lunes, 9 de marzo de 2009

Cómo el primer día, 25 años

Se subieron en la misma parada, pero entraron por puertas distintas. Él se quedó de pie, con la mano sujetando la barra del techo, mientras ella se apoyaba contra la pared y perdía su mirada en el cristal. Cada 6 minutos se iba llenando el vagón y de repente, rodeados por unas 40 personas, se miraron. Nadie se dio cuenta, sólo ellos sintieron el escalofrío. Sabían que tenían poco tiempo. Lentamente él se fue acercando, fingiendo estar oprimido entre los pasajeros. Ella le veía avanzar y ocultaba con esmero una sonrisa de nerviosismo.
Finalmente llegó y buscó su mirada, pero parecía que esa mujer se lo pondría difícil. Así que se giró, como ofendido y ella, deslizando su mano entre bolsos y abrigos le rozó la espalda, con sus dedos.
En ese instante ambos cerraron los ojos, como hipnotizados por la misma melodía. Ella sonrió, sin que nadie la viera y él pensó que era la mujer más dulce que jamás había conocido.
Entonces, se encontraron. Se preguntaron con los ojos quiénes eran y qué hacían allí. Se resistieron a besarse apasionadamente, empujando al resto de la gente que, sin enterarse, se habían convertido en meros espectadores.
Él rozó su mejilla con sus labios. Y ella olió su cuello con su nariz.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó murmurando.
Y de repente le sonó el móvil y respondió.

- ¿Sí? ¿Dígame? ¡Ah, hola hija, ¿que te ocurre? ¿Qué dices de qué vestido de qué lavadora? Sí, sí, sabes que yo no me entero mucho con eso, espera, pregúntaselo a tu madre, te paso con ella.
Y con un "la niña, que no sé que quiere" le entregó el telefóno a su mujer.
A esa que sonreía. A la más dulce del mundo.
- Dime...sí...está en tu armario planchado...¡es que eres un desastre! Vale, pero llámame para ir a buscarte. Yo también te quiero. ¡Adiós!

Y volvieron a mirarse. Se rieron. Se besaron olvidando dónde estaban y qué hacían. Llegó su parada y se bajaron cogidos de la mano.
- Todavía no me ha dicho cómo se llama señorita... - preguntó él.
- Parece mentira que llevemos 25 años casados y aún me sigas preguntando por mi nombre.

Y el resto de pasajeros se quedaron atónitos, preguntándose qué había pasado.
Cómo dije en un principio, ellos sólo eran espectadores.
Y él y ella sólo vivían su amor a diario.

(Dedicado a mi papá y a mi mamá y a sus bodas de plata )

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