viernes, 15 de febrero de 2008

El final de la humanidad

Extiende sus alas sobre la cúspide de la montaña.
Alargadas ocultan tras sus plumas de nácar, los resquicios de un sol que toma baja por depresión.
En un extremo, brota un hilo de sangre que impacta en las retinas de todos los presentes.
Un hilo que a cada segundo se crece, hasta que el nácar toma un papel secundario en la ímprova figura.
Un graznido desgarrador escapa de su imponente garganta, y todos tapamos nuestros oídos por temor a que nuestros tímpanos estallen.
Después, alzando el cuello sostiene la mirada fija en un punto del horizonte, como si aún desafiase su llegada a la muerte.
Silencio, todos callados observamos la acción. Ansiosos por ver qué ocurrirá, pero temiendo el triste final.
Lentamente pliega sus alas con la misma majestuosidad con la que habían sido abiertas.
Cierra el pico, nos observa, nos acusa con sus ojos de eso que todos ya sabemos y de lo que nos avergonzamos.
Durante un instante, nosotros, estúpidos, creemos al unísono que no ocurrirá.
Pero un crujido sobresalta la paz que se respira.
Lento, lento, lento.
Su cuerpo se desploma sobre la roca desnuda y nadie corre al auxilio porque ya no hay solución.
El último águila cae ante nuestros ojos, el último animal que seguía vivo en nuestro planeta.
Alguien aplaude, otro estúpido, pero cesa al abalanzarse sobre él un anciano de piel oscura.
Comienzan a pegarse y alguien grita "Ya basta"
Y el anciano añade:
"Ya basta. ¿Ahora? ¿Ahora que por fin somos conscientes de que nos hemos cargado el planeta? ¿Ahora basta? Hemos agotado los ríos, y con ellos los peces y pequeños mamíferos. Hemos quemado todos, todos los malditos bosques y selvas y con ellos, recursos, sumideros de dióxido de carbono, grandes mamíferos, reptiles, insectos. Hemos destruido todo, todo a nuestro paso.
Ahora, después de contemplar como moría el animal más regio de todos, sólo nos queda esperar nuestra propia muerte. Y una cosa os digo, si existe el cielo nadie entrará, porque ya están cubiertas las plazas por toda la vida inocente que hemos arrebatado".

Y el final de la humanidad no quedó escrito en ningún libro, ni película, ni radio, porque nadie quedó para poder leerlo.

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