sábado, 2 de febrero de 2008

Brilla


La noche se cernía por doquier y cubría de oscuridad, acariciando con las palmas de sus manos, cada lugar por donde pasaba. El mar comenzaba a tocar una dulce sinfonía de salitre y brisa marina, mientras las olas más jóvenes se acercaban con valentía a la orilla, queriendo curiosear en este mundo humano, pero las olas más viejas las atrapaban desde el fondo, reprimiendo su inconsciencia, y éstas regresaban mar adentro dejando una estela mojada en la arena.

Y es que las olas sólo querían verla.

Allí estaba.

En medio de la inmensa oscuridad su piel desprendía más fulgor que todas aquellas velas, las cuales, con sumo cuidado, habían sido semienterradas para que el viento no pudiese apagarlas.

El vestido blanco bailaba con el aire en cada movimiento, dejando entrever la figura de su cuerpo, sus caderas, sus piernas girando alrededor de las velas, sus brazos extendidos, todo orquestado por una sonrisa tan blanca y reluciente, que hasta la propia luna dejaba a un lado su vanidad y su corona de Reina de la Noche, para postrarse ante ella en señal de admiración y reconocimiento de su impactante presencia.

No tenía belleza ninguna.

No poseía un agradable olor a jazmín y bergamota mezclados con esencia de lima.

No gozaba de gran inteligencia ni de una increible capacidad comunicativa.

Tampoco sabía robar el corazón con una mirada, ni tenía el don de amar más allá de las caricias y el deseo.

Ella no era la mejor en algo, sólo era ella.

Una mujer que desconocía el significado de libertad, pero sin saberlo disfrutaba día a día de ser libre. Una joven que no soñaba con estudiar o formar una familia, simplemente soñaba con poder seguir yendo cada noche a la playa y disfrutar de la simple existencia.

No temía al futuro, pues pensaba que ella no había nacido para ser algo, sino para ser ella misma, y no necesitaba dinero ni joyas, pues la felicidad residía en disfrutar de lo importante y ello no estaba lejos, sólo había que buscarlo en la naturaleza.

No deseaba encontrar el verdadero amor, porque su corazón no tenía un hueco, ya estaba lleno, ya estaba enamorada, enamorada del sol, del océano, de la lluvia, de las personas, de la bahía, del arrecife, de si misma, de vivir...

Allí, de noche, su cabeza no se preguntaba por nada del mundo, ni por nada de Dios, ni por nada injusto, ni por nada bueno. Sólo bailaba, al compás del mar, creyendo que su destino era estar ahí, sin ningún motivo ajeno y sonreír.

El fulgor de su piel lo desprendía su propio cuerpo, no era ningún reflejo de luz, pues la seguridad y el respeto por si misma la convertían en el ser más admirable y precioso de todo el universo.

Por eso las olas, sorprendidas de que un ser humano pudiese alumbrar de esa manera, llegaban hasta la orilla para presenciar el magnífico espectáculo.



No tengas miedo a tu futuro, no llegues a casa entristecido por la monotonía, no te dejes vencer por el agobio, el estrés, los sueños rotos, la meta inalcanzable, la envidia o el dolor.

Levántate y lucha, porque siempre hay algo bueno que brilla en algún lugar, no seas cobarde y lánzate a buscarlo.

Sabes que tu piel puede brillar, no dejes que tus miedos apaguen tu luz.

Brilla.

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