miércoles, 17 de noviembre de 2010

Vámonos


Abuelo, ven, ven y llévame a dónde estás tú, aunque sea sólo durante un rato pequeño.
Quiero visitar el lugar en el resides desde hace ya mucho tiempo, porque me han dicho que allí todo el mundo es feliz.
Quiero conocerlo, verlo con mis propios ojos y creérmelo.
Y, si me dejas, ocuparé poco espacio, con un libro en las rodillas, sólo quiero tu paz.
No haré ruido, para que no nos pillen y te prometo que no le contaré a nadie que fui.
Incluso cerraré los ojos cuando, de tu mano, viaje hasta allí.
Abuelo, sabes que nunca te miento cuando hablamos.
Tú siempre vienes, te sientas en los tejados, te subes en el techo del vagón y bailas en la tarima de la clase cuando ves que estoy apunto de dormirme.
Tú viajas con mi hermana en los aviones y le susurras que aunque llueva en el norte no debe entristecerse.
Porque tú eres la lluvia.
Tú hablas con las cigüeñas y les enseñas a no perderse cuando migren lejos.
Por eso todas llevan en el cuello una brújula colgada.
Tú vienes y vas, y te escapas y vuelves.
Dime, ¿por qué yo no puedo ir un día contigo?
Espero que hoy, cuando despierte de madrugada y me embriague el olor a folios antiguos y a caramelos de menta,
haya una nota tuya en la mesa que diga: "Vámonos ojos como dos cajas de betún de a duro".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es precioso... :_(

Mua!!

...