Si Dios bajase un día y me dijese que está cansado y necesita unas vacaciones, le aconsejaría que se marchase.
Si me comentase que no le dijese nada a los demás, porque podrían preocuparse, le guardaría el secreto.
A cambio sólo le pediría hacer algo que nunca nadie ha hecho en el mundo.
Le pediría que me dejase amanecer.
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