martes, 22 de abril de 2008

Mayo

Léeme el pensamiento.

¿En qué pienso?

No lo sabes...pues en ti.

¿No me crees? Y te ríes, ¡yo no me río!, y volvemos a empezar desde el principio.

Si te lo pidiese, ¿me traerías una nube?

¿Cómo que para qué quiero una nube? No sé, parece amorosa, ¡no hay un para qué!

No te rías...

Y ahora, ¿en que pienso?

¡Fallaste! No pensaba en ti. ¡Tampoco en nubes!. Ahora estaba pensando en lo sucias que tengo las zapatillas, ¿has visto?, casi no puedo ver los globitos dibujados en la tela.

Vuelves a reírte...no, no pares, me gusta cómo te ríes. A veces achinas los ojos tanto que no puedo distinguirlos, pequeñitos...¡pequeñitos cómo tú!

No te enfades...ven, déjame abrazarte.

¿Qué es esto? ¡Oh, es una flor! ¿Para mí? ¡Gracias!

¿Me queda bien? Me estás ensuciando el pelo...

¿Qué dices? ¿Tienes frío? Ven, toma tu chaqueta, y acurrúcate en mi regazo.

¿Mejor? Estás tiritando, ven, ven que te mime pequeño, deja que mamá te quite el frío.

Si, ríe...me gusta verte reír.

¿Ves el cielo? ¿lo ves? Undía será tuyo, te lo prometo.

-Mamá.
- ¿Sí?
- Te quiero.


1 comentario:

Ignacio dijo...

El otro día vi a una madre con su hijo pequeño en un parque, y al leer este texto he recordado esa escena tierna, entrañable y llena de cariño.

Lo malo, ay, es que luego crecen. Hay unos dibujos de El pequeño País, de una madre con el hijo adolescente, que es para morirse de risa. Menos mal que antes de llegar a esos extremos son esos duendes revoltosos e inquietos que hacen del mundo un lugar mejor.

Un abrazo, y ánimo, escritora.

Nacho