martes, 8 de abril de 2008

Agua

Llueve. Me estoy mojando. Mi cabello se adhiere a mi cabeza y a mis mejillas, empapado, mientras las gotas surcan todo mi cuerpo, obstáculo soy en su camino hacia el suelo. Mi camiseta de tirantes blanca se funde con mi torso y formamos una sola figura, traslúcida, que deja entrever mi intimidad y mi alma a los ojos de los que quieran pararse, en esta tormenta, a mirarme.

Giro y giro, sin principio ni final, con los brazos extendidos simbolizando la expresión de libertad más conocida, antagonismo puro a las cadenas de hierro que muchos se ven obligados a cargar en sus vidas. Yo no las tengo, yo las desprecio. He lanzado mi bolso al suelo, he descalzado mis zapatos, he dejado que mis calcetines blancos se tiñan del color de las aceras.

Corro sobre los charcos, y salto sobre ellos, manchando mis piernas desnudas de barro y de agua , salpicando mi falda de motitas de suciedad en las cuales pueden leerse los nombres de todos aquellos que vendieron su alma a cambio de dinero. El dinero es tan sucio como los charcos.

Sigo corriendo, y me tumbo sobre la hierba, y me calo hasta los huesos, sintiendo como el frío húmedo traspasa mi piel y se arrincona en el fondo, congelando cada centímetro con el fin de dejarme completamente inmóvil. Cierro los ojos, ahora la lluvia acaricia mi cara, me besa la boca, me besa los párpados y la frente, me limpia los pensamientos.

Abro los oídos, me concentro en el silencio y sólo escucho las gotas golpeando contra todo, enfurecidas, creando la melodía más placentera que jamás se haría oír en el planeta.

Cuando deje de llover tendré que ir en busca de miz zapatos, y luego en busca de mi bolso, en el cual tengo todo mi dinero, mi DNI, mis fotos, las llaves de mi casa, el móvil, el bono del tren, las recetas del médico, el periódico, la garantía de la cadena, mis gafas, mi vida.

Cuando deje de llover volverán los miedos e inquietudes que me asolan, por eso, hasta que no haya caído la última gota sobre mi frente y haya seguido fluyendo hasta desaparecer en mis labios, no abriré los ojos y mucho menos me levantaré de aquí.

Quiero ser lluvia, para no ser persona.
Quiero ser agua para vivir.
Que no deje de llover.....que no se seque la vida, quiero agua para seguir estando viva, no la gastéis en tonterías...si lo hacéis dejará de llover...


Fina lluvia, claridad perpetua en mi piel, que recorre impetuosa en torrentes de pureza mis poros, y desemboca, tras fluir entre las grietas de la experiencia, como final de una escorrentía invencible al sino de la sequía; fina lluvia no dejes que te agotemos con nuestro incansable egoísmo, huye mientras puedas del abismo en el que el ser humano te viola, cada día, agua sé libre para abandonarnos, y vive en libertad por y para aquellos que sepan amarte como mereces.
Y vuelvo a sorprenderme versando, tumbada en mitad de un parque, en mitad de una ciudad, en mitad de un país, de un continente, en mitad de un mundo en el que un día dejará de llover, y mis miedos e inquietudes jamás se irán de mi lado, ni del vuestro.


Cuídala, vives gracias a ella, no es tan complicado devolverle el favor.

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