lunes, 1 de noviembre de 2010

Tú me das el mundo

Se me escapan pétalos de la risa.
Cuando me tocas.
Cuando me llevas de la mano a dónde se va a no pensar.
Y bajas por la escalera silbando para que te siga.



Desconectas mis cables, aquellos que me atan a la urbe y me dejas descargada, para que me encienda de nuevo comiéndome la luz del sol.
Y te sientas... frente a mí.
Ojos verdes, sonrisa cerrada, pelo revuelto.
Y esperas. Esperas porque sabes que no me apetece hablar todavía, que me gusta cómo huele a lluvia.
Lo sabes y es por eso que callas, sabes qué diré dentro de unos minutos. Lo esperas.
Y sucede rápido, como suceden las cosas más intensas y más bellas.
Hablo, respondes, río, callas, me abalanzo a abrazarte y abres las manos atrapándome con ellas.
Hablas, escucho, hablas, callo, hablas, cierro los ojos, te enfadas, ríes y reímos.
Así son nuestras circunstancias,
iguales o diferentes a millones de parejas que en este mismo instante se aman.
Pero ellos no poseen el don de crear fantasía, como nosotros.

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