lunes, 10 de mayo de 2010

Sinfonía

Hay personas que jamás mueren

En el mundo, aunque muchos me lo discutan, cohabitamos con seres que nunca dejan de existir.
La vida, para ellos, es un forma de medir el tiempo y no es el tiempo una forma de medir la vida.
Al principio, cuando son jóvenes, actúan y piensan como jóvenes, como personas normales que saben que un día llegará la muerte y, con ella, el gran final, la caída del telón.
Pero desconocen que jamás van a morir, que nunca van a marchar.
Quizás Dios y Gaia, en una de sus muchas conversaciones mirando el horizonte,
estuvieron de acuerdo en que no debían de saberlo, pues seguramente la sola idea de no morir podría tener un efecto perjudicial en sus almas, ésas que por ser así, por tener esa pureza, eran las privilegiadas de recibir tal meritorio honor.

Esos seres adquieren formas muy distintas. En un principio, los grandes estudiosos de la especie humana pensaron, al indagar en los orígenes de toda la escala filogenética, que los animales eran los únicos capaces de no morir.
Acertaron en un cincuenta por ciento, pues es verdad que todo animal que fallece jamás muere.
Su alma es tan natural y tan blanca que sin necesidad de oraciones ni himnos vuela libre hacia los brazos de Gaia, para ser mecida eternamente y amamantada por sus senos grandes como montañas.
Pero se equivocaron al decir que eran los únicos.
Y antes de asumir su error muchos formularon absurdas teorías sobre la "vitalidad" de los bosques y selvas, de las rocas y desiertos, los volcanes, icebergs y los océanos.
"¡Como podéis ser tan necios!" les reprendí.
Todo esto que nombráis no es otra cosa que la propia madre Gaia moviéndose y manifestándose en todas sus formas y energías. Perdéis el tiempo.
Y no quise decir más, porque yo también desconocía el secreto.
Por eso, la primera vez que vi a uno de esos seres no morir, sentí miedo al principio, pero después una infinita tranquilidad.
No necesité la experiencia ni la razón, sólo creer en lo que nadie me había mostrado antes.

Sí, hay personas que jamás mueren.

A estas alturas, muchos pensarán que hablo de los grandes de la historia, que por sus hazañas, inventos, frases o títulos continúan vivos en la memoria de todos, en los libros y en las calles.
Pensarán que hablo de los malos, de los odiados, de los protagonistas de leyendas o de escándalos, viejos y nuevos.

Bien, no es así.
Entre todas esas personas seguramente hubo alguno que realmente no murió, pero los demás, fallecieron todos.
¿por qué? ¿cual es la diferencia?
Me remito a aquellas palabras entre Dios y Gaia, sentados mirando hacia el horizonte:

"Serán almas puras, como las de los animales. Llenas de vivencias buenas y malas, llenas de errores graves y algunos aciertos. No se parecerán en nada unas a otras, pero su denominador común serán el amor y el aprecio. Tendrán que vivir mucho tiempo o poco, eso no importa, pues jamás morirán."

Cohabitan con nosotros.
Son aquellas personas que ya no están en cuerpo, pero sí en alma.
No, no existe ningún cielo, eso lo hemos inventado los humanos.
Tampoco un infierno, sólo dejar de existir.
Aquellos que vivieron dejando huella en quienes les rodeaban, aquellos que hasta el último momento no dejaron de enseñar y aprender.
Esos que tendieron una mano, ¡que fueron mágicos!
que vivieron ofreciendo sus mejores y peores cualidades a los demás.
Prostitutas, abogados, labriegos, sordomudos, cantantes, pelirrojas, altos, nudistas, chiflados, sociólogos, mendigos, obesas, cocineros, enfermos, miedosos, periodistas, auxiliares, rubios, oligofrénicos, informáticos, niños...y un largo e interminable etcétera.

Jamás mueren. Dios y Gaia les han regalado la capacidad para volar con el viento y tocar así a quien amaron, de dejarse llevar por corrientes en el agua para jugar con los peces y las ballenas, para protegerlos de todo mal. Pueden sentarse en las nubes, tumbarse y revolcarse, pueden caer con la lluvia y limpiar la suciedad.
Y mover la hierba del campo, y encender las estrellas a su antojo.
Pueden disfrutar eternamente del planeta y del universo.
Y todos, como almas puras que son, velan siempre, manifestándose en todo lo que nos rodea, por vernos felices y ayudarnos a seguir
mientras nosotros, ingenuos, miramos al cielo pensando que están allí.


Dedicado a ti, Míguel y a tu familia.
Pase lo que pase, recuerda que ella es uno de esos seres.

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