miércoles, 2 de febrero de 2011

Febrérides

A veces siento que sólo estoy esperando que llegue algo muy malo, parecido a la muerte y cuando me doy cuenta de ello la música se para, igual que el disco de vinilo después de ponerlo una y otra vez con mis torpes manos de niña de ocho años.
Y en ese momento aprieto los ojos, que no es cerrarlos, sino esconderlos, esperando que alguien me grite que soy un desastre.
Pero no escucho ninguna voz alta, vuelve la luz y unas manos mucho más grandes que las mías, cubiertas de vello, se acercan y colocan bien la aguja del tocadiscos.
Es papá, pensando que sí, que soy un desastre, pero diciéndome que él también lo fue.
Entonces nada me preocupa, ni siquiera pienso que llegará eso tan malo, que no es la muerte, sino algo peor y vuelvo a bailar arrítmica las canciones de Mecano.
- Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre... mientras baila - me dice Isabel Allende desde La isla bajo el mar.
Y no he dejado de bailar desde entonces.

1 comentario:

Jimmy dijo...

Bailar es bueno para el alma.