jueves, 17 de abril de 2008

Amistad, sangre e ideal

Es verano y dan las 12 en el reloj del pueblo. Germán está de pie, en mitad de la carretera que cruza la plaza por la parte que está al lado del río. Le tiemblan las piernas y las gotas de sudor impregnan su cuello y sus mejillas. Le duelen los brazos, le pesa el corazón, y tiene miedo, mucho miedo.
En el mismo lugar, justo donde él se encuentra, está un joven igual que él, se llama Guillermo.
Ambos tienen el cabello corto y algo de perilla, tienen ojos oscuros y miden 1,75 metros.
Los dos son delgados, no tienen más de 17 años, los dos se encuentran en el mismo lugar, orientados hacia la pequeña abertura que comunica la plazoleta con la calle principal.
Ninguno de los dos ha besado nunca a una chica, y ambos piensan que, cuando lo hagan, será una sensación maravillosa.
Germán se gira nervioso para observarlo todo y tropieza con una piedra que hay sobre la tierra que está pisando.
Guillermo se gira también, pero no tropieza con nada. El suelo que él pisa está asfaltado.
Podría decirse que, al mirarles, estamos observando a la misma persona, pero no es cierto.

De repente, a las 12:05, Guillermo escucha un sonido sobrecogedor sobre su cabeza. Mira hacia el cielo y ve pasar un avión blanco. Piensa: "Que envidia, seguro que ese trasto va a alguna isla y yo aquí, en pleno verano y asándome de calor en esta mierda de pueblo"
De repente, a las 12:05, Germán escucha un sonido sobrecogedor sobre su cabeza. Mira hacia el cielo y ve pasar un avión gris. Piensa: "Ya están aquí"

Podría decirse que, al mirarles, estamos observando a la misma persona, pero no es cierto.
Guillermo es un estudiante de bachillerato que el año que viene, en mayo de 2009, cumplirá 18 años.
Germán es un chico de pueblo que trabaja con su padre en el campo, y, el año que viene, en mayo de 1938, no sabe si seguirá con vida.
El mismo lugar, pero en diferente tiempo.
Dos jóvenes que no saben nada de la vida todavía, con sus miedos y sus sueños, sus líos y sus emociones. Dos corazones inmaduros: uno que se lamenta por no tener batería en su móvil para hablar con sus amigos, el otro, que no sabe lo que es un móvil, sólo lamenta no tener ningún arma mejor que el viejo fusil de su padre.
Los dos se sientan en el suelo. Germán se muere de sed. Guillermo de aburrimiento.
Pasan unos minutos.
Por la entrada de la plaza aparece una silueta. Son las 12:10.
Germán logra distinguir que la figura andante es en realidad un joven que lleva en su cabeza una boina, pero no puede ver bien su color.
Guillermo logra distinguir que la figura andante es en realidad una mujer que lleva en su cabeza un pañuelo, pero no puede ver bien su color.
El hombre se acerca y le sonríe.
La mujer se acerca y le sonríe.

