miércoles, 5 de enero de 2011

La radio

Suena la radio en la cocina. Alguien, una voz de mujer, conversa con otras personas.
La casa está vacía y el pequeño Carlos coloca un taburete para llegar mejor a la encimera.
Subido como un equilibrista alcanza el tazón que su madre le ha dejado esta mañana: ya está frío.
Come despacio, masticando las galletas que ha desmenuzado antes sobre la leche y, mientras tanto, continúa escuchando la radio.
Ese aparato lo acompaña noche y día. Desde que mamá se marcha hasta que vuelve.
Por eso Carlos ama su radio, pero también la odia muchas veces.
Porque a veces ansía verla apagada, porque eso significa que mamá está en casa, aunque le duela la cabeza.
Abandona la cocina, con el cacharro a cuestas.
Ahora la voz de un hombre anuncia que todo está más barato y hay que estar loco para no salir a la calle a comprar.
En el cuarto de baño todavía huele al perfume de mamá. El niño se queda quieto, como cada día, disfrutando de ese momento. Cierra los ojos y la imagina sentada en el borde de la bañera con su bata rosa, intentando pintarse las uñas de los pies.
Después vuelve a su cuarto y abre la ventana. Son las 7:30. El olor a sal se cuela lentamente y cubre las sábanas.
A veces se queda ahí, observando la calle, tanto que cuando suena el timbre se despierta y descubre que llega tarde al colegio.
Y su vecina, la madre de su amigo Julio, le grita desde fuera que se de prisa.

Pero ahora son vacaciones y puede quedarse ahí el tiempo que quiera.
Aún así debe ir a comprar queso, mamá se lo recordó anoche.
Pero se tumba un poco en la cama, mirando el techo, todavía es pronto.
Empieza a hacer mucho frío y cierra la ventana.
Vuelve a tumbarse.
Y piensa en su madre, luego en Julio, luego en el mar.
Y, de nuevo, en su madre.

El día pasa lento.
A Carlos no le gusta comer en casa de su amigo porque su abuela siempre le dice que reza mucho por él. Prefiere bajarse al bar de abajo, que hacen pollos asados y esperar a que la señora Ángeles le saque croquetas.

Después vuelve a casa. Lo primero que hace es encender la radio.
Y ésta, tras hacer un pequeño ruido como si despertara o eructara, rompe el silencio con la voz grave de un hombre que grita: ¡es la hora de los deportes!
A veces hace los deberes. Ahora no tiene nada que hacer, por eso se sienta en la cocina y dibuja sobre un papel viejo.
Cuando acaba o se cansa apaga las luces y marcha al salón.
Se acurruca en la butaca, con la radio en un costado.
Según sea el día, se irá a dormir antes de que llegue mamá y no podrá verla hasta la noche siguiente.
Pero otras veces ella llegará antes y le besará la cabeza.
Y le preparará algo de cena o se acurrucará junto a él en el sofá.
Eso nunca se sabe.
Hoy es tarde y hace bastante frío. Carlos oye gritos en el piso de arriba, son las hermanas de Julio que no querrán bañarse.
De repente suena la puerta.
Y ella aparece.
Su perfume inunda la casa y su sonrisa brilla en la oscuridad.
Feliz Día de Reyes mi vida - susurra.
Y su voz es mucho más bonita que todas las de las presentadoras del día.
Con un suave gesto apaga la radio y la coloca en el suelo.
Después le coge en brazos y le lleva a su cuarto, a su cama grande.
Eres lo que más quiero en el mundo - susurra mientras le besa la cabeza.
Y los Reyes Magos observando desde la ventana, se preguntan porqué tiene que ser obligatorio que los niños escriban una carta para tener regalos.

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