Durante toda la semana dejó trazos en las paredes diciéndome "ánimo". Y se sentó a mi lado, como cada viernes. Y cogiéndome la mano me perdonó el malhumor. Supo qué decir, qué no decir. Y obviar las ojeras y la tristeza de mi rostro. Mintió cuando me susurró al oído "estás preciosa". Olvido su semana difícil, sus propios problemas. Para coger los míos, agitarlos y convertirlos en aire. Luego sopló.
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