Germán le mira y dice: "Cerezos, maldito cerdo traidor, cerdo asesino."
Guillermo dice: ¡Hola abuela!
El joven responde : No sabes nada, no sabes nada estúpido.
La mujer responde sonriendo: ¿Quieres venir a casa a merendar helado?
Germán grita: ¡viva la República! ¡viva mi padre! ¡por la libertad!
Guillermo grita: ¡siiiiii!
Un puñetazo golpea la cara de Germán.
Un mano acaricia la mejilla de Guillermo.
El joven recarga su fusil, suenan 4 disparos secos, y luego silencio.
Germán se desploma contra el suelo.
Guillermo se levanta y coge a su abuela de la mano.
- Sabes hijo, justo ahí, donde estabas sentado, mataron a un hermano mío.
- ¿Qué dices abuela? ¿Cuando?
- En la guerra hijo.
- ¿Quién lo mato?
- Un joven del pueblo, era amigo de mi padre pero le engaño, bueno nos engañó a todos. Primero mató a mi padre y luego a mi hermano.
- Jobar abuela.., qué horror.
- Si hijo si. Yo tenía 12 años.
- ¿Y cómo pasó todo?
- Es una historia muy larga, no hubo buenos en ningún lado, pero bien es cierto que si hubo más malos en un bando que en el otro.
- Cuéntamelo.
- Pues fue un día de verano. Mi hermano, tu bisabuelo, vio como dos hombres, uno mayor y otro un muchacho joven, mataban a mi padre porque éste se negaba a delatar a unos amigos nuestros que eran miembros de un partido que ellos consideraban prohibido creo, ay "mijo", hay cosas que no recuerdo bien.
- ¿Vio cómo mataban a su propio padre?
- Sí, y vino a casa y se lo dijo a mi madre y sin avisar cogió el fusil que mi padre tenía escondido y salió a la calle. Recuerdo que corrí detrás de él para pararle, pero me empujaba y me decía "vete" "vete", y yo lloraba mucho porque no quería que le hicieran daño.
- Pero se fue.
- Si, y antes de irse se agachó y me besó en la frente, me dijo que era la niña más guapa de todas y que le recordase siempre, siempre...
Guillermo espera unos minutos pues su abuela se ha quedado callada y tiene los ojos llenos de lágrimas. Tras 6 minutos de silencio, le habla.
-¿Abuela? ¿Estás bien?
- Perdona hijo, me he quedado ausente.
- Si quieres hablamos de otra cosa.
- No mi vida, estoy bien, me emociona mucho recordarle, sólo es eso. Sé que mi hermano mató a uno de los hombres que había asesinado a mi padre y luego fue él el asesinado, ahí donde estabas tú, y sé que murió venerando a su República, a nuestro padre y a la libertad. Tardé muchos años en comprender por qué estaba pasando aquello en España, y cuando por fin lo entendí, supe que debía estar orgullosa de lo que ellos, mi padre, mi hermano y miles de hombres hicieron.
- Eres la hermana y la hija de dos héroes.
- Y tú eres mi nieto, así que lo llevas en la sangre.
- Abuela, ¿cómo se llamaba tu hermano?
- Germán, y era exacto a ti, a veces cuando te miro puedo verlo a él.
- Fue muy valiente.
- Lo fue.
- Yo no lo hubiese sido, seguro, que miedo.
- "Mijo"...nadie sabe que haría si se encontrase en mitad de una guerra. Podrías pensar que morirías por un ideal y luego realmente te echarías atrás, podrías decir que serías cobarde, y resulta que luego estarías en la primera fila luchando. No lo sabes, lo que si es cierto es que si hubieses visto morir a tu padre a manos de otros, habrías movido cielo y tierra por vengarle.
- Pero eso no está bien abuela...matar...
- Claro que no hijo, pero aquella época era diferente, eran otros tiempos, gracias a dios.
- ¿Por qué no ponemos un ramo o algo en la plaza? ¿Le importará a alguien?
- Sería perfecto hijo, así sabría que los recordamos a ambos, podemos comprar las flores en aquella floristería.
- Y las pondríamos junto a ese ramo que todas las semanas deja esa vecina tuya, ¿cómo se llama? ¿la señora José?
- Si.
- ¿Por quién las pone ella?
- Por un hermano suyo que murió también.
- ¿A él que le pasó?
- Es una larga historia- dice cogiéndole de la mano- mató a un joven, y luego un vecino lo mató a él.
- La guerra era horrible...
- Si hijo si.
- ¿Le importará a la señora José que pongamos el ramo con ella?
- No hijo, es muy buena mujer.
- ¿Germán y su hermano se conocían?
- Mi hermano y ese muchacho, Luis, eran dos mejores amigos.
De repente la señora José aparece por la calle, sosteniéndose en su viejo bastón. Al ver a Guillermo y a su abuela, baja la mirada y susurra un débil hola, apresurándose a caminar más rápido sin pararse a hablar.
- Hasta luego señora José - dice Guillermo.
- Que tenga usted un buen día doña Cerezos - dice la abuela de Guillermo.

Durante unos segundos las dos ancianas se miraron, con los ojos llorosos, una aferrada a su bastón, la otra a la mano de su nieto. Ambas sentían la vejez y el cansancio, pero sus corazones habían vivido muchísimos años llenos de dolor. Durante unos segundos cada una pensó en su hermano, pensó en la guerra, pensó en aquellos tiempos horribles que gracias a dios quedaban hoy tan lejos, pero que jamás conseguirían, ni permitirían que nadie lo consiguiera, olvidar.

No hay comentarios: