oírlo, le dio la cuchilla. Allá que va el monito la mar de contento, y anda que te andarás pasó por la calle del pescado. Vio a un hombre que estaba limpiando el pescado para venderlo. 

-Señor pescadero-dijo el mono- ¿ no le da a usted asco? 

-Si quiere, le doy mi cuchilla. 

- Bueno.

Y sin pensárselo dos veces el mono le dio su cuchilla. 

A los pocos días, el mono se acordó de ella y volvió a la calle del pescado. Y dijo con mucha pena:

-Señor pescadero, devuélvame usted mi cuchilla que era muy buena. 

El pescadero le contestó: 

-No puedo, que de tanto cortar pescado, se me rompió. 

-¿Ah , sí? Pues me tiene que dar el pescado más gordo. 

El hombre por no oírlo, se lo dio.

El mono se puso a andar y pasó por la calle del pan. Entró en una panadería y le dijo al panadero: 

- Señor panadero, ¿ me quiere usted asar en el horno este pescado tan bueno? 

-Cómo no - contestó el pandero-. Vuelva usted a la tarde, que ya estará asado. 

Pero el mono no se acordó hasta los pocos días. Entonces volvió a la panadería: 

- Y mi pescado, dónde está? 

El panadero le contestó:

- Como usted no venía, mi mujer se lo comió. 

- ¿Ah sí? Pues me tiene usted que dar una talega de pan. 

El panadero, por no oírlo, se la dio. 

Anda que te andarás, el monito pasó por la calle de la escuela. Estaban las niñas llorando en el patio a lágrima viva. 

Se acercó el monito y le dijo al maestro: 

-Señor maestro ¿qué les ha hecho usted a las niñas, no le dan a usted lástima, pobrecitas? 

- ¿ Yo? Yo ya terminé mis clases. Es que tienen hambre y no vienen sus padres. 

- ¡Vaya por Dios! – dijo el monito-. Poneos en fila. 

Las niñas se pusieron en fila, y el monito su pan les repartió. 

A los pocos días, el monito sintió hambre y volvió a la escuela: 

- Señor maestro -dijo- ¿dónde está mi pan? 

- ¿Su pan? Cualquiera sabe. Con lo tragonas que son estas niñas... 

- ¿ Ah sí? Pues me tiene que dar usted una. 

El maestro, por no oírlo, una niña le dio, y el monito, muy contento, de la mano se la llevó. 

Pasaron por un río y estaba la lavandera lava que te lavarás: 

- Señora lavandera, ¿quiere usted esta niña para que le ayude a lavar, a tender y a recoger? 

- Bueno dámela. 

A los pocos días se presentó la madre de la niña en casa del mono . 

- Señor mono ya me está usted diciendo lo que ha hecho usted con mi hija. 

- ¿ Quién yo? 

- Sí, usted ¿ quién va ser? 

- ¿ Y qué me da usted si se lo digo? 

- Pues... le doy.. .le doy... una flauta que tiene mi marido. 

- Está bien, dijo el mono, lavando en el río la dejé. 

Entonces fueron al río, hicieron el cambio, y el monito esta canción iba tocando: 

Por un rabo una cuchilla, 

Por la cuchilla un pescado; 

Por el pescado cien panes, 

Por los panes una niña... 

¿ Y lo demás? Lo demás se me ha olvidado. 

Y colorín colorado, este monísimo cuento se ha acabado

No hay comentarios: