lunes, 16 de marzo de 2009

"Circustancias secundarias de los efectos de la vida"

A Edu le daba miedo la oscuridad.
No, no, miedo sólo no. Le aterraba la oscuridad. Le horrorizaba la oscuridad.
Era su mayor enemigo. Su límite.
Por el día era una persona más, con sus calcetines de ejecutivo, sus ensaladas César, sus paseos en bici y los cafés de los viernes a las 6 en Las Carretas con Elena.
Pero por las noches...
Las noches eran una pesadilla.
Por eso su factura de la luz era la más cara de todos los habitantes de la ciudad.
Más cara que los bares, que las cocinas, que los hospitales y almacenes refrigerados.
Sus bombillas jamás dormían: estaba encendida la del salón, la del pasillo, la habitación y el baño, la del despacho, las dos de la mesilla de la habitación de invitados...
Y así estaba tranquilo. La luz le daba paz.

Sólo se enfrentaba a su miedo cuando Elena se quedaba pasadas las 00:00. Y asustado se hundía en su regazo, mientras ella le acariciaba con sumo cuidado el pelo, diciendo en alto: tranquilo...mi vida...estoy aquí.
Y él dormía, mientras ella insatisfecha miraba por la ventana, pensando en si su amor estaba por encima de la infelicidad.
La oscuridad era para él como tu mayor miedo para ti.
El fracaso de un sueño.
La desaparición de un ser querido.
El sonido de una explosión.
Una llamada no respondida.

Quizás así entiendas que no era sólo miedo, era mucho más.
Un día le aconsejaron que fuera al psicólogo.
Él no creía en ellos. No quiso. Siguió girando por las esquinas con una linterna a pesar de tener encendidas todas las luces.
Entonces Elena se marchó.
Le dijo que estaba cansada de no ser feliz. Que lo sentía enormemente. Añadió que, cuando cambiara, la avisase porque seguro volvería.
Y Edu no supo qué hacer, salvo llenar de velas los armarios.

Un día, mientras leía el periódico en el metro, una gitana se le acercó pidiéndole dinero y él, deprimido, decidió darle todo lo que llevaba encima: 170 euros, su reloj y su tristeza.
Ella a cambio le prometió que le concedería un deseo. Lo que quisiera.

Y aquella noche Edu no volvió a tener miedo a la oscuridad. Nunca más.


Porque Elena volvió.

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