martes, 3 de febrero de 2009

El señor Martín

Es un anciano o por lo menos lo era la última vez que lo vieron por la calle. No es conocido por nadie ni por nada. No es extravagante ni ejemplar, es uno más, un desconocido más, otro DNI en España.
Y él no quiero dejar de serlo. Es más, a pesar de que nunca estudió, pues siempre tuvo sus manos ocupadas arreglando automóviles y cualquier máquina estropeada, está seguro de ser el mayor filósofo que ha existido y existirá. Aunque nadie lo llegue a saber nunca.
Entre esas paredes descorchadas y un techo que alguna vez fue blanco, el señor Martín se sienta sobre una butaca granate de reposabrazos ennegrecidos y respira tranquilo.
Tranquilo de momento, hasta que comiencen a llegar esos pensamientos fruto de días enteros de reflexión.
¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Y, mientras nos hacemos esas preguntas, ¿qué hacemos? ¿Por qué vivimos? ¿Quién decide?
Después entra en terreno más concreto, donde sus temas preferidos son ¿Qué es la locura? ¿quién decidió que era una enfermedad? ¿Por qué el ser humano hace daño? ¿Está en nuestra naturaleza ser crueles? ¿Las reglas existen para recordarnos que no somos libres?
¿Acaso sabemos que es la libertad? ¿El amor y la amistad son egoísmo e intereses?
Y todos los días, mientras fuma cigarros y bebe coñac, se pregunta, se pregunta, se pregunta.
Se pregunta, pero jamás lo deja escrito. Tiene la creencia de que la idea, una vez que se plasma en una hoja, pierde parte de su pureza sólo porque nos entretenemos en buscar las mejores palabras que la expliquen.
Quizás por eso la mayoría de las veces la conclusión a la que llega es que el problema del ser humano es ser humano.

Pero el señor Martín divaga sólo durante unas horas, ya sean, 3, 9 o 13 y cuando termina olvida las reflexiones y baja a la calle a pasear.
Es entonces cuando intenta descubrirse a sí mismo.
Pero nunca recuerda por dónde empezar.

Si alguien le ve le saludará diciendo "¿Cómo está señor Martin?", pero nunca se parará a escuchar su respuesta.

Pero a él no le importa, sabe que este mundo va demasiado deprisa, él se dio cuenta hace mucho tiempo. Por eso prefiere preguntarse todo, por si algún día algún ángel o visitante del futuro aparece en su salón y así él pueda tener, con él o ella, un tema de conversación importante.

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