jueves, 17 de julio de 2008

Volvió a sonreír

Llevaba esperando 20 años para hacerlo. Durante esos 7300 horribles días se sentó cada noche delante de la foto de su hija y, agachando la cabeza, rezó por ella y por su recuerdo y maldijo a aquel hombre que destruyó todo lo que tenía sentido en sus vidas, llevándose la de ella.
Hoy, 17 de julio de 2008, Santiago Merino se levantó con nerviosismo. Su mujer lo esperaba en la cocina y al verle entrar le regaló una breve sonrisa que significó mucho, pues llevaban mucho tiempo sin hacerlo ninguno de los dos. Sobre la encimera brillaban 2 velas en una tarta.
- Feliz cumpleaños.
- Gracias.
Algunas llamadas interrumpieron aquel día los quehaceres diarios del matrimonio. Cecilia, su mujer, recogió los platos, fregó el suelo y arregló las habitaciones, pensando siempre en que algún familiar se acordaría y pasaría a saludarles. Santiago se mostró más ausente que de costumbre. Se olvidó de cerrar bien la lavadora, no bajó como cada jueves a por su revista semanal del kiosco de Favi y tampoco reparó, cuando salió a tender la ropa al patio, en que llevaba puesto el pijama.
- Hoy estás muy distraído Santi.
- Lo sé, no me pasa nada, es el calor mujer.
Pero no era el calor. Después de 20 años había llegado el momento y Santiago veía lo que había estado temiendo durante los últimos meses: no se atrevía a hacerlo.
Al caer la tarde Cecilia se metió en la habitación de su hija y comenzó a llorar. Llevaba 20 años haciéndolo, desde aquella noche de domingo cuando supieron de boca de aquel guardia civil que su pequeña había sido asesinada.
- ¿Quién? ¿Quién ha podido...? - era lo único que podía balbucear Santiago mientras las lágrimas y la desesperación salían a borbotones de su cuerpo.
- Su ex - pareja señor, ya le hemos identificado y ha reconocido los hechos.
Y así fue como su pequeña se convertía en una víctima más contando sólo con 19 años. Y así fue como comenzó el infierno en la vida de un humilde matrimonio que sólo pedía justicia.
El joven alegó durante el juicio que le movieron los celos porque no podía vivir sin ella. Al escucharle Cecilia sintió como todo su dolor se transformaba en odio visceral y levantándose de su asiento le llamó asesino, pidió que aquella bestia no viera nunca la luz del sol, y deseó con todo su corazón que todas las desgracias del mundo cayeran sobre él.
Terminado el proceso, fue condenado a 30 años de cárcel de los que sólo cumplió 13. El último día antes de que el asesino de su niña entrara en prisión, Santi se acercó al banquillo de dónde él se estaba levantando. Al momento, 6 policías le rodearon y le pidieron que se marchara, que no hiciera nada de lo que se pudiera arrepentir, que no le merecía la pena mancharse las manos y por ello ser condenado. Él lo sabía, había perdido una hija, no perdería a su mujer.
Aquel padre desolado sólo pudo contenerse y murmurar con toda la firmeza posible: "Juro por ella, por Laura, que si la justicia no te castiga lo haré yo".
El segundo peor día de sus vidas fue aquel en el que encontraron mancillada la tumba de su hija, llena de pintadas obscenas y un carta a los pies que decía "Soy libre y nadie me ha castigado viejo, tienen suerte de no tener más hijitas"
La rabia, el dolor, la injusticia...
20 años llevaba esperando.
Cuando escuchó, como tantas veces lo había hecho, el llanto desgarrador de su esposa mientras acariciaba los peluches de Laura, Santiago despertó del sueño en el que llevaba dormido tanto tiempo. Se vistió, se arregló y cogió las llaves del coche.
Antes de salir, se acercó a la foto de su hija y rezó.
- ¿Santi, dónde vas tan tarde?
- Vete a dormir, mañana será otro día.
Y tras abrazar fuertemente a su mujer abrió la puerta y se marchó.
El día 18 de julio de 2008 unos guardias civiles se personaron en casa de Cecilia y Santiago.
- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó asustada.
- Nada mi vida, nada. Vuelve a dormir. - respondió él mientras se vestía para irse con ellos.
El primer guardia bajó con él hasta el coche y el segundo se quedó con ella.
- ¿Qué es lo que ha hecho mi marido, señor? ¡por favor dígamelo!
- Aunque no deba decirlo señora...su marido ha hecho justicia.

Y mientras el coche se alejaba de allí, Santiago respiró tranquilo. No le habían esposado, no lo necesitaba porque no huiría. Con 70 años recién cumplidos conocía perfectamente las leyes y sabía que a su edad no iría a la cárcel. Después de 20 años, volvía a sonreír. Y sabía que su hija lo estaba haciendo desde el cielo.

1 comentario:

Gattaca dijo...

Laura...
Solo te diré que me he pegado una panzada de llorar como hacia tiempo que no me pegaba... Mis lagrimas han salido a borbotones y no podía frenarlas por las esfuerzos que hacia! Hasta que al final he dejado de luchar vencida por el llanto y he vaciado mi reserva de lagrimas, despues de una hora de llanto, alfin, agorada, me decido a escribirte estas lineas, a ti, pequeña, que me has llegado al alma.
Rezo porque un día estas lineas solo sean ficción, que nunca mas ninguna mujer sufra las consecuencias de los malos tratos...

Un beso, aun húmedo por mis lágrimas.