domingo, 30 de enero de 2011

Cartas del pasado

Hace varios años, una noche fría, me puse los cascos del mp3 a todo volumen y puse esta canción.

Me senté frente a mi antiguo escritorio, en silencio, conteniendo mis emociones y comencé a escribir una carta. Por aquel entonces yo era una chica de diecisiete años llena de miedos y de objetivos que todavía veía el futuro como algo muy lejano, pero mi corazón ya había tomado una decisión respecto a mi vida.
Le conocí y le amé desde el primer momento en el que nos vimos.
Nos alejamos, nos acercamos, nos fuimos y volvimos.
Vivimos el amor con todas las edades, por eso me creo dueña de la felicidad.
Mi mayor mérito es haberme enamorado con la pureza de la adolescencia, con el cariño de la inocencia y de la amistad y haber ido construyendo un sentimiento que va más allá del amor terrenal y espiritual. Es inexplicable.
Por eso aquel día, sentada escribiendo, no dejaba terminar la canción y la ponía una y otra vez, sólo porque me acompañaba como banda sonora de lo que intentaba decir.
Aquel papel fue cubriéndose de palabras cargadas de dolor, de puro amor.
Le decía que le quería, que tenía una razón a favor de seguir enamorada de él y otra en contra. Le confesaba que era tal mi sufrimiento por él y lo que acababa de ocurrirle, que estaría allí, como su mejor amiga, aunque me hubiese dicho que le olvidase para siempre.
Y estuve o por lo menos lo intenté.
Ena quella carta volqué mi alma, mis penas y emociones de aquellos momentos y aquella edad.
La escribí quemándome por dentro, con la vaga esperanza de darle fuerzas para que no se rindiera.

- No podemos estar juntos, no es el momento, no puede ser - y yo me reafirmaba en que sus palabras podrían mentirme, pero su mirada verde jamás.
Aquella noche supe que jamás olvidaría cómo la escribí y cada palabra que usé.



Por eso ayer sentí como mi alma se agitaba.
Ayer, varios años después de aquella noche, él, sentado junto a mí, nervioso, me mostró aquel papel que había guardado junto a todas mis otras cartas durante todo este tiempo.
Me miro emocionado y dijo suavemente "léela en alto, por favor".
Entonces me apretó la mano y yo, temblando, comencé a leer.
Volví a sostenerla en mis manos, a pararme en cada sílaba, disfrutando del recuerdo, oyendo aquella música....pero esta vez era todo diferente.

- Si en aquel momento, mientras la escribía, hubiese sabido que hoy estaría aquí leyéndola en alto contigo, no habría podido creerlo - le dije, entre lágrimas.
- Te decía que no podía estar contigo, pero era para que no sufrieras conmigo, nunca he dejado de quererte - susurró.



Mi futuro está escrito con el suyo, no necesito más señales.
Porque le quiero.
Le quiero porque antes de nacer ya le quería.
Y aunque muramos seremos inmortales.

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