domingo, 13 de abril de 2008

Él y ella


Él solía llegar a las 8:30 y se marchaba a las 13:55.

Ella llegaba a las 15:45 y se iba a las 21:30.

Él dejaba su carpetón encima de la mesa número 188 y se dirigía hacia la sección de Derecho, detrás de las últimas filas de Filosofía, para buscar esos pesados volúmenes tan necesarios para su trabajo de Civil.

Ella siempre colgaba su bolso en el respaldo de la silla de la mesa 188, y luego se perdía en la sección de Literatura Universal, recorriendo con sus dedos índice y corazón los lomos del quinto estante, disfrutando de la textura rugosa de todos ellos.

Él, a menudo, solía quedarse dormido sobre la mesa mientras memorizaba apartados y apartados.

Ella se evadía del mundo mientras se adentraba en el pasado, sintiéndose privilegiada por ser la confidente de tanta belleza escrita.

Él odiaba esos libros. Le interesaban sus contenidos porque era un fanático de su carrera, pero muchas veces se le hacía cuesta arriba tener que estudiarlos detalladamente.

Ella amaba sus libros. Cada ejemplar era una conexión con el alma de sus escritores: ingleses, alemanes, españoles, sudamericanos, franceses, italianos..., pedazos de distintas culturas y formas de pensar.

Nunca habían coincidido para poder conocerse en persona. Compartían la misma mesa número 188 de la biblioteca, pero sus horarios separaban sus vidas.

Una tarde, ella escribió un poema en una hoja rota de su cuaderno y, a las 21:35 se dio cuenta de que iba a perder el autobús, por lo que salió corriendo y lo olvidó sobre la superficie de madera.

A la mañana siguiente, él lo encontró.

"El alma que sueña con ser secuestrada, te espera, te adora, te siente. Y sueña también con sostener tu cara entre sus manos, como los pétalos de una flor sujetan a una abeja mientras duerme, quiero encontrar en ti la vida que me falta, los segundos que me quedan para verte."

Y debajo, escribió:

"No soy bueno para la lírica, por eso no puedo saber con certeza si esta poesía es buena o no, no tengo los conocimientos necesarios para juzgarlo, pero sé, como lector, que me has cautivado, seas quién seas, gracias por brindarme estos minutos de paz al leerla."


Y se marchó.

A las 15:45 ella llegó.
Colgó su bolso en el respaldo de la silla y en vez de ir directamente a la sección de Literatura, se quedó quieta, pues había encima de la mesa una hoja, y alguien había escrito en ella.


Vio que era su poema, y leyó lo que él había dejado.


A las 21:30 se marchó, no sin antes asegurarse de dejar a la vista otro papel.





"Trovador, no te escondas entre los árboles, no me importa cómo seas, cómo quiso Dios que fueras, o cómo Gaia decidió crearte, sólo quiero que te acerques para poder escuchar de tus labios esos poemas que me embelesan, inundan mis horas de sueño, acércate y bríndame los versos originarios de tu corazón, quiero ser tu musa y tu ser, tu alma y tu valor. No temas si las ánimas vienen...mueves el mundo con el ritmo de tu voz".



Él, a la mañana siguiente, leyó el escrito y respondió.
Pasaron los meses y un día se atrevió a decirle lo que su corazón deseaba hacer desde hacía mucho tiempo.


"Quiero conocerte"


A las 14:55 abandonó la biblioteca emocionado, ansioso por volver y encontrar su respuesta.


Pero ella no volvió.


Al día siguiente, él no encontró ningún poema, ninguna hoja, por más que buscó en el suelo, preguntó al servicio de limpieza, a los que allí se encontraban. Nada, nadie sabía nada en absoluto.


Pasaron los días, pero ella jamás volvió.


Después de un año sin saber nada, sufriendo cada día, esperando llegar y encontrar algo en la mesa, en vano, se presentó como siempre a las 8:30 y se dirigió a la mesa 188.


Había una hoja de papel.





"Perdóname por irme sin avisar, pero me fue imposible contactar contigo. Aquel día, cuando iba de camino a la biblioteca, mi autobús sufrió un accidente y tuve que ser ingresada en un hospital. Pensé en ti todos y cada uno de los días que estuve postrada en la cama, no sé si llegaste a responderme, ni siquiera sé si leerás esto, pero mi corazón se paró en el momento en el que supe que no iba a leer tu letra en el papel, mientras el vehículo daba vueltas en el aire.
La peor noticia, no puedo caminar, quizás ya no sea tan interesante cómo antes, no soy la misma, sólo espero que me perdones porque me fui sin avisar."





Él no respondió. A las 13:55 miró su reloj, era la hora de irse a la universidad, pero no fue.


Se quedó sentado en la mesa 188.


A las 15:45 llegó una joven en silla de ruedas, con un bolso en su regazo.


Él se dio la vuelta.


Ella le miró.


Él se acercó y se arrodilló ante la silla, puso sus manos sobre las rodillas de ella y susurró:





"Aquí está el trovador. Ése que no teme acercarse a tu ventana para recitarte la belleza del mundo, para recitarte a ti misma. No importa que tus piernas no puedan moverse, no las necesito, con ellas no converso, con ellas no río, con ellas no sueño ni sonrío, ellas no me hacen falta para disfrutar de un beso, ellas no me privan del tacto de tu pelo, de tu mirada, de tu cara, de tus manos. Ellas no me dan tu dulzura y tu cariño. Lo único que me separaría de ti serías tú misma, si te fueras."



Ella sonrió y sostuvo su cara entre sus manos.
Ella y él.
Un joven de pie, una joven sentada en una silla de ruedas.
Ambos se sentaron en la mesa 188, y grabaron en una de sus esquinas, a escondidas del bibliotecario, una cita:





"Lo único que no me gusta de ti, es que seas libre para dejarme,
lo que más me gusta de ti, es tu mano entrelazada con la mía."

Aquí tiene la respuesta, quién aún se pregunte si existe el verdadero amor.

3 comentarios:

Miguel dijo...

"Pocas personas nacen con algo especial y tu eres una de esas.
Repetir mucho un elogio lo desgasta por eso solo te digo que espero que nos sigas regalando muchos relatos como estos.

domingo, 02 diciembre, 2007"

Este fue el primer comentario que te dejé y...en cada uno de los relatos se ve como van cambiando de historias de amor con protagonistas imaginarios a la vez de reales" Ella era joven y bella. Melena larga y castaña.... elegía a menudo escritos de Aleixandre porque era su favorito.
A veces leía sus propios poemas, entonces se ponía más nerviosa"Historias tristes,alegres que hablando contigo dia a dia intentaba leer entre lineas y desde tus 18 añazos temas que demuestran que estas comprometida con la sociedad...Ya no me queda tinta asique solo decirte que haces grande la palabra amistas.BESAZOS

JoseVi dijo...

yo he puesto un enlace a este blog, para que la gente lea tus relatos, la verdad es que son impresionante. si como dice miguel tienes 18 años... tela marinera. Un fuerte abrazo, eres muy buena y no solo eso, opinas con criterio, con personalidad. No cambies vas por buen camino :)

Ignacio dijo...

Ay, la fachada, qué fachada... Pero si es la Biblioteca Nacional, mi lugar de trabajo durante dos años antes de emigrar!!!

Me ha encantado el texto, por cierto. Pero ahí no hay novedad alguna, me temo, jejeje.

Un abrazo, escritora.

Nacho.